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ALPINISMO Encadenamiento

Patagonia «Marsigny-Parkin" más Cerro Torre

Con la nueva cordada, los alpinistas estadounidenses Colin Haley y Kelly Cordes firman la actividad más sobresaliente de la temporada patagónica hasta el momento.

Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA

Quedaba por hilar la arista oeste desde el Collado de la Esperanza, y finalmente el enigma ya ha quedado resuelto. Sus protagonistas, dos alpinistas estadounidenses. Uno de ellos, Kelly Cordes, ya habitual en estas páginas de montaña. Seguramente, el lector recordará sus dos últimas grandes actividades: la primera a la arista suroeste de la Gran Torre del Trango (Azeem Ridge en 2004) y la primera repetición este mismo año de la arista norte del Shingu Charpa. Un gran reto por delante, y es que era su primera experiencia en Patagonia. El otro, Colin Haley, un auténtico desconocido. Eso sí, a pesar de su juventud, 22 años, cuenta ya con muchas vías de hielo de grado 6, M7 en mixto, hace en solitario la Ferrari del Alpamayo con 17 años, escaladas en Patagonia (Mermoz, Rafael, Saint-Exupery y Fitz Roy). Su compañero Cordes, nuestro contacto para conocer esta brillante actividad, también se mostraba sorprendido con el poderío de Haley: «Ha sido un placer escalar con un joven bala como Colin. Sólo tiene 22 años (yo 38), es de Seatle, `imponente', muy inteligente, divertido, muy humilde y agradable para estar con él. Empezó a escalar con 10 años, y me dijo que ya con 12 tenía el Cerro Torre como objetivo. Al final, su sueño se ha cumplido. Con 12 años yo estaba muy ocupado viendo la serie televisiva de `Speed racer' y construyendo fuertes en los árboles; comencé a escalar con 24 años».

Pues bien, ésta es a grandes rasgos la presentación de esta cordada, dos alpinistas que han sido capaces de realizar el primer encadenamiento de la Marsigny-Parkin y la Arista Oeste al Cerro Torre en tan sólo 48 horas. Tuvieron la gran suerte de pillar una gran ventana de buen tiempo, justo al final de su viaje. La ruta de François Marsigny y Andy Parkin abierta en 1994 sube 800 metros al Collado de la Esperanza, pero desde allí todavía quedan otros 600 para hacer cumbre en el Cerro Torre. Por aquella actividad a la que llamaron A la recherche du temps perdu, recibieron el Piolet d'Or. Para Cordes era un viejo proyecto: «Marsigny y Parkin intentaron continuar, pero el mal tiempo les hizo desistir. Realizaron un épico descenso, perdiéndose en el mismo Campo de Hielo Continental. Ganaron el Piolet d'Or a pesar de no hacer cima. Ciertamente extraño, peculiar, pero, ¿a quién le importa? El premio real es que ha sido desde entonces intentado por distintos escaladores, muchos de los cuales, grandes alpinistas, admiro mucho. Lo obvio era continuar a cima».

El 5 de enero se pusieron manos a la obra. Dejan el campamento a las 02.30 y, tres horas más tarde, empiezan a subir por la Marsigny-Parkin. La cosa no pintaba demasiado bien, ya que desde diferentes lugares de la pared caía de todo: roca, hielo... En cambio, el serac que colgaba sobre ellos tenía buena pinta: «De hecho tenía una cara sonriente. Ocho horas más tarde nos encontrábamos en el Collado de la Esperanza. Había unas vistas increíbles del Campo de Hielo Continental, y lo que había por arriba también era espectacular: gárgolas y torres de hielo en la parte más alta de la cara oeste. Cuando alcanzamos el collado, parecía que caminamos a través de una puerta hacia otro mundo».

Como acostumbran, iban rápidos y ligeros; ésa es, junto a la máxima del estilo alpino, parte de su filosofía. Eran las 13.30, tiempo para el descanso. Durante tres horas, aparte de descansar, se dedican a reponer fuerzas. Continúan a cima, esperando alcanzarla hacia el anochecer. Pero se acaban las horas de luz, y la oscuridad les atrapa justo por debajo del largo headwall. Todavía les quedaban tres o más largos, los más laberínticos, los que llevan a la cima a través de enigmático hongo de nieve somital. La prudencia hace acto de presencia; escalar en la oscuridad con las frontales habría sido muy complejo. Estaban cansados y, por ello, deciden cavar en la nieve para acondicionar una cueva. No llevan sacos de dormir; toca abrazarse por unas seis horas. «He tenido noches más agradables», dice Cordes.

Salvaje hongo somital

Tras el receso, tocaba afrontar la última parte de la vía. «Luchamos mucho para superar el hongo, y es que tenías que ir encontrando el mejor camino; incluso tuvimos que escalar túneles formados por el viento, los que te llevaban a la cima. Arriba, abajo, alrededor de los túneles verticales y horribles de nieve azucarada; las imágenes más irreales imaginables. Era tan salvaje que en algún momento esperábamos ver gobbits y hobbits venir corriendo hacia nosotros. A las 13.30 del día 6 de enero hicimos cima, sin viento ni nubes. Fueron 32 horas de base a cima. Pasamos una hora tiritando en la cumbre, y decidimos bajar por la arista sureste o vía Compresor. Un poco después de oscurecer, hacia las 21.00, alcanzamos el glaciar. De aquí, y en un par de horas negociando con las grietas, llegamos al campamento del glaciar a las 02.30 del 7 de enero, exactamente 48 horas después de dejar dicho campamento. En nuestra vuelta por el glaciar hubo momentos en los que creía escuchar a una banda de música, como si fuera un gran fiesta en casa o un concierto; no lo podría decir», relata a Gara el alpinista estadounidense. Terminaron la actividad dos días antes de coger el avión de regreso a casa. Casi no hubo tiempo para descansar. Tenían que recoger todo el equipo y, cómo no, festejar el logro en El Chaltén.

Sobre la táctica de escalada, los estadounidenses la dividieron en dos grandes bloques; cada uno de ellos lideraría una parte de la escalada. A Cordes le tocó fajarse con la Marsigny-Parkin; a Haley, en cambio, toda la parte superior de la cara oeste. La Marsigny-Parkin desapareció un día después de que la escalaran; se derritió.

Sobre la dificultades técnicas de la ruta completa, Cordes nos afirma que la primera parte, la de la vía del 94, no es difícil: «Con las condiciones que nos encontramos sería WI4 y un poco de WI5, pero, eso sí, las secciones de hielo eran muy sostenidas. Como no había mucha nieve, nuestros gemelos sufrieron de lo lindo en las secciones de WI3 y 4. La parte superior de la cara oeste, en cambio, tiene secciones muy fáciles, pero otras muy duras. Colin realizó un movimiento en péndulo en el largo del headwall; no era terriblemente difícil, aproximadamente WI5, pero escogió la salida equivocada y tuvo que balancearse para volver al lugar original. En el penúltimo largo del hongo echamos mano de dos pasos de artificial. Este largo fue desesperante, lleno de nieve vertical, desplomado y con la consistencia del azúcar. En un momento dado, Colin se introdujo en el hongo, cavó un túnel, se montó una medio madriguera, salió fuera para conectar con el túnel que había formado el viento... Fue terrorífico».

Sin lugar a dudas, hasta el momento, la cordada Haley-Cordes ha firmado la mejor actividad en Patagonia: la codiciada Marsigny-Parkin hasta la cima del Cerro Torre por la arista oeste. Muchos han sido los que se han aventurado, todos ellos alpinistas de primer orden, pero finalmente los estadounidenses se han llevado el gato al agua. Rápido, muy rápido, en 48 horas de actividad, y en un impecable estilo. Reconocidos por los más fuertes y asiduos a estas estéticas agujas de Patagonia, Cordes y Haley se han llevado por fin uno de los grandes «regalos» del Cerro Torre.

A diferencia de la cordada compuesta por Marsigny y Parkin, los protagonistas de estas páginas tuvieron suerte con el tiempo, bueno con la ventana que les llevó a firmar esta primera. «La verdad sea dicha, nos hemos librado por poco. Durante toda nuestra estancia el mal tiempo se apoderó de estas bellas cumbres. Así pues, pensé: bienvenido a Patagonia. Mejores escaladores que yo han estado encerrados aquí por el mal tiempo. Después fuimos afortunados con la ventana. Dejé atrás El Chaltén con una enorme sonrisa. Era como un niño que mete la mano en la bolsa de galletas cuando nadie mira, y se sale con la suya», dice Cordes.

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