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Fede de los Ríos

Mártires los quiere Dios

Dicen que «mártir», del griego martys, «testigo», es, en general, la persona muerta en la defensa de alguna causa, con lo que da «testimonio» de su fe en ella.

Hoy la Iglesia Católica, en la Plaza de San Pedro del Vaticano, eleva a los altares a 498 personas, mártires dice, asesinadas en España por dar testimonio de su fe.

Presentes están 71 obispos y más de mil sacerdotes. Todos pertenecieron al bando de los vencedores. Al parecer en el bando de los vencidos, cautivos y desarmados, si hubo muertos no fueron mártires, carecían de una causa que defender.

Rouco Varela lo ha señalado: «el amor a Dios produce mártires y no violencia».

Habemus nueva clasificación de los humanos. A la ya conocida de demócratas versus violentos se le añade una primigenia: mártires o violentos. Eso sí que es recuperación de la memoria histórica para la reparación de las injusticias cometidas y lo demás son hostias.

Parece ser que ni la invicta espada del Caudillo durante la Santa Cruzada ni los cuarenta años (y los que te rondaré morena) fueron suficiente reparación de las tropelías cometidas por las hordas rojas para con los nacionalcatólicos.

Eso que hubo miles de infieles fusilados sin juicio o con jueces militares, que viene a ser lo mismo, y aún es el día en que sus cuerpos son buscados en cunetas y fosas comunes. Como no tenían causa por la que pelear ni dar testimonio... pues no son mártires. La lógica de clasificación, la misma que diferenciaba a un caballero español mutilado de un jodido cojo republicano.

Curas murieron también en el bando perdedor, pero al haberse unido al separatismo y haber perdido el amor a Dios... carecían de causa. No eran mártires, sino violentos.

La Iglesia Ortodoxa Católica, años ha, canonizó al zar Nicolás II y a su familia, los Románov, mártires a manos de los bolcheviques. Por qué no hacer lo mismo aquí con los defensores de la causa católica Melitón Manzanas y Carrero Blanco, el último con el alma limpita, ya que acababa de comulgar.

A Francisco Franco, si no mártir, nadie le podrá negar su impagable apoyo a la Iglesia. Y, aunque los obispos lo llevaban bajo palio, creo yo que merecería un poquito más de reconocimiento. Al igual que Millán-Astray, mártir no sé, pero daba gloria verlo. Toda una oda al sacrificio.

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