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Gara > Idatzia > Euskal Herria 2006-09-03
Cara a cara (o casi) entre Arzalluz y Garaikoetxea a los veinte años de la escisión del PNV
Cuando se cumplen estos días los veinte años de la escisión en el PNV y el posterior nacimiento de EA, GARA recrea en estas páginas una conversación entre los líderes Xabier Arzalluz y Carlos Garaikoetxea. Sus afirmaciones, salvo los giros coloquiales, están fielmente entresacadas de sus res- pectivos libros de memorias políticas «Así fue» de la editorial Foca y «Euskadi, la tran- sición inacabada», de Planeta.

­Este lunes se cumplirán veinte años de la escisión...

Xabier Arzalluz. ­ Bueno... antes Carlos Garaikoetxea ya fue poniendo en marcha toda una estrategia abocada a la escisión: calculada, soterrada, pero bien definida.

Carlos Garaikoetxea. ­ No es cierto que las polémicas y tensiones de los meses previos respondieran al intento premeditado de provocar una ruptura. Intentábamos recomponer fracturas muy graves y reconducir las cosas por los derroteros de la modernidad, la democracia interna y el progresismo.

­Se ve que mantienen sus disputas. ¿Cuánto de diferencias personales hubo en la escisión?

C.G.­ Es un tópico atribuir la crisis a choques personales. Para mí, Arzalluz era un compañero imaginativo, ocurrente y divertido. Le invité a compartir algunos viajes conmigo, porque en los viajes se conoce a la gente, y nada anormal afloraba en una relación de amistad y leal compañerismo. Por eso, cuando accedí a la Presidencia del Gobierno, no dejaron de sorprenderme algunas confidencias que me llegaban, generalmente por boca de periodistas, diciéndome que me ponía de vuelta y media.

X.A. ­Las divergencias eran políticas, y no conmigo, sino con la mayoría del partido. Por supuesto que nuestras personalidades son muy diferentes, pero eso no quiere decir nada. El es un hombre que goza de grandes cualidades personales: de apariencia, de capacidad de vender su imagen, de oratoria, de formación. Pero tiene un carácter «paranoide». Cree que todo el mundo está contra él. De hecho, fue por su buena presencia, buena formación y por ser navarro por lo que yo le propuse para presidir el EBB en 1977,

C.G. ­ En aquellos años la autoridad de Juan Ajuriagerra era indiscutible y la continuidad de su liderazgo algo natural. Pero Ajuriagerra debió pensar entonces que era bueno darle paso a otra persona más joven para desempeñar el cargo.

X.A. ­La propuesta fue mía y los demás callaron. Garaikoetxea salió elegido por silencio. Por un consenso implícito. Luego me quedé preocupado de si Ajuriagerra se lo habría tomado como una puñalada, por más que yo lo hubiera planteado convencido de que era lo mejor para el partido.

­Después llegó la elección de Carlos Garaikoetxea como lehendakari...

X.A. ­Y que comenzara a gobernar a su aire. No quiero decir que lo hiciera mal; simplemente que lo hacía por su cuenta. Quería todo el poder para él y que el partido se limitara a facilitar el cumplimiento de sus exigencias. Algo ajeno a nuestra idiosincrasia.

C.G.­ Cuando se planteó por primera vez en la Ejecutiva Nacional mi candidatura, a mí me pareció obligado que en la primera elección reconociéramos el papel del lehendakari Leizaola, después de tantos años de sacrificado exilio, proponiéndole como candidato a lehendakari ante la Asamblea Nacional del Partido. La idea no fue aceptada al considerar algunos la edad del anciano lehendakari poco adecuada para el empeño que se avecinaba. Y, por otra parte, quiero recordar que el EBB, en reunión del 20 de marzo, decidió proponer a la Asamblea Nacional que se me relevara de la disciplina de partido en caso de ser elegido lehendakari, algo que fue aprobado por unanimidad.

­El acceso de Garaikoetxea a la Presidencia conllevó la llegada de Arzalluz al EBB...

C.G.­ Antes de ser lehendakari, cuando era presidente del Consejo General Vasco y el partido me había otorgado la confianza para compatibilizar ese cargo con el de presidente del EBB, se presentó Xabier Arzalluz en mi despacho de la Diputación de Bizkaia con semblante preocupado diciéndome que quería dejar su escaño en el Congreso porque no podía soportar el «ambiente» de Madrid. Aunque ya sospechaba las razones de fondo de su deseo, cuando existía una guerra abierta en Bizkaia para desbancar al BBB y estaba abierta mi próxima sustitución en la Presidencia del EBB, le dije que comprendía sus argumentos, que en parte eran sinceros, pero traté de disuadirle. El 22 de diciembre de 1979, en una tormentosa asamblea, fue derrocada la ejecutiva presidida por Antton Ormaza y le sustituyó otra presidida por Arzalluz. A los tres días dimitió como diputado y a los tres meses, al ser yo elegido lehendakari, me sustituyó como presidente del EBB.

X.A.­ Pero en nuestro partido, el presidente del EBB es sólo de cara al exterior, porque alguien tiene que dar la cara y hacer de portavoz, pero, por lo demás, todos somos iguales.El voto de todos vale lo mismo.

­Y con cada uno en su puesto, comenzaron los problemas...

C.G. ­ Ya he dicho que la Asamblea Nacional me había eximido de la disciplina de partido.

X.A.­ Invocó el precedente del lehendakari Agirre. Pero hay que recordar que cuando a Agirre se le eximió públicamente de la disciplina de partido, los miembros del EBB que estaban en Bilbao se lo llevaron a la Basílica de Begoña y delante de la hostia consagrada le obligaron a jurar que se comprometía a obedecer las instrucciones del partido incluso a costa de su propia vida. A Garaikoetxea se le propuso que, siguiendo el ejemplo que él mismo había puesto, prestara idéntico juramento. A lo que respondió que no sería eficaz, que esas cosas acaban sabiéndose, etcétera. Total, que se negó. Y nosotros nos quedamos sumidos en la perplejidad. ¿En qué asuntos debíamos intervenir? ¿En cuáles no? ¿Cuándo? ¿Con qué autoridad?

C.G.­ En realidad no vi dificultades derivadas de mis pronunciamientos favorables a una línea socialdemócrata o de nuestras diferentes posiciones, sobre asuntos como la solución a la central nuclear de Lemoiz o la OTAN.

X.A.­Yo entonces era partidario de la permanencia en la OTAN. Ahora creo que es necesario un ejército paneuropeo. La OTAN se ha convertido en un instrumento del Gobierno americano para no andar solo por Oriente.

C.G.­ En todo caso, recuerdo que entonces hubo dos asuntos que empozoñaron y quizá sirvieron de catalizador a otras discrepancias más serias relacionadas con los asuntos citados: la cuestión navarra y la expulsión de la organización regional tras el problema surgido en las lecciones municipales de 1983, en el que la dirección del partido ordenó apoyar a UPN a cambio de acuerdos en vizcaya, y el famoso proyecto de Ley de Territorios Históricos, regulador de las competencias y relaciones entre las instituciones nacionales y provin- ciales, en el que chocaron la concepción tradicional-foralistas, apoyadas por la dirección del PNV, y las que defendían una mayor fortaleza del Gobierno vasco en la dirección política del país.

­Hablemos pues de la LTH...

C.G.­ Ese asunto acabó por provocar la crisis de mis segundo Gobierno a finales de 1984, pero ya en diciembre de 1983 nos obligó a modificar el primer proyecto de ley para evitar una fractura grave como consecuencia de la confrontación que encabezaba el diputado general alavés Emilio Guevara.

X.A.­Cada año teníamos problemas entre el Gobierno y las diputaciones. Así que decidimos que era necesario regular esas relaciones. En el EBB decidimos crear una comisión que representara al partido, al gobierno y a las diputaciones, que estuviera integrada básicamente por técnicos, que delimitara los problemas y buscara las soluciones. Sabíamos que el procedimiento sería largo, como tantos otros en el PNV. Pero Garaikoetxea no quiso esperar.Tiró por la calle de en medio. Pidió al difunto Carmelo Renovales y a Juan Porres que se encerraran un fin de semana y el lunes volvieran con un borrador. Luego, Pedro Luis Uriarte, que estaba de consejero de Hacienda, y era muy partidario de acrecentar más y más el poder del Gobierno, empezó a tachar, añadir y corregir. Renovales le hizo ver que aquello iba contra lo que había dicho el EBB y que no iba a gustar a los diputados generales, pero Uriarte respondió con un «que los meta en vereda el partido, que para eso está». Aquello provocó la indig- nación de las diputaciones. El que más se enfadó fue EmilioGuevara. El proyecto de LTH de Garaikoetxea no fue aprobado. Salió una ley mucho más ajustada y equilibrada, que es la que rige todavía.

­Pero aquello no resolvió las fricciones...

X.A.­ Apenas 20 días después de aprobarse la LTH, a dos meses de las elecciones, Garaikoetxea anunció que no se presentaría, a no ser que se le acep- taran ciertas condiciones. Alegó razones de familia, la necesidad de ocuparse del negocio familiar y cosas de ese género. Su negocio, para esa época, no daba más de sí. Sonó falso. Fue un órdago. Garaikoetxea no contaba para nada con el partido y estaba convencido de que su popularidad le bastaba y que si había una ruptura las bases nacionalistas irían con él. Aquello fue un chantaje en toda regla. Hubo que transigir. Se presentó a las elecciones, ganamos y volvimos a formar gobierno monocolor, aunque en minoría.

C.G.­ Eso no fue así. La LTH aprobada abría el camino a todo tipo de disfunciones y conflictos entre las instituciones, y el PNV decía que su función moderadora garantizaba el consenso. Las leyes no pueden depender de la función arbitral de un partido. Así que el 13 de diciembre de 1983, cuando el EBB me propone volver a ser candidato a lehendakari, yo rehusé asumir tal distinción. No era una maniobra táctica. Pero en los siguientes días buenos amigos me pidieron que reconsidera mi posición. Propuse al EBB que me presentaría con dos condiciones: que el desarrollo y aplicación de la LTH se hiciera de acuerdo a los criterios del Gobierno y que abandonaran su anunciada intención de restablecer sobre el lehendakari la disciplina de partido. El 30 de diciembre, la Asamblea Nacional hizo prevalecer la idea inicial del EBB. Pero al anunciar que no me iba a volver a presentar, se inició un proceso de consulta y decisión desde las bases y el 7 de enero de 1984 se celebró otra Asamblea Nacional que aceptó mis condiciones.

­Aunque continuaron los problemas entre gobierno y partido...

X.A. ­En mayo, y cumpliendo mis compromisos, deje la presidencia del EBB, el EBB y el BBB y me fui a Cambridge. Un cambio de estatutos me permitía seguir en mi puesto ­hubo quien dijo que se había hecho para eso­ pero me quité de en medio para negar cualquier fundamento a la tontería de que el creciente conflicto entre Carlos Garaikoetxea y el partido era resultado de un choque personal.

C.G.­ Algunos comentaristas políticos no dudaron de que Arzalluz sólo se había retirado temporalmente mientras sus testaferros incondicionales realizaban el trabajo sucio purgando la organización del partido y derribando al Gobierno. Diez días antes de que se tomara la decisión de expulsar a toda la organización navarra, Arzalluz había dejado la presidencia del partido en manos de uno de sus incondicionales, Ramón Sudupe. Los hechos parecieron dar la razón a estos analistas. Diecinueve meses después, Arzalluz volvió a asumir la presidencia ya sin límites estatutarios para sucesivas reelecciones.

­Y llega la dimisión...

C.G.­ Los choques y las críticas eran cada vez mayores. No había acuerdo entre las diputaciones y el Gobierno en el tema de las aportaciones y el 21 de octubre de 1984 el EBB anunció un proceso de consulta sobre la organización institucional, lo que suponía revisar una de las condiciones con las que acepté volver a presentarme. Aquello fue a más, el EBB se colocó del lado de las diputaciones y el 18 de diciembre, en una Asamblea General, al no aceptar la propuesta del EBB, se me retiró la confianza. El 22 de diciembre se anunció la candidatura de José Antonio Ardanza.

X.A.­ Es absurdo que le hubiéramos destituido, porque el partido no tenía autoridad sobre el lehendakari. Sucedió que en la Asamblea fue sometido a un bombardeo de preguntas que le obligaban a definirse: sí o no. El no estaba acostumbrado a un acoso semejante. No sabiendo cómo mantenerse, decidió presentar su dimisión como lehendakari.

­Comenzó entonces una nueva guerra...

X.A.­ Para entonces ya estaba desencadenado el engranaje de la escisión. En las siguientes elecciones generales perdimos votos y nos llegaron noticias de que en algunos batzokis controlados por Garaikoetxea estaban celebrando ese descenso como un éxito propio. Hubo un boicot sobre todo en Araba y Bizkaia. En Gipuzkoa no porque allí los candidatos eran suyos. Después de ver aquello dije que iba a ser necesario cortar por lo sano. «No tengo miedo a una escisión. No sería lo peor».

C.G.­ Yo colaboré lealmente en aquella campaña electoral y voté al PNV. El acoso contra mí y contra los críticos con la dirección se acrecentaba. El 21 de agosto de 1986 el teléfono de mi casa empezó a funcionar mal. Se descubrió un «pinchazo» bastante chapucero. Teníamos la convicción de que detrás de aquello estaba el Departamento de Interior, dirigido por Retolaza, mano derecha del presidente del EBB.

X.A.­ El «pinchazo» no fue cosa nuestra, ni del partido ni del Departamento de Interior, y eso la sentencia lo dejó claro. No faltaron los que especularon con la posibilidad de que todo fuera un asunto prefabricado, desde el propio entorno de Garaikoetxea.

C.G.­ ¿Cómo que «no faltaron los que especularon»?, si eso lo escribió Xabier Arzalluz en un artículo en “Deia” el 24 de agosto con el título “Descrédito y Martirio” y después lo repitieron otros altos cargos del PNV y del Gobierno de Ardanza. En cuanto a la sentencia, el fiscal, Jesús Cardenal, parecía el abogado defensor de Retolaza. Se obviaron las confesiones de algunos de los implicados, relatando con todo detalle sus reuniones en el domicilio de Bakio del consejero. Como suele suceder casi siempre, fueron condenados los subalternos y salio incólume el jefe.

­Y, al final, nació EA...

C.G. ­ La organización «crítica» de Gasteiz, depurada por el PNV y liderada por su presidente, igualmente expulsado, Manuel Ibarrondo, se reveló ante el atropello y en una asamblea celebrada el día 4 de setiembre con la asistencia de cuatrocientos socios decidió poner en marcha un nuevo partido bajo la denominación Eusko Abertzaleak-Nacionalistas Vascos. El día 16 de setiembre, la asamblea «crítica» de Gipuzkoa se declaró «autónoma» y días después decidió participar en el nuevo partido. Se sumaron también navarros y vizcainos y el día 24 de setiembre once de los 32 parlamentarios del PNV en la Cámara de Gasteiz pasamos al Grupo Mixto.

X.A.­ Garaikoetxea hizo un partido con mimbres muy diversos. De un lado cogió adhesiones personales, que las tenía, y en cantidad considerable. De otro sumó descontentos y ambiciones que no encontraban modo de progresar en el partido. Y a eso añadió un buen puñado de protagonistas de viejos rencores. Pero la coherencia del conjunto dejaba mucho que desear. Había desde anticomunistas viscerales, vinculados de antiguo a los servicios secretos norteamericanos, hasta otros que se los daban de izquierdistas. Queda aparte su financiación. Creo saber cómo se hizo, pero no tengo pruebas.

C.G.­ Sobre eso de la financiación, hay que recordar que en una rueda de prensa que dieron en Pamplona antes de las elecciones municipales de 1987 el propio Ardanza, Arzalluz y el presidente del nuevo PNV de Navarra, éste último, mientras Arzalluz permanecía callado, insinúo que me podía haber llevado fondos públicos de mi época de lehendakari. Ardanza, menos cuco que el presidente del EBB, se permitió añadir ante el asombro de los periodistas que «cuando llegué a Ajuria Enea la encontré totalmente vacía». Luego tuvo que corregir sus palabras. Presentamos una denuncia por lo dicho, pero la jueza encargada del caso se lo quitó de en medio con un reproche a lo que definió como «polémica propia del acaloramiento de las campañas electorales». Eusko Alkartasuna tuvo que superar muchas zancadillas, como el que el propio nombre de Eusko Abertzaleak estaba ya registrado como Euzko Abertzaleak, con esa grafía jelkide. En campaña, ETB nos exaspe- ró con su parcialidad. Y, pese a todo, las elecciones fueron un éxito. Vencimos en Gipuzkoa y en Araba, así como en sus capitales y obtuvimos un buen resultado en Nafarroa y en Bizkaia. -


 
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