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CRÓNICA el drama afgano

El castillo de naipes étnico en Afganistán amenaza derribo

Desde su feudo de Shiberghan, en el norte de Afganistán, el «señor de la guerra» y aliado de EEUU, el uzbeko Dostum, exige la cabeza del gobernador en una crisis que amenaza con ahondar las tensiones étnicas y dar el golpe de gracia a un Gobierno asolado por la rebelión talibán.

Sylvie BRIAND Shiberghan

En Shiberghan, capital de la provincia de Jawzjan, las tensiones se mantienen días después de una manifestación que se saldó con la muerte de once partidarios del señor de la guerra Abdul Rashid Dostum.

El jefe de la Policía local, el tayiko Mohamed Jalil Amiraza, acusa a Dostum de haber enviado a un millar de sus milicianos a tomar al asalto la sede del gobernador, el pastún Juma Jan Hamdard, cuya dimisión exige el líder uzbeko.

En las calles de la ciudad, en la que los carteles con el retrato de Dostum eclipsan a los que muestran la efigie del presidente, el apodado como «alcalde de Kabul», Hamid Karzai, los vecinos se muestran dispuestos a manifestarse todo el tiempo que haga falta para forzar la dimisión del gobernador.

«Es un incompetente y no gobierna más que para los pastunes. Es posible, además, que siga secretamente ligado a Gulbuddin Hekmatyar», denuncia un Abdul Wahid, un comerciante uzbeko, que se refiere al líder pastún de la mayor, y proscrita, formación política de Afganistán, el Hezb-i-Islam (HIG).

Por de pronto, y después del asalto frustrado a la sede del gobernador -todas las víctimas fueron uzbekos seguidores de Dostum- la ciudad ha recibido un discreto pero visible refuerzo de las tropas estadounidensese. Los soldados han tomado posiciones no lejos de la fortaleza de Dostum, fuertemente protegida por milicianos uzbekos armados hasta los dientes.

Este pulso entre el uzbeko Dostum, cuya etnia es mayoritaria en la región, y el pastún Hamdard -ex comandante de Hekmatyar que se alió con Dostum antes de enemistarse con él-, tiene lugar en un momento en el que el movimiento también pastún de los talibán, que controla ya varias regiones del sur e incluso del este, amenaza con extender sus ataques al norte del país.

Etnia sospechosa

Los pastunes, grupo mayoritario en el conjunto de Afganistán aunque en minoría en el norte del país, han sido siempre acusados por uzbekos, tayikos y hazaras de ser una «quinta columna» de los talibán y del HIG, cuyo líder, Hekmatyar, se negó a participar en el Gobierno colaboracionista tras los bombardeos estadounidenses de 2001 y declaró la guerra a los ocupantes. Tanto el avance de los talibán hacia el norte del país a finales de los noventa como su retirada bajo las bombas estadounidenses estuvieron acompañadas por masacres y venganzas interétnicas.

Sayed Nurrullah, líder del partido Junbesh-e-milli, formación de Dostum, insiste en que «este Gobierno es incapaz de asegurar la seguridad y la igualdad étnica. Lo que necesitamos en una federación», añade.

Nurrullah apunta, no obstante, la verdadera razón de la pugna. «No es normal que un hombre como Dostum, que logró un millón de votos en las elecciones, no haya obtenido más que un cargo simbólico en el Ejército afgano».

Su hoy enemigo, el gobernador Hamdard, insiste en que «lo que quiere la gente de Dostum es un títere que les obedezca y que les deje seguir robando en las aduanas y con la venta legal de recursos gasísticos». Los pastunes locales acusan a Dostum de «reinar con el terror con el sostén de Rusia y Uzbekistán».

Abdul Malik Pahlawan, un general que desertó tanto del Ejército de Dostum como posteriormente de los talibán, augura, preclaro, el escenario: «El Gobierno está sometido a los señores de la guerra, que volverán a enfrentarse el día en que se vayan las fuerzas extranjeras».

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