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ANDRA MARI ZURIAREN JAIAK DÍA DEL BLUSA Y NESKA VETERANO

La edad no importa si no envejecen las ganas de fiesta

Las fiestas tocan ya a su fin. Pero no podían hacerlo sin antes dedicarles un día a los blusas y neskas veteranos. Ayer la ciudad se sumergió en un ambiente festivo con muchos años de experiencia. Y es que más de uno que se vistió de blusa lo lleva haciendo desde hace medio siglo. Casi nada.

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Jokin BEREZIARTUA

Poco le quedan a las calles de Gasteiz para regresar a la tranquilidad y descansar hasta el año que viene. Cada vez faltan menos horas para que, a la una de la próxima madrugada, con la subida del Celedón se den por terminadas oficialmente las fiestas de la Virgen Blanca. Pero mientras no llegue ese momento, la ciudad continúa de celebración. Ayer los mayores protagonistas fueron los más expertos en la materia, los veteranos.

Gasteiz es una ciudad que agradece la labor de quienes hacen su aportación a las fiestas de la patrona de la ciudad. Cada uno se merece su reconocimiento y son muchos los actos del programa festivo destinados a este fin. Si el martes la jornada transcurrió en torno a los más txikis, la de ayer se vistió de experiencia festiva y es que hay quien lleva más de medio siglo dándole grasa a las abarkas. Los veteranos y veteranas mostraron una jovialidad envidiable.

Con la vejez, las horas de sueño suelen reducirse, dicen. Pues quizá por esa cuestión los neskas y blusas madrugaron de una manera especial. Prestos, antes de que si quiera sonara la llamada a la fiesta, varias cuadrillas posaron en la escalinata de San Miguel para hacerse la tradicional foto de familia. Diez minutos más tarde, no faltó, como ha sucedido a lo largo de estos cuatro días, la ofrenda floral a la Virgen Blanca que, rebosante entre rosas, margaritas, gladiolos y claveles, volvió a ser homenajeada con el baile del aurresku. Más tarde, en la Plaza Nueva, esperaban las txarangas, las bandas de gaiteros y txistularis , y la banda municipal, que fueron dispersándose por los barrios para que la nota festiva no faltara en ningún punto de la ciudad.

Ataviadas con unos trajes impecables y con unas sonrisas espléndidas, las neskas maduras bailaban al son de los txistus saludando al personal. Sin duda era su día, y lo iban a demostrar haciendo alarde de que la edad y la diversión no son dos conceptos contrapuestos.

La reina de la cocina

La vitalidad de los más mayores abarrotó Alde Zaharra y el centro para el mediodía. A esas horas la Plaza Nueva albergaba también a numerosos curiosos atraídos por el rico olor de la comida. Y es que, allí mismo, más de quince cuadrillas de blusas y neskas ofrecían un deleite para el gusto y el olfato. Se celebraba el tradicional concurso gastronómico organizado por Bereziak. No quedó duda de que la gran reina de la cocina, no pudiendo ser de otra manera teniendo en cuenta la ubicación de la fiesta, fue la patata. El tubérculo fue motivo de decoración para muchos de los platos, como el revuelto de morcilla con pimientos rojos de la cuadrilla Hegoatarrak. Incluso es condimento sine qua non para ese flan de patata con láminas de huevo y chorizo, que la verdad, prometía.

Por otro lado, y como ya es costumbre, no faltó el habitual meneito veterano. La Plaza de la Diputación se llenó de curiosos que, aunque no se atrevían a bailar, no querían perderse el evento . Organizado por la cuadrilla de blusas Nekazariak -lo lleva haciendo desde hace diez años-, las parejas de baile dieron cuenta de unas buenas tortillas y unos buenos caldos antes de ponerse a bailar. Hasta 35 parejas de veteranos se prestaron a mover el esqueleto al compás que marcaba la txaranga. Había quien se lo tomaba muy en serio, y también quien se esmeraba poco en seguir el ritmo de la música.

Cada pareja tuvo la oportunidad de demostrar sus cualidades para el baile durante alrededor de una hora. La anécdota del meneito la puso un espectador que recriminó al jurado la decisión de dar «el premio al espectáculo» a la pareja 27, «¿Espectáculo? no han hecho más que hacer el rídiculo», espetó. Sin prestar oídos al comentario, la portavoz de la cuadrilla agradeció su participación a los asistentes y les animó para que el año que viene vuelvan «con más ganas».

Los citas festivas no terminaron ahí. Los experimentados blusas celebraron una comida popular en el restaurante del Círculo Vitoriano. Según afirmó Jesus Ordoñana, uno de los expertos, en ella hubo unos 110 comensales, mientras que, en referencia al lugar, comentaba que «éste es el cuarto año que venimos porque aquí, a la sombra de los castaños, se está de vicio». Ni tan mal.

Por último, los veteranos acompañaron a los jóvenes blusas en el paseíllo de ida hasta el coso taurino, y también el de vuelta. Y lo hicieron con los trajes todavía inmaculados y sin las caras de cansancio que, a su lado, mostraban algunos de los que llevaban casi cinco días sin parar.

Probablemente, hubo quien alargó la jornada hasta bien entrada la noche, como los hubo, seguro, que se retiraron pronto para poder madrugar y aprovechar la última jornada festiva desde los primeros rayos de sol.

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