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Eduardo Renobles historiador

Del aval de ayer a la ilegalización a plazos interesados de hoy

Eduardo Renobales analiza el desarrollo histórico de las relaciones entre ANV y PSOE, comparando la época de los años 30 y 40 del siglo anterior con la situación actual. Todo un ejercicio de memoria histórica.

Ante las cruciales elecciones de febrero de 1936 que darían el triunfo al Frente Popular y la excusa golpista a la derecha fascista española, el movimiento Jagi-jagi planteó al resto del nacionalismo (PNV, ANV, SOV) la formación de un frente nacional vasco que les representara en Madrid como pueblo. Los diputados que se lograran tomarían posesión de sus escaños, pero no acudirían a las Cortes sino en las contadas ocasiones en que se dilucidaran aspectos trascendentales para Euskadi. Dicho frente no prosperó debido a la endémica división interna del nacionalismo vasco, quebrado por los intereses partidarios, sobre todo de algún grupo (entonces no existía ETA y con ella la excusa de la violencia, pero era igual; siempre hay algún pretexto que impide la unidad de acción. Aquéllos cambian, la desunión se mantiene).

Así, cada cual se organizó como pudo y ANV formó parte del Frente Popular en Gipuzkoa, Nafarroa y posteriormente Bizkaia. La coalición ganadora de las elecciones de febrero estaba integrada por socialistas, republicanos progresistas, comunistas, independientes y ekintzales. ANV y PSOE habían compartido ya lista electoral en 1931 en otras municipales que acabaron con la monarquía borbónica y trajeron la República. (Aún habría una tercera vez; en 1977 coincidieron dentro de la misma papeleta, en Nafarroa, en las primeras elecciones tras la muerte de Franco).

La relación entre ekintzales y socialistas nunca fue fácil. Tanto en los momentos de oposición como en los de entendimiento, ambas formaciones marcaban los límites del terreno que querían mantener incólume. Sin embargo, aún en épocas de enfrentamientos cruentos, que sucedieron, existía un mutuo respeto dentro de la radicalidad particular de cada uno. Hubo instantes en que la defensa de la patria azoró sus posicionamientos pues, como se escribió en el semanario «Jagi-jagi» en 1932, no se puede servir a dos patrias a la vez. Y menos cuando ambas se hallan enfrentadas.

ANV mantuvo el respeto ante la República española de los compromisos adquiridos. Se declaró leal a la legislación vigente y admitió que sus métodos de actuación serían democráticos y repudiaban toda imposición violenta. En su proclama fundacional (Manifiesto de San Andrés, 1930) explican con claridad que: «Convencidos de que por cauces de legalidad podemos llegar a las resultancias que apetecemos, a ellos nos atendremos confiando en el amparo que de la legalidad debemos esperar. Y conste por ello, desde ahora, la solemne declaración de que no seremos nosotros los primeros en abandonar el camino de la legalidad de la que arrancamos como hecho consumado. Quien deba hacerlo, medite sobre la responsabilidad que puede contraer si nos lleva a una lucha fuera de los cauces legales que lamentaríamos sinceramente, aunque no la tememos ni rehuimos». Los términos del compromiso son precisos, como se observa.

Tal vez el momento de mayor sintonía entre ambas formaciones a nivel de relación institucional se dio en 1938, cuando Tomás Bilbao accedió a ocupar una cartera ministerial en el gobierno del socialista Negrín. El político bilbaíno y ANV dieron semejante paso en el marco de la guerra de agresión fascista contra la libertad y Euskal Herria, pero constituyó un esfuerzo interno trascendente al que posiblemente no se le reconoció lo suficiente.

Tampoco se conoce lo suficiente la figura del político ekintzale: «Tomás Bilbao Hospitalet (Bilbao, 1899-México DF, 1954) fue destacado arquitecto implicado con la escuela racionalista y teniente de alcalde del Ayuntamiento de Bilbao en 1931 por la coalición antimonárquica compuesta por republicanos, PSOE y EAE-ANV. Como concejal de urbanismo impulsó programas de viviendas sociales y cooperativistas. Miembro de Eusko Ikaskuntza, trabajó denodadamente por conciliar las posiciones estratégicas entre los partidarios del primer proyecto autonómico elaborado por la Sociedad (el más soberanista y garantista de la historia) y los defensores del alterado en Estella.

En agosto de 1938 fue nombrado ministro sin cartera en el gabinete Negrín, cargo que mantuvo hasta el final de la guerra. Además ejerció la labor de Cónsul de la República en Perpignan. La decisión de participar en un gobierno español por vez primera para un militante aeneuvista la toma él personalmente tras consultar al Comité Nacional que ve con dudas tal decisión. ANV respeta los compromisos alcanzados con la República, pero semejante paso puede resultar excesivo. Bilbao argumenta que tal vez se podía trabajar mejor desde ese puesto para la consecución del objetivo inmediato de ANV, ganar la guerra para poder seguir trabajando por la construcción nacional. A pesar de no estar plenamente de acuerdo, el Comité respalda a Bilbao desde el momento en que accede al cargo. Años después, cuando Giral recompone el Gobierno republicano en el exilio (1946) acude a Bilbao para ofrecerle el mismo cargo. Esta vez el Comité Nacional se niega a que su militante ocupe la cartera ministerial, cosa que Bilbao acata con disciplina, alegando que ya la situación era muy otra, la República había pasado a mejor vida y ANV se consideraba desvinculada de sus compromisos anteriores y apostaba directamente por ejercer el derecho de autodeterminación. Murió exiliado en México».

Pasaron cuatro décadas negras de exilio y desesperanza antes de que ambas formaciones se volvieran a encontrar; otra vez en la misma trinchera, aunque cada cual con su bagaje y sus aspiraciones. Y la trinchera era la de los demócratas. Y éstos sí eran de toda la vida. Llevaban 40 años luchando contra una dictadura que oprimía a Euskal Herria y a España.

Sin embargo, llegamos al día de hoy y encontramos al PSOE ilegalizando listas electorales de ANV, reprimiendo su expresión política, censurando sus actos públicos, negándoles su derecho a compensación por el robo al que fue objeto tras la derrota de 1937 con una legislación ad hoc.

Y buscamos argumentos racionales que puedan explicar tal proceder. ANV era independentista en 1936 igual que ahora. Y se expresaba referido a la construcción nacional igual que ahora. Tal vez debamos rebuscar sobre la persecución jurídico-ideológica del PSOE en el acatamiento de los marcos de respeto de cada formación, de que el socialismo español, ya desde Prieto, siempre ha sido reacio a que nadie le contradiga sobre la «E» de su sigla partidaria. Puede que haya llegado la hora de preguntar quién ha cambiado los cauces de legalidad perfectamente admisibles en 1931. Al final, ¿resulta que ANV es una formación tan incómoda para el entramado institucional español que hay que atacarla por cualquier lado?

Sí, ANV ha evolucionado y hoy está, si cabe, aún más comprometida con la libertad y la justicia social. Pero hablando de evolución, ¿no lo ha hecho también el PSOE? ¿O es que sigue siendo el mismo partido que el liderado por Largo Caballero, incluso por el propio Prieto o Negrín? No me parece que el social-centrista Felipe González, ni siquiera el talente Zapatero, sean equiparables miméticamente al socialismo de 1936. En Suresnes adjuraron del marxismo. Del republicanismo no sabemos, pues no le pusieron fecha. Todos hemos cambiado desde 1936; somos más viejos y peinamos más canas, contando que mantengamos pelo; pero lo que debería mantenerse es la racionalidad y el respeto. Cuando se habla de imposición, siempre se mira al de enfrente y no vendría mal que nos paráramos un poco más cada uno ante el espejo. Para reconocernos.

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