Gabriel M. Otalora publicaba en GARA un artículo titulado «Las dos Teresas», en referencia a la de Lisieux y a la de Calcuta. Sobre ésta, a la que califica de «gran mujer, símbolo moderno de la caridad cristiana», copia de una biografía reciente cómo «pasó más de cincuenta años sumida en una crisis espiritual que la llevó a dudar de la existencia de Dios». Partiendo de este dato reflexiona sobre los efectos benefactores de la fe y los malignos del ateísmo. Critica a los que consideren las dudas de Teresa de Calcuta evidencia de la inexistencia de Dios o prueba de la capacidad de autoengaño humano. Las dudas de la religiosa albanesa representan sus lógicas y comprensibles incertidumbres al convivir con la pobreza generada por el capitalismo. ¿Cómo no dudar de la existencia de un ser superior, cuando se contemplan la marginación y la muerte de millones de pobres? Estas desgracias son causadas, unas veces por catástrofes naturales y otras por guerras que se inician para expoliar recursos y conquistar mercados en países subdesarrollados; y también por transformar sus cultivos alimenticios en carburante para ricos. Los responsables de estas injusticias rindieron a la monja honores propios de una heroína. ¿Quizás porque maquilló las consecuencias del neoliberalismo sin condenarlo?