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la lengua de signos, camino de oficializarse

«A la persona sorda la incapacita la sociedad»

Reconocen que su situación en los últimos años ha mejorado, pero «todavía hay mucho que hacer». Las personas sordas tienen dificultades para acceder a servicios básicos, entre otras cosas, porque el número de intérpretes de los que disponen es «escaso». El proyecto de ley que prevé la oficialidad de la lengua de signos podría mejorar su situación.

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Maider EIZMENDI

La sociedad es la que incapacita, no la sordera». Así de contundente se ha manifestado el presidente de la Asociación de Familiares de Personas Sordas de Gipuzkoa (Aransgi), José Montero. Lo cierto es que en los últimos años la calidad de vida de estas personas ha mejorado mucho, gracias, entre otras cosas, a las nuevas tecnologías; pero aún son muchas las dificultades a las que se deben enfrentar en el día a día. Así lo atestigua Julián Rodríguez, presidente de la asociación de personas sordas de Tolosaldea y Goierri Gainditzen. A causa de la sordera que padece ha debido hacer frente a multitud de obstáculos tanto comunicativos como sociales.

Su situación podría mejorar sustancialmente si el proyecto de ley que reconoce por igual la lengua de signos, aprobado a finales de junio por el Congreso español y que se espera que el Senado le dé luz verde este otoño, se aplica de manera eficaz.

«Va a suponer normalizar a nivel del estado la situación de las personas sordas. Luego faltará su aplicación práctica que no debe hacerse solamente a nivel del estado; cada comunidad, cada territorio y cada ayuntamiento tendrá que aplicarlo. Esta ley debe suponer que las personas sordas tengan un acceso igual al del resto de la ciudadanía a un montón de cosas que hasta ahora tenían limitados. Hablamos de cuestiones tan fundamentales como el acceso a la sanidad, a la justicia... Son cien mil cuestiones que afectan a nuestra vida cotidiana y que no nos damos cuenta que a nuestro alrededor hay muchas personas que no acceden a ellas o tienen dificultades para hacerlo», explica Montero.

Rodríguez también se muestra esperanzado con la aprobación de la ley, sin embargo, reconoce que todavía queda mucho camino por recorrer para que la situación de las personas sordas se normalice. «Somos conscientes de que esta ley debe dotarse de contenido, y para ello es fundamental que se destinen recursos económicos suficientes. Las personas afectadas estaremos ahí para que se desarrolle completamente la ley», subrayan ambos.

No se fían y razones tienen para ello, y es que explican que actualmente hay normas que se han puesto en marcha para evitar las barreras de comunicación que no se cumplen. «Hace años que se aprobó la Ley de Supresión de Barreras Comunicacionales y, sin embargo, todavía hoy seguimos discutiendo con EiTB para saber cuándo va a haber subtitulación en la mayor parte de los programas importantes, porque todavía ésta sigue limitada al Teleberri de la noche y a cuatro programas más. Es decir, la norma existe, teóricamente EiTB tiene la obligación de dar ese servicio, pero no se está aplicando correctamente», afirma Montero. Rodríguez recuerda que hace unos años no existían prácticamente programas que ofrecían servicio de subtitulación. «Hoy en día sí, pero se necesitan muchos más, y, además, es importante que este servicio se ofrezca en el prime time, que es cuando también nosotros queremos ver la televisión».

El presidente de Gainditzen reconoce que hoy por hoy las personas sordas tienen la posibilidad de desarrollar una vida más independiente. «Antes dependían completamente de sus familiares a la hora de acudir tanto a los servicios públicos como a realizar otro tipo de actividades en las que se debían de comunicar, ya que se carecía de intérpretes». No obstante, actualmente el número de intérpretes de los que disponen es escaso y, por ello, han de «arreglárselas como pueden». «Desde el Gobierno Vasco se entrega una subvención a las asociaciones de sordos. Pero, en nuestra opinión, el servicio de intérpretes debería ser público y que todo el mundo pudiese acceder a ella viva donde viva, sin depender de si el intérprete de la asociación está ocupado o no».

Mayor implicación

Rodríguez hace hincapié en el hecho de que las personas sordas trabajan mayoritariamente en centros especiales de empleo, sobre todo en Gipuzkoa, lo que, en su opinión, excluye aún más a la personas sordas del resto de la ciudadanía. En este aspecto, Rodríguez se considera afortunado. «Yo, por ejemplo, trabajo como profesor de lengua de signos y los alumnos son oyentes, para mí es muy enriquecedor», afirma. Lo cierto es que echan de menos una mayor implicación de la sociedad para intentar comunicarse con las personas sordas.

Preguntados acerca del futuro, ambos auguran un futuro más prometedor para los niños y niñas sordos. En su opinión, la concepción que tiene la sociedad de las personas sordas ha cambiando sustancialmente. «Ya no se ve a las personas sordas como a personas que hay que rehabilitar oralmente y eso ha implicado un cambio en la enseñanza, donde los menores disponen de intérprete. Esto traerá consigo un mayor acceso de esas niñas y niños sordos a la cultura, al mercado del trabajo, a otros conocimientos... Va a implicar que esas nuevas generaciones tengan otras posibilidades que no tenían generaciones anteriores. Por ejemplo, antes los sordos difícilmente podían acceder a la universidad, pero no por falta de capacidades sino porque no disponían de medios para hacerlo. La sociedad misma es la que los incapacitó».

MODERNIZAR LA LENGUA ES UNA DE LAS PRIORIDADES ACTUALES

Aunque sea una herramienta efectiva para la comunicación de las personas sordas, Rodríguez y Montero insisten en la necesidad de adecuar la lengua de signos a las necesidades actuales; de investigar y de trabajar para modernizarla. «El problema que tiene la lengua de signos es que ha estado limitada a un ámbito puramente familiar y asociativo», explica Montero.

«Si una persona va a la universidad, aunque tenga un intérprete y conozca perfectamente la lengua de signos, habrá numerosos conceptos que todavía no se han determinado, por lo que tendrá que pasar tiempo inventándose signos», pone como ejemplo. Pero además de ello, según Montero, es imprescindible transmitir al resto de la sociedad esos nuevos signos y generalizarlos, «porque por lo demás, difícilmente podrán comunicarse acerca de esos conceptos que han trabajado».

«Hay que actualizar la lengua de signos al siglo XXI, para que realmente sea un vehículo de comunicación e información, y sirva para transmitir conocimientos.», subraya. M.E

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