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Maite SOROA

Desconfían hasta de Azkuna

Las últimas declaraciones del alcalde de Bilbo, Iñaki Azkuna, poniendo en cuestión el discurso más aplaudido del Alderdi Eguna ha sembrado dudas en las filas de la inteligentsia hispana. Los hay que le reconocen como un portavoz del nacionalismo españolista (oximorón, contradictio in terminis) y quienes, simplemente, le ven como un acongojado por la posibilidad de perder el butacón. Antonio M. Beaumont, un clásico de «La Razón» se apuntaba ayer a esta tesis.

Decía Beaumont que «el alcalde nacionalista de Bilbao está asustado. Tiene miedo porque cree que el referéndum de su lendakari, Juan José Ibarretxe, `no va a salir', y además va a crear problemas en `el Partido' -el PNV, por supuesto-, lo que quizás genere un ambiente de desánimo o de división. Esto, además, dicho al día siguiente del Día del PNV, tiene su importancia». Pues sí que la tiene.

Luego relativiza la tal importancia porque, dice, «Aún está fresca la tinta de unos cuantos artículos aplaudiendo a Josu Jon Imaz, desde posiciones antinacionalistas, dando por supuesto que su disidencia respecto a Ibarretxe era ideoló- gica. Pero Imaz era tan disidente como lo es hoy Azkuna: cuidado, cuidado.

Por supuesto que en el PNV hay disidentes. Como en todos los partidos, hay rivalidades personales, lucha por un puesto al sol, y además importantes divergencias tácticas, sobre cómo y cuándo alcanzar los objetivos comunes. Porque eso es lo esencial: la disidencia versará sobre nombres, sobre tiempos y sobre formas, y será un dato político relevante siempre que se recuerde que todo el nacionalismo vasco cree que Euskadi es una nación que por consiguiente tiene el derecho y el deber de ser un Estado». De esto último no estoy yo tan convencida.

Lo que cree el de «La Razón» es que en el fondo son una piña y que «los disidentes del Partido Nacionalista Vasco pueden temer que los planes de Ibarretxe fracasen, que lleven al nacionalismo a una derrota histórica, que favorezcan el crecimiento -y el `sorpasso'- de la izquierda abertzale batasuna, o que por otra parte lleven a una reacción `españolaza' que anule el terreno avanzado en la `construcción nacional'». Para mí que las cosas son más sencillas.

Y concluye con una sentencia: «Son disidentes, pero porque quieren ser ellos los protagonistas, y por otros cami- nos, de la independencia que desean. Con esa disidencia, y no con la que cada uno quiera imaginarse a su capricho, es con la que siempre hay que hacer las cuentas». O sea, que a Azkuna tampoco le quieren éstos.

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