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Las galleteras de la ribera de Deustua fueron "muy populares, porque éramos muy combativas"

Este fin de semana se ha presentado «Galleteras. Memoria activa", una iniciativa para recuperar «la memoria histórica de un grupo de mujeres que simbolizan el trabajo femenino, la emancipación y la lucha". GARA ha recabado testimonios de mujeres que son parte de esa lucha centenaria.

Nerea GOTI

La presentación del proyecto «Galleteras. Memoria activa», en el que se enmarcan, entre otras actividades, la publicación del libro «Las galleteras de Deusto. Mujer y trabajo en el Bilbao industrial» y la proyección audiovisual de Pripublikarrak, con la vieja fábrica de Artiach de fondo, ha dado lugar a un buen número de antiguas imágenes y testimonios sobre las condiciones y relaciones de trabajo de una plantilla eminéntemente femenina en el Bilbo de principios del siglo XX. Sin embargo, sin volver atrás tan lejos en el tiempo, la historia de los últimos 30 años de esa fábrica a pie de máquina, también está repleta de reivindicaciones que pasaron a la historia y de otras aún por conseguir.

Mertxe Martín es una de las protagonistas de parte de ese centenario de Artiach. De hecho, lleva 31 años en la empresa, primero en la vieja fábrica de la Ribera de Deustua y desde hace 22 en la planta que la galletera llevó a Orozko y la lucha es una constante en su relato. «Recuerdo especialmente la época del franquismo y la pelea por la libertad de los sindicatos. A finales de los años 70 llegaron bastantes mujeres con estudios que transmitieron muchas inquietudes sociales. Había muchas asambleas y participábamos en muchas reivindicaciones no sólo laborales, sino también por otras luchas que había en la calle, como podía ser el movimiento proamnistía. También fue muy bonito cuando conseguimos que la empresa pagara clases para aprender euskara, algo que fue pionero entonces», repasa en su testimonio.

De las relaciones dentro de la propia plantilla, destaca que «eran muy solidarias. Fue un momento muy bonito, porque los trabajos eran más manuales y recuerdo, por ejemplo, que cantábamos mucho». Las relaciones que forjaron aquellas trabajadoras trascendieron incluso el propio puesto de trabajo, de forma que eran habituales las actividades fuera de la fábrica.

En el capítulo de su lucha por la mejora de las condiciones de trabajo, Martín recuerda la pelea por las subidas salariales, pero subraya también su constante reivindicación de equiparación salarial con los hombres en el trabajo y particularmente acabar con la temporalidad, aspectos en cuya defensa han llegado hasta nuestros días. «Cuando entré a trabajar el criterio de los jefes era que como los hombres eran cabeza de familia tenían que ganar más y debían ocupar ciertos puestos, de forma que nosotras ocupábamos el último escalafón, pero mujeres muy decididas fueron poco a poco conquistando esos puestos y se ha conseguido que la diferencias se vayan reduciendo, aunque ahora nos sigue preocupando la alta eventualidad. Todavía hay gente que lleva 17 años eventual en Orozko y no es justo que haya personas que tengan que vivir pegadas al móvil pendientes de una llamada para volver a trabajar». Qué decir tiene que de los pequeños avances en la compaginación de vida familiar y laboral para un colectivo de mujeres, recuerda tiempos en que las compañeras madres de familia corrían en sus descansos en los tiempos de trabajo «cuando había teléfono, para llamar a casa y estar pendientes de los hijos».

No era muy corriente

Arantza Murguzur entró en Artiach en 1975 y recuerda que una de las primeras peleas era que las mujeres no abandonaran su trabajo al casarse, algo que resultaba especialmente difícil cuando llegaban los hijos. «Le arrancamos a la empresa un fondo cultural cuya prioridad era la enseñanza del euskara, conseguimos tiempos de descanso y recortar las diferencias salariales y hay que recordar que en el último convenio, de 2004, el tema central de la mesa era la equiparación de 66 mujeres que llevaban más de 30 años en la empresa», añade.

También destaca todas las luchas que se vivían en el exterior, «en campañas a favor del aborto, en tiempos en que se juzgaba a mujeres que habían abortado, o por la anticoncepción en una época en la que todavía muchas mujeres fallecían al dar a luz. Hubo un cúmulo de peleas y es cierto que las galleteras éramos muy populares, porque en las huelgas sindicales y políticas, la de Artiach era una plantilla muy combativa. Además, en aquellos tiempos ver a un grupo de cien mujeres tras una pancarta no era muy corriente», explica.

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