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Gara > Idatzia > Kultura 2007-01-06
Borja COBEAGA | Director y guionista
«No hay una diferencia aplastante entre nominarte y ganar; esto ya es alucinante»
El donostiarra Borja Cobeaga ha logrado, gracias a «Eramos pocos», convertirse en uno de los diez seleccionados de los que finalmente saldrán los cinco nominados al Oscar al mejor cortometraje. Dice sentirse feliz y sorprendido, si bien admite que ganar no es lo que más le preocupa. Sabe que, pase lo que pase, su filme creará expectación. Por ahora, basta.

El cortometraje «Eramos pocos» cuenta la historia de un padre (Ramón Barea) y un hijo (Alejandro Tejería) que, abandonados por la madre, sacan a la abuela del asilo (Mariví Bilbao) para que les cuide. Enmarcado en el género de la comedia, y con una duración de 16 minutos, es uno de los filmes preseleccionados para aspirar al Oscar al mejor cortometraje. Borja Cobeaga explica a GARA sus primeras sensaciones tras conocer la decisión de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.

­¿Era una noticia esperada?

No, en absoluto. Sobre todo por la cantidad de cortos que se producen en el mundo. Quiero decir que hay un montón, y muy buenos. Yo he tenido la suerte de que el corto ha ido a bastantes festivales fuera, y he visto un nivel impresionante. Ves cantidad de cortos que son muy buenos. Estar entre los diez que finalmente optan a las nominaciones es sorprendente porque hay muy buen nivel.

­Decía el jueves, día en que se conoció la decisión oficial, que su madre está muy orgullosa...

Sí, mi madre y mi padre ­sonríe con ironía­. Mi aita me ha echado la bronca, porque había leído que hablaba de mi madre y, por ello, me dice: «¿Qué te crees, que yo no estoy contento?’». Pero bueno, asume que soy muy de madre.

­¿Cree sinceramente que su filme se merece la estatuilla?

No lo sé, la verdad es que tendría que ver los otros finalistas. Me faltan referencias como para saber si se lo merece o no. Aún así, como normalmente esto del cine es tan injusto, seguro que gana el que no se lo merece... ¡Posiblemente sea el mío! ­ironiza de nuevo­.

­Pero no lo descarta...

De momento, me parecería estupendo y ya me parece difícil que sea finalista de los cinco nominados. Eso sería lo mejor; que luego gane o no me da igual. Por la experiencia que tengo, y siendo amigo de Nacho Vigalondo desde hace dos años cuando lo nominaron, creo que no hay una diferencia aplastante entre nominarte y ganar, pues la nominación ya es un premio alucinante. Es mucho más grande el salto que hay entre que no te nominen a que sí lo estés, que el que hay entre nominarte y ganar. No puedes aspirar a más. Además, lo realmente importante es que eso hace que se vea más el corto, genera interés. Hacemos cortos para que se vean. Yo, desde luego, lo hago para que tenga el máximo público posible, y esto está muy bien.

­¿Aunque parezca precipitado, a quién dedicaría el Oscar?

No lo sé. Pensaría en mucha gente. Quizás, entre las personas que más se lo merecen me viene el nombre de Txema Muñoz, coordinador del programa Kimuak, que es el que distribuye nuestros cortos, y ése sí que es una madre. De verdad, el trabajo y la labor que hace para distribuir los cortos y para que se vean por el mundo es alucinante. Es la primera persona que me viene ahora a la cabeza.

­Cita el programa Kimuak, impulsado por Lakua con objeto de fomentar la difusión de los cortos producidos en la CAV. ¿Cómo valora su trabajo?

Sólo tengo buenas palabras. En los dos programas en los que he estado ­en 2001 y 2005­, no veo defectos por ningún lado, porque está en manos de Txema Muñoz, una persona muy eficaz que se desvive por todos los cortos. Imagino que él tendrá un montón de críticas sobre cómo funcionan las cosas porque le gustaría que funcionaran mejor, pero lo que me llega a mí es tener a una persona que se desvive por que tu corto se vea y sea distribuido.

­Su corto trata de un padre y un hijo que, al ser abandonados por la madre, acuden a su abuela para que les cuide. ¿Es una historia familiar?

No, en realidad no es una familia concreta. Me gusta mucho situar las historias en un ambiente familiar, porque son los más cercanos y es donde más surgen los conflictos. Es gente con la que estás obligada a convivir, porque a tus amigos los eliges pero a ellos no. Les quieres por una fuerza extraña de la naturaleza, pero no tienes por qué llevarte bien, ni nada de eso. Ahí surgen muchos conflictos, y creo que realmente es el ambiente más propicio para hacer historias. Esta es una mezcla de familias. Me gusta escribir sobre lo que conozco, y todos tenemos una familia.

­Se trata de una comedia, pero también es crítica...

Cuando escribí el guión había gente que la veía como comedia muy poco cómica y muy negra. La gente sí me dijo que lo estaba aprovechando para hacer un drama estupendo. La verdad es que me gusta ese término medio. Yo lo veo como una comedia, porque es muy patética, y el humor que más me gusta surge del patetismo de la gente, de lo que es capaz de hacer por algo; en este caso, por comer caliente. Ha habido gente que me pregunta si acaba bien o no, y yo pienso que la mujer acaba siendo explotada, pero es lo que ella quiere, prefiere sentirse útil. No me gustaría juzgar a los personajes, ni ser moralista. Escribo y hago lo que creo que pasaría, cada uno tiene sus necesidades. Es la sinergia.

­Actualmente trabaja en Madrid. ¿Es necesario salir de Euskal Herria para triunfar en el campo audiovisual?

Hay ejemplos en los que no se necesita, como el de Pablo Malo. Creo que es posible triunfar aquí, pero a mí me gusta viajar y moverme; lo mismo trabajo en Bilbo, que en Donostia o en Madrid. En el cine sí parece más fácil salir de aquí, pero creo que el estado perfecto es estar con un pie fuera y otro dentro. Soy un culo inquieto.

­También ha trabajado en la televisión. Entre otras cosas, dirigió «Vaya semanita», de ETB. ¿Qué tal la experiencia?

Sobre todo te aporta mucha paciencia, porque, como en la televisión todo va tan rápido, luego, el hacer cortos parece un balneario. Al estar acostumbrado a resolver ocho mil problemas al día, cuando trabajas con un material propio como este corto, que es más personal, estás mucho más seguro. Te aporta seguridad y experiencia. Me gusta el aprendizaje y la inme- diatez de la televisión, eso está muy bien. Sobre todo me ha aportado la experiencia, quizá esa sangre fría, y también el tener las ideas claras. Un director tiene que tenerlo todo claro, si no, todo se desmorona.

­¿El próximo reto?

Tengo un encargo de una productora de Madrid para un largometraje. Quieren que escriba un guión de comedia romántica, y les propuse la idea de hacerlo en Donostia. Les pareció estupendo. Es una comedia de chico conoce chica, y queremos rodarla en otoño.

­¿Un gran salto?

Sí, complicado. Hay quien dice que el corto es más difícil porque hay que sintetizarlo, pero no es verdad, porque en lo otro tienes que mantener el interés durante 90 minutos. Eso es lo más complicado del mundo; es una cuestión cuantitativa y cualitativa. Me impone respeto.

­¿Qué le pide al nuevo año?

Es complicado, pero no te diré que pido que me den el Oscar.-


 
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