El único Gobierno alternativo a CiU posible en Catalunya acabó de romperse ayer sin haber cumplido los dos años y medio. A la hora de analizar esta quiebra, es preciso distinguir las cuestiones de principios ­como la posición de ERC en defensa del Estatuto aprobado por el 90% del Parlament­ de los enormes errores de gestión que ha tenido el propio tripartito, tanto en la negociación del texto salido de Catalunya como en la resolución de sus complicaciones internas. Y todo ello, no cabe olvidarlo, se ha dado en un contexto de hostilidad contra la alianza de PSE, ERC e ICV que han alimentado la derecha española, un amplio sector del PSOEy, por supuesto, CIU.

El hecho de que el anuncio de una decisión clave como la expulsión de los consejeros de ERC y del adelanto electoral lo hiciera el portavoz de ICV, Joan Saura, a la salida de su reunión con Pasqual Maragall, es un ejemplo, si se quiere nimio, pero también esclarecedor, del desgobierno que reinaba en la Generalitat y que tan fácil ha puesto las cosas a los opositores a este tripartito. La negociación del texto salido del Parlament de Catalunya también fue una muestra de cómo no deben hacerse las cosas. Primero porque para acabar aceptando los recortes, hubiera sido más inteligente pactar con anterioridad con el presidente del Gobierno español cuáles eran los márgenes en los que podía moverse el proyecto para que no fuera desnaturalizado en Madrid, con el coste evidente que eso iba a tener. Y si se pretendía hacer una negociación «a cara de perro» con un texto soberanista, había que haberlo hecho desde la unidad de todos los firmantes y con el apoyo de la sociedad catalana movilizada en defensa del derecho a decidir.

Cuando cada partido ha negociado por su cuenta el texto más importante para Catalunya de los próximos años, y además con divisiones dentro de cada una de las formaciones; cuando Maragall se movía unas veces por los dictados de Madrid, otras por sus propias decisiones y otras no se sabe bien por qué; cuando la hostilidad externa es extrema; cuando ERC adopta decisiones en su dirección sin haber consultado antes a sus bases y después debe rectificarlas;cuando se dan tantas condiciones negativas, es inevitable que una empresa acabe en semejante desastre, que lo más probable es que tenga importantes consecuencias para el futuro en Catalunya.

En todo caso, no conviene que, de tanto mirar a Barcelona, se pierdan de vista otras maniobras que se están produciendo mucho más cerca. -