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Gara > Idatzia > Iritzia > Editoriala 2006-11-01
Derribar la prisión, guardar la memoria

Las palas excavadoras se han encargado de reducir a escombros la prisión de Long Kesh (Maze), en la que entre agosto de 1971 y julio de 2000 cumplieron condena más de 25.000 presos de organizaciones armadas republicanas y grupos paramilitares lealistas. El alto el fuego decretado por el Ejército Republicano Irlandés (IRA) en 1994 dio paso al excarcelamiento de los presos políticos. La práctica totalidad de esas puestas en libertad se dieron desde Long Kesh.

El reagrupamiento de los prisioneros en esta cárcel cercana a Belfast facilitó que pudieran recibir la visita de representantes de organizaciones políticas, y hasta de la ex ministra británica para Irlanda del Norte, la ya fallecida Mo Mowlan. Su implicación en los preparativos del proceso de paz fue buscada por los gobiernos británico e irlandés.

Vaciar Long Kesh fue uno de los compromisos que asumió el Estado británico ante el IRA. Lo selló un Gobierno conservador, compañero de grupo de la UMP francesa y del PP español en la Cámara de Estrasburgo. Antes de cumplirse el segundo aniversario del alto el fuego del IRA, todos los presos regresaron a sus casas. No se les exigió nada a cambio. Unica y exclusivamente apoyar un proceso que ellos mismos habían contribuido a forjar.

Con la demolición de Long Kesh se pasa una página en el imaginario colectivo de las comunidades unionista y republicana, aunque haya sido esta segunda la que haya vivido con mayor carga emocional el proceso abierto en 2003. Desde ese año, representantes de partidos políticos, electos de la localidad de Lisburn y oficiales británicos han debatido sobre el futuro de la prisión que albergara los tristemente famosos Bloques H. También la opinión pública ha sido consultada sobre el destino del solar que albergara en la II Guerra Mundial un campo de aviación de la RAF y sobre el que luego se construyó la cárcel cuyo nombre daría la vuelta al mundo a raíz de la muerte de Bobby Sands y otros nueve militantes republicanos.

Finalmente, sobre las ruinas de un símbolo de sufrimiento humano se alzará un lugar de encuentro, un estadio. Sobre la mayoría de ellas, no todas, ya que las celdas de los huelguistas de hambre y su mobiliario serán conservados en un centro internacional de reflexión sobre la resolución de conflictos que se elevará también en la zona. Una decisión más o menos aceptable para todos, que ha permitido demoler Long Kesh sin enterrar la memoria. -


 
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