GARA > Idatzia > Mundua

el tablero africano

A los pueblos de África les corresponde decidir su futuro

El autor analiza los movimientos de los principales actores internacionales en África, continente que dispone de los recursos necesarios para salir de la situación que hoy sufre. Romper los condicionantes del pasado es el camino. Los actores extranjeros han centrado su interés en esta región del mundo y asistimos a diferentes maniobras para resituarse en la nueva coyuntura local e internacional.

Txente REKONDO Gabinete vasco de análisis internacional (GAIN)

La mayoría de las noticias que recibimos del continente africano están asociadas a desastres, guerras o enfermedades. Se presenta una realidad trágica, de unos estados pobres, en todos los sentidos, y con un futuro que no tiene visos de mejorar. Sin embargo África no es pobre, dispone de los recursos necesarios para poder desarrollar todas las políticas necesarias que le permitirían salir de la situación que hoy sufre todo el continente. Tras la esclavitud y la colonización, los pueblos africanos han soportado en buena medida a las élites gobernantes aliadas de los colonizadores, quienes junto a los actores extranje- ros y las grandes multinacionales «han confiscado la soberanía, atizado conflictos y robado los ricos recursos naturales».

Los actores extranjeros parece que nuevamente han centrado sus intereses en esta región y en los últimos meses asistimos a diferentes maniobras por parte de algunos de ellos para redituarse en esta nueva coyuntura local e internacional. Destacan sobremanera el Estado francés, Estados Unidos y China.

Etapa postcolonial de Francia. Se ha caracterizado por los esfuerzos de París para mantener a sus antiguas colonias bajo su esfera de influencia. El acceso a importantes fuentes energéticas, petróleo sobre todo, y a metales preciosos, junto a la defensa de «los intereses de los ciudadanos franceses en África», son los pilares que sustentan los argumentos intervencionistas franceses. Para apuntalar la presencia e influencia gala en el continente, París mantiene tres importantes bases militares (Yibuti, Dakar en Senegal y Libreville en Gabón), y también tiene tropas en la República Central Africana, Chad y Costa de Marfil.

Históricamente Francia ha apoyado a los regímenes postcoloniales en función del respaldo de éstos a las políticas e intereses franceses, y para ello no ha dudado en establecer «acuerdos secretos» con las élites gobernantes africanas. Durante tres décadas a los gobiernos franceses les ha funcionado esa estrategia, pero tras la participación francesa en el genocidio ruandés en los noventa y el apoyo al dictador Mobutu Sese Seko, el papel de Francia se encuentra en claro retroceso.

Estados Unidos estudia recuperar su presencia. La reciente intervención militar en Somalia apunta en esa dirección. Los ejes de la política norteamericana estarían marcados por la ideología neoconservadora que domina los pasillos de la Casa Blanca. Así, la llamada «guerra contra el terror» y el marcaje férreo al resurgir de China como potencia mundial y regional serían las bases de la misma. El último paso podría ser la creación de un nuevo comando militar en exclusiva para África. El proyecto parece muy avanzado en el Pentágono, y se afirma que «la localización, los participantes, las misiones específicas y el cronograma», estarían en las últimas fases. Junto a operaciones militares bajo el paraguas de la «guerra contra el terror», plantea continuar con el entrenamiento y asesoramiento militar a sus aliados locales (Etiopía, Kenya, Uganda, Yibuti...).

Influencia china en Africa. Ha traído cosas positivas y negativas, pero de lo que no hay duda es que la actuación china ha dañado todavía más la dudosa legitimidad de instituciones como el BM o el FMI, además de presentarse como una alternativa para muchos estados africanos que desean romper con su pasado de dependencia. Así, en torno a la «colaboración sur-sur», el programa chino de ayuda se ha mostrado mucho más eficaz, eficiente y barato que el que han venido manteniendo otros actores internacionales.

Mientras que éstos han abandonado hace tiempo los proyectos de creación de infraestructuras, sus precios de «ayuda» eran altísimos y la materialización de muchos de ellos mero papel mojado, Beijing ha centrado buena parte de su ayuda en ese sector abandonado por Occidente. La apuesta china por la industria también tiene factores positivos que pueden permitir a África superar la histórica de desindustrialización del continente, al tiempo que puede ofrecer nueva tecnología que las empresas locales adaptarían. En 2005, la economía africana creció un 5,2%, el mayor índice, y en buena medida se debe a la inversión china. No cuenta con el pasado colonial que ha caracterizado a los estados occidentales, y como poder emergente, su peso en la esfera internacional es cada vez mayor, y esto no pasa desapercibido para los estados africanos que miran con sana envidia el desarrollo del país asiático.

Es evidente que los efectos negativos también existen. Las críticas de las empresas locales pueden tener cierto sentido en esa línea, pero las que realizan los actores occidentales están exentas de legitimidad.

A los pueblos de África les corresponde decidir su futuro, «y el desarrollo del continente es responsabilidad» de los mismos. Por todo ello la política que adopten debe seguir esa dirección, y romper con los condicionantes del pasado, sean éstos en forma de estados occidentales coloniales o de corruptas élites locales.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo