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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-03-23
Floren Aoiz - Escritor
Tiempo de cerezas

Le temps des cerises”, el tiempo de las cerezas, es una canción de amor que se convirtió, tras las matanzas que pusieron fin a la Comuna de París, en el símbolo de la esperanzas populares. La letra no habla de revolución, sino del canto de los pájaros, las cerezas y las penas de amor. Parece no decir nada y sin embargo lo dice todo. Su aparente frivolidad es la tapadera de una profunda carga, y su emotividad conecta la alegría de vivir con el anhelo de un mundo justo, la esperanza de las izquierdas que han sido, son y serán.

En Euskal Herria, mucha gente se ha dejado la piel esperando vivir un tiempo de cerezas. Los medios de comunicación, en su afán por mantener la atención del público y llevar el ascua a su sardina, insisten en contar su particular versión de la historia de ETA, y desempolvan las imágenes del pasado, apelando a una larga estela de «crímenes». No serán ellos los que recuerden que si hoy se habla de paz es porque una parte de la sociedad vasca dijo no al franquismo, pero también a la pasividad de algunas fuerzas antifranquistas, y ha seguido manteniendo hasta ahora intacta la determinación de lograr un escenario de libertades nacionales e individuales.

Cuando surgió la izquierda independentista, que ni era la izquierda españolista ni el nacionalismo vasco burgués, la historia vasca cambió profundamente. Ni quienes desde la dictadura preparaban el postfranquismo ni las fuerzas políticas históricas fueron capaces de comprender lo que este novedoso movimiento representaba, y para cuando quisieron reaccionar fue tarde. Las experiencias represivas y las maniobras de desactivación política que se han sucedido desde entonces han generado mucho sufrimiento, y han dificultado la labor de la izquierda abertzale, sin duda, pero han sido incapaces de evitar que siguiera su marcha. Por muchas razones, pero sobre todo porque no estamos hablando de un partido político al uso, ni de una estructura jerarquizada al estilo convencional, sino de un fenómeno social dinámico, totalmente nuevo pero a la vez conectado con las tradiciones combativas y comunalistas del país. La izquierda abertzale ha sido, mal que a muchos les pese, el palpitar de lo más vivo del pueblo vasco, la reserva de esperanza que ha permitido atravesar los peores temporales sin perder la esperanza de arribar a puerto.

Si miramos hacia atrás veremos un recorrido largo y sumamente doloroso. Nos vendrán a la mente los rostros de quienes se quedaron en el camino. Los años de soledad en las celdas, el exilio y clandestinidad, aullidos de personas torturadas, apaleadas, humilladas. ¡Cuántas vidas han quedado marcadas, si no truncadas, por este maldito conflicto que nos han impuesto y que para mayor infamia han apellidado vasco! ¡Como si fuésemos los vascos los crea- dores del conflicto en lugar de sus principales víctimas!

Pero si en medio del barullo de un día como éste de marzo de 2006 nos paramos a reflexionar, veremos que sin todo ese esfuerzo hoy no estaríamos hablando de un tiempo de cerezas, sino del invierno más frío y oscuro.

La izquierda abertzale ha sido la que ha subido un listón que otros habían limitado a un estatutillo, un amejoramiento de pacotilla y la inexistencia institucional en la Euskal Herria continental. Si ahora existen expectativas de un futuro diferente es porque algunos no nos contentamos con lo que nos ofrecía la reforma. La izquierda abertzale ha sido, como decimos en mi pueblo, el capacico de las hostias, porque éramos el enemigo a batir, para los estados español y francés y para quienes temían que les estropeáramos su fiesta de claudicaciones y renuncias. De ahí tanto odio y la obsesión en hacernos desaparecer.

Significativamente, hoy la gente de la izquierda abertzale está alegre y esperanzada, aunque con la prudencia que otorga la experien- cia, y eso pese a que seguimos en el punto de mira de la represión. Mientras tanto, muchos de los «amenazados» por ETA se muestran disgustados y preocupados, como si rechazaran esta decisión de la organización armada. ¿A quién disgusta la perspectiva de un tiempo de cerezas?

De los últimos coletazos al asalto final pasando por aquella necedad de hacer como si ETA no existiera; el viento desatado por las palabras de los representantes de ETA se ha llevado al estercolero mentiras y pronósticos estúpidos, a la vez que ha puesto en su sitio a los eternos exigidores de treguas a la organización armada, al poner en evidencia que es precisa la intervención activa de ambas partes para dar pasos hacia adelante. ¿En qué tejados está ahora la pelota?

El tiempo de cerezas que por fin sentimos cerca es fruto de un trabajo minucioso y complicado, un guiso de muchas cocinas aderezado con el mejor ingrediente: la lucha de miles de personas contra viento y marea exigiendo el derecho del pueblo vasco a decidir libremente su futuro. Porque esa y no otra es la cuestión. La superación de las diferentes violencias políticas asociadas al conflicto debe situarse en el contexto de avances hacia ese objetivo político. Esa es la clave de una paz justa y duradera, y es lo democrático, porque no es aceptable negar a una sociedad la libertad de elegir.

Este tiempo de cerezas, no obstante, se enfrenta a la amenaza de ciertos elementos, y no me refiero a la lluvia o el viento. Más bien hablo del granizo que pueden desencadenar aquellos que albergan intenciones saboteadoras o pretensiones partidistas. La izquierda abertzale es el pilar más firme y seguro del nuevo escenario, porque su determinación política no es coyuntural ni fruto de un análisis partidista, pero hay otros agentes en juego, comenzando por los estados español y francés, que tienen en su mano consolidar un nuevo escenario con medidas concretas y serias. Hay quien debe todavía proclamar su alto el fuego, porque ni la represión ni los vetos a las libertades pueden formar parte de este tiempo de cerezas. Es tiempo de hablar, discutir y acordar, pero sin vetos ni tutelas de poderes fácticos o amenazas policiales. Y sin trampas como la que supone situar el escenario que se abre exclusivamente en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, como si esto no afectara al resto de Euskal Herria.

Como se planteaba en la metodología resolutiva de la declaración de Anoeta, asumida por numerosos agentes políticos y sociales, hay dos planos en los que deben establecerse nuevos avances, el de ETA y los estados y el de las fuerzas políticas. Veremos si estos agentes están a la altura de las circunstancias. Ahora bien, no creo que debamos esperar milagros al margen del verdadero sujeto de este proceso, que es la sociedad vasca. De su movilización e implicación dependerá el futuro, y en esta apuesta no podemos fallar. Es hora de tomar la palabra y gritar a los cuatro vientos que queremos decidir, que queremos ser personas libres en un país libre. Que no vamos a permitir que nos amarguen el tiempo de cerezas por el que tanto hemos luchado. -


 
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