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No es cuestión de formas, sino de llegar al fondo

Txisko FERNANDEZ

El circo mediático que ha ido levantando el PP desde que fuera derrotado en las elecciones del 14 de marzo de 2004 no consiste en soltar una serie de exabruptos contra el líder del PSOE y presidente del Gobierno español con la pretensión de ocupar las primeras planas de los medios de comunicación.

El partido de José María Aznar -escuchando ayer a su portavoz en el Senado cualquiera puede deducir quién sigue dirigiendo el PP y quién redacta ciertos discursos- tiene una estrategia de fondo en la que la bronca dialéctica no es más que un mero instrumento. Ayer, en la Cámara Alta del Parlamento español no había un grupo de hooligans incontrolados -resulta curioso que Mariano Rajoy calificara, precisamente, con ese epíteto a José Luis Rodríguez Zapatero tras el debate-, sino una muy bien acompasada orquesta metiendo ruido para intentar que el presidente español perdiera los nervios o, en su defecto, no tuviera más remedio que elevar el tono de voz para poder ser escuchado. Y así sucedió.

No es casualidad que, en apenas unos días, el PP «reviente» un acto de Zapatero en un pueblo de Murcia y una intervención en el Senado. No es casualidad que en la misma semana, un grupo de falangistas se concentre ante una sede del PSOE en Madrid aireando banderas con el yugo y las flechas, que se ataque otra sede con cócteles molotov y que se acabe colgando un lazo azul en la sede de la calle Génova.

El PP lleva tres años practicando una carrera de fondo que sólo tiene dos posibles finales: que la derecha española acabe desfondada o que termine asaltando La Moncloa.

Las huestes de Aznar afrontan las elecciones de mayo convencidos de que ahí empezará la caída del PSOE. La pregunta es: ¿Qué se atreverán a hacer si vuelven a perder en las urnas?

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