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Fede de los Ríos

Consecuente así en el cielo como en la tierra

Ha muerto un cómico, un comunista libertario, un hombre que llegó a ser Dios, un abuelo tan docto que sabía que los curas son unos señores que pecan de lujuria y de lascivia. Tan viejo como para aconsejarnos que no nos creamos que el futuro está en nuestras manos sino en las manos de los que se han apoderado del futuro de todos nosotros.

El pasado viernes, en este periódico, el matemático Carlo Frabetti, refiriéndose a los muertos republicanos, afirmaba la existencia de dos maneras para hacer desaparecer un cadáver incómodo; una, enterrarlo en una fosa común. Si ello no fuera posible, siempre queda el recurso de erigirle un mausoleo con el fin de neutralizarlo. ¡Qué exactos son los matemáticos! Con razón los quería Platón en su Academia.

Todos a desfilar alrededor del cadáver de Fernando Fernán Gómez, un teatro llevará su nombre y sus señorías en el Congreso aplaudirán al oír su nombre. Ante las cámaras de televisión situadas a la puerta del velatorio pudimos ver pasar todo tipo de personas, gobernantes y gobernados. Desde amigos, allegados y admiradores hasta los sujetos por los que el finado mostraba su natural desprecio. Ya no les podía mandar a la mierda. Acudió Gobierno y oposición a dar el pésame a la familia. De él dijeron que era un referente moral, es decir, alguien a quien imitar. Curioso.

Hace dos años, a preguntas de un avezado periodista sobre si el cine español era de izquierdas, Fernán Gómez mostraba su extrañeza y respondía que cuando él pensaba en la izquierda pensaba en el amor libre, en la supresión de propiedad privada, en la entrega de las tierras a los trabajadores, en la enseñanza igualitaria y obligatoria y, por lo tanto, finalizaba con un «no me parece que las películas españolas sean muy de izquierdas». Un referente moral. Que lo digan a los que los sueños de Fernán Gómez les resultan sus peores pesadillas resulta un poquito raro, ¿no? Vimos a Gallardón, del PP y a Rafael o Raphael o Rappel, me lío, el que decía que era «Aquel», sí, sí, el tamborilero que se arrodillaba ante el Caudillo. ¿Tomarían la rojinegra bandera del féretro por los colores joseantonianos? ¿Saldrán en Cine de Barrio?

Ha muerto un anarquista ¡Cállense y no molesten su viaje! al difunto le molestaban sobremanera sus comentarios.

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