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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-04-10
El negocio farmacológico de la menopausia se sienta en el banquillo
El medicamento para el tratamiento de la menopausia Agreal se sentaba en el banquillo de los acusados hace unos días, por presuntos efectos perniciosos secundarios. Una denuncia de miles de afectadas ha sacado a la luz las dudas de abordar de una forma farmacológica un estado natural en la vida de la mujer.

Sentenciaba allá en el año 1910 un médico eslovaco, de nombre Arnold Lorand, que «los años de la menopausia son los más molestos en la vida de los matrimonios», y es que, añadía en su sesudo análisis, «no sólo lo son para la mujer, que se ve directamente afectada, sino también casi en la misma medida por el hombre, que debe mostrar una enorme indulgencia». Incluso sugirió un remedio para tanta frustración matrimonial: un extracto de ovarios de las cerdas, que, aseguraba, podía «aplazar el envejecimiento durante un par de años» o «suavizar las consecuencias» de lo que hasta entonces había sido una fase natural en la vida de la mujer. Años más tarde, ya en los años cuarenta, las empresas farmacéuticas obtenían enormes cantidades del «estrógeno», pero no ya de las cerdas, sino de la orina de las yeguas preñadas. Por cierto, hoy, el Premarín, el fármaco más vendido para afrontar la menopausia, está elaborado a base de orina de ballenas embarazadas.

Lo cuenta el periodista alemán Jörg Blech, autor del muy revelador ‘‘Los inventores de enfermedades. Cómo nos convierten en pacientes’’ (Editorial Destino, 2005). Un best-seller publicado en EEUU en 1966 bajo el título ‘‘Femine Forewer’’ convirtió ­como escribe este autor alemán­ «la hormona sexual de origen animal en una droga para las masas», o mejor dicho, para todas las mujeres. Lo que nadie sabía es que aquel libro, obra de un joven ginecólogo neoyorkino de nombre Robert Wilson, estaba financiado por una Farmacéutica. La «biblia hormonal» estaba lista. Sólo había que poner en el mercado la solución en forma de pastillas o cápsulas. Para el año 2000, esa misma empresa de medicamentos era líder mundial en la venta de hormonas para la menopausia, un término que, frente a cualquier atisbo de casualidad, nació a la vez que las hormonas sintéticas para esa supuesta enfermedad de las mujeres al llegar a determinada edad.

El pasado mes de marzo, un fármaco para afrontar esta etapa de desarreglos hormonales en la vida de la mujer se sentaba en el banquillo de los acusados en un Juzgado de Barcelona. Al primer juicio contra los responsables del medicamento Agreal, al que se achacan numerosos efectos secundarios, le seguirán otros por el mismo motivo. Cientos de mujeres están detrás de esa denuncia. Pero son millones las que durante las últimas décadas toman algún tipo de preparado para enfrentarse a lo que el ginecólogo de la Clínica Quirón Bilbao, Gorka Barrenetxea, define claramente como «una etapa fisiológica, y por lo tanto completamente natural, de la vida de una mujer». O dicho de otra manera por él, «la menopausia no es, evidentemente, una enfermedad».

No lo es, pero todo indica que se asume casi como tal. José Ramón Rueda, médico y profesor asociado de Medicina Preventiva y Salud Pública de la UPV-EHU, no dudaba, en un artículo publicado en otoño de 2004, en calificar la medicalización de la menopausia como «el caso de yatrogenia (efectos adversos producidos por la utilización de un medicamento o una técnica diagnóstica o terapéutica inadecuada) más importante en la historia de la Medicina».

A juicio de este experto, se hacen necesarios mensajes «objetivos y positivos respecto a lo que no es sino una etapa natural de tránsito entre dos épocas satisfactorias de la vida de las mujeres». De ahí que defienda la «desmedicalización de la menopausia». Lo contrario, la medicalización, «se ha producido por poderosos intereses de grupos empresariales y profesionales que han hecho un gran negocio a costa de la salud de las mujeres». Pero como reconoce el periodista alemán Jörg Blech, «millones de mujeres han caído en la trampa de la propaganda». Hasta la OMS, en 1981, redefinió la menopausia como una «enfermedad» de déficit de estrógenos.

Medidas no farmacologicas

Eneko Landaburu, conocido médico-higienista y autor de libros como ‘‘¡Cuidate compa!’’ (Txalaparta), comparte esa misma reflexión, aunque matiza que «en estos temas, las opiniones no tienen mucho valor, sino los hechos comprobados científicamente. Parece que los que no tenemos recursos para hacer demostraciones científicas, no tenemos derecho a abrir la boca».

El especialista Gorka Barrenetxea, que es también vocal de la Asociación Vasca de Centros de Reproducción Asistida, plantea, antes de opinar, unas premisas sobre la menopausia. La edad a la que aparece, sobre los 51 años, no ha variado, pero sí la edad media de vida de la mujer, situada en los 84 años entre las vascas. «Y con ello, las consecuencias que a largo plazo pudiera tener la menopausia», advierte. La pérdida acelerada de calcio y consiguiente riesgo de fracturas en los años siguientes es una de las que apunta.

El ginecólogo de Quirón considera que «sí es recomendable tomar medidas», aunque matiza que «no han de ser por fuerza farmacológicas» y como alternativa menciona las dietéticas o la práctica de ejercicio. Sin embargo, subraya que «tampoco deberíamos desdeñar la ayuda de productos que aumenten la densidad ósea, por ejemplo».

Lo natural es la menopausia

Sofocos, trastornos del sueño, alteraciones del humor, son algunos de los síntomas que delaten la llegada inmediata de la menopausia. Problemas que, como el propio Barrenetxea recalca, son «fisiológicos» y por tanto «pasajeros» la mayoría de las veces.

Por lo tanto, no es necesario un tratamiento médico para inconvenientes como éstos, a no ser, puntualiza, que puedan ser tratados si ello supone una mejora en la calidad de vida. «Puede ser fisiológica una disminución de la líbido tras la menopausia, pero si tenemos medios para mantenerla, parece razonable utilizarlos», sugiere este experto.

Susan Love es una destacada cirujana estadounidense y gran conocedora del cáncer de mama. Investigadora, habitual en programas televisivos de su país, es sobre todo una activista internacional por la salud de las mujeres y muy crítica con, precisamente, la medicalización de la vida del sexo femenino. Uno de sus best-seller, publicado en 1997, llevaba por título ‘‘Dr. Susan Love´s hormone book’’ y en él se cuestionaban muchos aspectos relacionados con el tratamiento de la menopausia. Ella lo tiene claro: «Para tratar síntomas de la menopausia, tomar hormonas dos o tres años puede que sea seguro, pero si quieres tomarlas como prevención, las tienes que tomar el resto de tu vida y eso me preocupa», resumía en una entrevista publicada por la revista ‘‘Mujeres y Salud’’ en 1998.

Su apuesta pasa por una mejor dieta y más ejercicio físico. «Lo natural es la menopausia. Nosotras no necesitamos tener los estrógenos altos toda la vida. No es bueno». -

GASTEIZ



¿Mas perjuicios que beneficios?
En el año 2002, un ambicioso estudio para conocer los efectos de los combinados de hormonas y su utilidad en la menopausia, realizado con unas 16.600 mujeres, fue interrumpido a pesar de que debía haber acabado en 2005. El balance provisional de resultados no era nada alentador. Por cada 10.000 mujeres que tomaron el preparado durante un año, ocho enfermaron de cáncer, siete sufrieron un infarto, ocho padecieron un ataque de apoplejía y ocho tuvieron coágulos de sangre, todos esos casos por encima de los datos del grupo que no tomaba las hormonas. También había ventajas, pero insuficientes en una balanza: seis casos menos de cáncer intestinal y cinco menos de fractura de la articulación de la cadera.

Haciendo una simple extrapolación y atendiendo a la publicidad de la farmacéutica líder en esta mercado, Wyeth Lederle, de que facilita terapia hormonal a más de 100 millones de mujeres, el impacto sería de 70.000 casos más de enfermedad coronaria al año, 80.000 casos más de cáncer de mama invasivo u 80.000 casos más de ictus cerebrales. Casi nada.

El mito de la «hormona beneficiosa», como la llama Jörg Blech en su libro ‘‘Los inventores de enfermedades’’, parecía venirse abajo. Pero nada más parecido. Como bien apuntilla el propio autor, «la menopausia la combaten mediante hormonas; los tumores que éstas provocan, los extirpan más tarde».

El reciente caso ocurrido con el fármaco Agreal, llevado a juicio por cientos de mujeres en el Estado español, es uno más. Otro juez, éste sanitario, como la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), acaba de revisar los principales estudios publicados hasta la fecha sobre los efectos de las combinaciones de estrógenos y progesterona sobre ciertos tipos de cáncer. El resultado es que combinaciones hormonales en tratamientos para el alivio de la menopausia, tienen efectos carcinógenos para el ser humano.

Este informe, avalado por la OMS, se mostraba tajante con la terapia hormonal sustitutiva (THS) que toman muchas mujeres menopáusicas para el alivio de los síntomas más frecuentes de esta etapa: no se ha observado ninguna evidencia que permita asegurar que tiene efecto protector, mientras que sí se ha relacionado con la incidencia de cáncer de mama y endometrio (en función de los ingredientes y la duración de la terapia).


 
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