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Una parte de Euskal Herria, «la mejor", abrazó en occitania al ex preso Filipe Bidart

La Plaza San Andres de Baiona ha sido decenas de veces testigo del trajín de numerosos autobuses que partían o llegaban de visitar militantes vascos. Ayer, sin embargo, el ambiente era distinto y, a pesar del madrugón, los ojos de los viajeros tenían un brillo especial, seguramente por el destino y la finalidad del desplazamiento. L

Se dirigían a Beziers a abrazar a Filipe Bidart que el pasado miércoles llegó a la ciudad occitana tras abandonar la cárcel de Clairvaux. Las primeras horas de viaje transcurrieron tranquilas. La mayoría dormitaba pero, según avanzó la mañana y tras una `parada-cafetera', el ambiente empezó a animarse.

Algunas gotas de lluvia al avistarse las torres de la ciudadela medieval de Carcassonne anunciaban el tiempo que los esperaba en Magalas, pequeño pueblo donde se realizó el tan esperado encuentro al haberse manifestado el alcalde de Beziers en contra del acto de recepción al baigorriarra.

Los más jóvenes preguntaban impacientes cuándo llegaban. Otros empezaron a cantar y el tiempo se hizo más corto hasta que, en un cruce, la presencia de la policía fue la señal para saber que ya no quedaba mucho tiempo para poder encontrarse con el baigorriarra al que muchos no conocían personalmente y otros no habían visto en años.

Los dos autobuses que partieron de Baiona junto con los otros dos de Baigorri llegaban a destino hacia la una del mediodía. Cuando los pasajeros descendieron se encontraron con muchas caras conocidas de amigos que se habían trasladado en coche y con una multitud de cámaras y periodistas que esperaban con inusitada expectación. Enseguida, el parking se coloreó de ikurriñas y de pancartas que exigían la liberación de todos los presos, la amnistía y una resolución política al conflicto.

Avalancha

Los medios de comunicación se apresuraron en recoger testimonios y declaraciones de los recién llegados y sus cámaras se unieron a otras que, a todas luces, no pertenecían precisamente a ninguna agencia de prensa y que, aunque discretas, eran visibles tras las ventanas del edificio de enfrente.

Unos minutos más tarde hacían aparición media docena de vehículos entre los cuales el que trasladaba a Filipe junto a sus hermanos. Los amigos esperaron impacientes a que descendiera. No así las cámaras y fotógrafos que, literalmente, se avalanzaron sobre Bidart. Protegido por amigos, entró rápidamente en el recinto donde, inmediatamente, realizó unas declaraciones a la prensa junto a sus abogados y miembros del Comité Filipe Aska!

Fue muy escueto y claro: «Como ya lo dije a mi salida de la cárcel, reitero que la situación de Euskal Herria necesita la puesta en marcha de un proceso de resolución del conflicto a fin de obtener el reconocimiento de su existencia por parte del Estado francés. Me inscribo totalmente en el proceso de paz, única vía para alcanzar una paz justa y duradera ».

Tras estas palabras, el ex prisionero se levantó para dirigirse al parking donde se encontraban los amigos llegados de Euskal Herria y, con un telón de fondo formado por aplausos y gritos, que podían apreciarse desde el interior cuando éste apareció, sus dos abogados tomaron la palabra.

Filipe Aramendi denunció la «campaña de manipulación y deformación» de las declaraciones que Bidart realizó a su salida de la cárcel. Por su parte, Aña-Marie Mendiboure recordó que Filipe Bidart ha sido puesto en libertad en aplicación de la legislación vigente y manifestó que se la han impuesto las condiciones habituales, a saber, un lugar fijo de residencia donde trabajará, control judicial, seguimiento de su evolución por parte de los responsables de reinserción y no poder desplazarse al extranjero sin permiso previo del juez.

Enfado del comité

Mendiboure añadió que espera que «la decisión judicial pueda aplicarse con serenidad máxime cuando hay un recurso de casación que ha sido interpuesto contra su liberación condicional» por lo que pidió respeto, en especial a los medios de comunicación y políticos.

Gabi Mouesca fue el último en tomar la palabra. Lo hizo con firmeza y aclaró que lo hacía como miembro del Comité, como ex preso y «porque no podía ser de otra forma, como amigo que soy de Filipe». Expresó el enfado que han sentido por las declaraciones «extremadamente graves» que se han podido escuchar estos últimos días, en clara referencia a las posiciones esgrimidas por algunos representantes políticos. No citó sus nombres, pero quedó meridiana- mente claro que se refería al candidato de extrema derecha Philippe de Villiers, al diputado de la UMP y ex magistrado Alain Marsaud, de quien incluso dudó que sepa lo que significa la separación de poderes, y por último al alcalde de Beziers, también del mismo partido, por las manifestaciones realizadas «que no contribuyen a calmar los espíritus».

Mouesca mostró su indignación y la de sus compañeros por la manipulación que se hace de las víctimas y añadió que «ha habido violencia en Euskal Herria que ha causado víctimas en un lado y en otro pero los vascos nunca nos hemos valido de esta dramática contabilidad». Aseguró que son, «desgraciadamente el fruto amargo de los conflictos» y se mostró totalmente de acuerdo con Bidart sobre la necesidad de «construir una paz definitiva basada, en la justicia» .

Al fin con los amigos

Estas declaraciones no pudieron ser escuchadas por los amigos de Bidart que gozaba, por fin, de su presencia en las afueras del recinto al que accedieron nada más marcharse los medios de comunicación para poder estar tranquilamente con él y festejar el encuentro.

En un ambiente casi familiar, podía verse al baigorriarra con un grupo de ex-alumnos suyos a los que apenas reconocía, después con antiguos amigos que no habían podido verle durante tantos años, con militantes y representantes de partidos (AB, Batasuna, Aralar) que se habían desplazado para la ocasión o con vecinos de su localidad natal a la que no podrá ir durante siete años.

Entre tanto, manos afanosas prepararon la megafonía y un estrado. Una veintena de jóvenes se ataviaron de dantzaris y la txalaparta y las gaitas comenzaron a sonar.

La sencillez y la emotividad fueron la característica del acto en el que representantes de Askatasuna y del Comité Filipe Aska! tomaron la palabra para dar una bienvenida a distancia a Filipe Bidart.

En todo momento, la situación del Colectivo de Presos Políticos Vascos y la lucha que en estos momentos está realizando estuvieron presentes.

El momento más emotivo fue cuando subieron al estrado Filipe Bidart, su padre Jean-Battite y un representante de la Cimade, organismo que ha acogido y en el que trabajará el ex-preso. El propio Filipe con las palabras «lehenengo aitari» colocó una txapela a su padre y éste otra a su hijo, antes de fundirse en un largo abrazo entre los aplausos de los congregados.

Aplausos que redoblaron en fuerza cuando, al tomar la palabra el baigorriarra, dijo: «Antes de hablar...» y desplegó un gran cartel con la foto de Iñaki de Juana amarrado a su cama de hospital.

Fiesta sin olvido

Cuando los ánimos se calmaron un poco, Bidart recordó que «existe un tiempo para luchar, un tiempo para ganar y un tiempo para celebrar». Añadió que «si bien el de hoy -por su excarcelación¯ es un pequeño triunfo toca celebrarlo» insistiendo que ha sido gracias al esfuerzo y a la solidaridad conjunta. Celebración que condicionó, sin embargo a «a no olvidar a los que no podían estar presentes» recordando a presos y a los compañeros muertos.

Con una pizca de humor en el tono, Bidart manifestó que ya que «por el momento no podía ir a Euskal Herria» era Euskal Herria, «por lo menos la mejor parte» de ella la que había venido hacia él y aseguró que, el de ayer, era un ensayo del verdadero ongi-etorri que esperaba le hiciesen en su pueblo.

Los aplausos fueron interrumpidos cuando el padre de Filipe se acercó al micrófono y cantó una pequeña copla que fue coreada por los presentes, ante los atónitos ojos de los representantes de la Cimade a quien tres dantzaris brindaron, también, el aurresku de honor.

Un nutrido grupo de jóvenes dantzaris entraron entonces en la sala al son de la txirula y Filipe se unió a ellos, demostrando que en todos estos años no ha olvidado los pasos de rigor. Los bailes fueron interrumpidos para la comida, o casi merienda por lo avanzado de la hora, que se prolongó hasta el anochecer entre cantos y saludos.

Las trescientas personas que por la mañana se desplazaron a occitánica fueron poco a poco despidiéndose de su convecino o amigo, esta vez sin la atosigante presencia de fotógrafos y cámaras. Entre adioses, intercambio de direcciones, recuerdos y saludos, hasta pronto y agur, fueron subiendo poco a poco a los autobuses y coches para tomar el camino de regreso a Euskal Herria. El calor de los últimos abrazos y saludos desde las ventanillas neutralizaron un tanto la inclemencia de la lluvia y el viento.

Se fueron, como dijo una mujer que conoce desde hace mucho a Bidart al montar en el autobús, «dejando un pedazo de Euskal Herria, pero por lo menos en la calle».

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