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¿Cómo son las Navidades en Cuba?

La pregunta de mi amiga, que da título a esta reflexión, me parece a mí que está guiada por la curiosidad, y quizás también por el agobio consumista de nuestros fines de año, pero no deja de sorprenderme pues, sin darme cuenta y a fuerza de vivir anclado en mitad del Caribe, para mi simplemente las Navidades en Cuba son muy normales, como el sol en el invierno tropical.

Pero, claro, lo que es normal en un lugar del planeta resulta extraño en otro, por eso la duda es pertinente, aunque sólo sea para contrastarla con la vorágine que invade nuestro paisito -el que no existe oficialmente- estos días: ¿Cómo se celebran estas fechas en una república laica y caribeña, que además es socialista?

Lo primero que hay que aclarar es que, siguiendo al pie de la letra aquella vieja y sabia sentencia de Marx de que «la economía determina, en última estancia», las Navidades en la mayor de Las Antillas estarán sin duda condicionadas por las dificultades económicas que arrastramos, con lo cual serán humildes casi por obligación. Pero dicen los cubanos, con ese sentido positivo con el que viven, que «lo que pasa, conviene», así que no despilfarraremos irresponsablemente energía eléctrica en calles, plazas y pueblos, menos en plena campaña de ahorro y uso racional de los recursos naturales.

Pero uso racional no quiere decir oscuridad. Por eso algunos lugares céntricos de la capital y de las principales ciudades muestran adornos luminosos, y de otro tipo, típicos de estas fechas; el Centro Histórico habanero adorna sus calles recuperadas al tiempo y al deterioro con modestas guirnaldas de luces, al igual que las fachadas de muchas casas particulares. Y, eso sí, casi todos los hogares cubanos tendrán al interior, en sus espacios de entrada, pequeños árboles navideños de plástico, que guardamos celosamente de año en año, profusamente adornados y llenos de luces, para dar la bienvenida a las visitas, tan importantes durante estas fechas entre nosotros.

En la parte comercial, que parece ya consustancial a las Navidades, las tiendas, tanto en divisas como en moneda nacional, usarán fundamentalmente carteles y rótulos; con los medios, inventiva y sensibilidad estética de cada cual, todos se empeñaran en desearnos unas felices fiestas y un buen año, y a mi con eso me basta.

Pero todos vivimos con nuestras contradicciones y Cuba no es una excepción. Por eso, si bien nos evitaremos el bombardeo de publicidad indiscriminada, no por ello dejaremos de atravesar unos días de consumo adaptado al bolsillo de cada cual. Las grandes cadenas de tiendas estatales están repletas y sus recaudaciones serán muy superiores a las del resto del año; los cubanos sacarán sus ahorros, el dinero de las remesas familiares (que llegan a pesar de los empeños gringos), su último salario y gastarán en cosas básicas y no tan básicas, para pasar unos días bien abastecidos o hacerse sus regalos de fin de año. Y en enero, ¡ya veremos!

Sobre la significación de estas fiestas hay para todos los gustos. Como pueblo mestizo y por lo tanto acostumbrado a convivir y mezclar culturas, pensamientos y personas, los que sean cristianos tendrán sus templos e iglesias a disposición para celebrar la llegada de Jesús y, en especial los católicos disfrutarán de sus misas de gallo, la madrugada del 25 e incluso en La Habana se darán el lujo de escuchar a su cardenal. Por su lado, los seguidores de la tradición afrocubana se juntarán en bembé (fiesta de tambores), mientras los babalaos (sacerdotes del rito yoruba) sacan la letra del año y los santos que regirán nuestros destinos el 2008, y hacen la predicción de lo que nos espera el próximo año. Los más agnósticos pueden celebrar el triunfo de la Revolución, el primero de enero, longeva donde las haya al cumplir 49 años, y felicitarse porque la independencia de esta isla infinita siga viva, y nosotros con ella. En fin, cada cual lo puede adaptar a sus necesidades, sin obligaciones.

Pero para todos, independientemente de sus creencias, serán días de muchas visitas, de amigos y familiares, llamadas telefónicas de la gente que tenemos lejos para darnos afectuosos abrazos en la distancia y volver a desearnos, por enésima vez, un buen año, mucha salud y una buenas fiestas.

Miles de cubanos andan también estos días de nómadas provisionales por carreteras, terminales de trenes y autobuses; estudiantes y personas que emigraron de sus provincias hacia otras por múltiples motivos, cargan con regalos, comida o simplemente con la ropa y algo de dinero; van de vuelta a la casa familiar para reencontrarse con su gente casi como una tradición, y la notable mejoría del transporte en los dos últimos meses ayudará a que la odisea de atravesar media Cuba, este año, sea algo más fácil.

En las Navidades cubanas son festivos el 25, que se declaró oficial por la visita del Papa Juan Pablo II, y el día primero de enero, en que confluyen la entrada del año y la victoria revolucionaria; y además, como novedades, estas Navidades serán feriados también el día 31 y el 2 de enero. Además el sistema educativo goza por primera vez en muchos años de vacaciones de Navidad oficialmente, así que niños, jóvenes y adolescentes tendrán estos días libres llenando de bullicio casas, calles y parques. De mientras se supone que los adultos debemos trabajar, pero no hay duda de que será a un ritmo indolente, de bajo perfil, esperando los días claves «sin coger lucha», como se dice por aquí.

También nos invadirán algunos miles de turistas y extranjeros, que huyendo de sus Navidades obligatorias y agobiantes han elegido pasar estos días con nosotros, y algunos restaurantes y centros nocturnos preparan para la ocasión cenas de navidad, cotillones y cosas similares, para nuestros visitantes y cubanos de mayores posibilidades económicas (pues de todo hay en la viña del Señor, claro). Y aunque estas actividades no son de gran tradición en Cuba nos recuerdan que el ambiente se diversifica y con él también las diferencias sociales y humanas.

Por supuesto que haremos cenas especiales, la noche de Navidad y el día 31, en familia o con amigos. El menú típicamente criollo estipula, casi como una obligación por estas fechas, el puerco asado, el congrí o moros y cristianos (arroz con alubias) y la yuca con mojo (especie de tubérculo con sazón de naranja agria) que son algo así como imprescindibles, todo acompañado de la bebida que se pueda, bastante ron, cerveza, vino o sidra -que son de amplio consumo estos días-; o sea, que beber se bebe bastante.

Si el 24 es día más familiar, por el contrario el 31 es una noche de carácter mucho más social, así que para la una de la madrugada la música bailable, bulliciosa y a todo volumen, inunda casas y fiestas hasta el amanecer. Para los más tranquilos y hogareños las cuatro cadenas de televisión nacionales ofrecen programas especiales y películas toda la noche.

El clima nos acompañará -en realidad el tiempo siempre nos acompaña-, y aun en el peor de los casos (que entre un frente frío) no les quepa duda de que la temperatura será agradable y podremos andar por casa y por la calle sin exceso de ropa. Por lo tanto la nieve, desconocida y exótica, nada tiene que ver con nosotros ni simboliza estas fiestas, del mismo modo que los Reyes Magos tienen muy escasa tradición, pero van ganando espacio para hacer regalos a los más pequeños, aunque los republicanos seamos totalidad, para que no haya dudas.

A las doce en punto, de la noche del 31, radios y televisiones, sintonizarán el himno nacional, se izará la bandera cubana, la de la estrella solitaria; seguidamente un breve comunicado oficial nos felicitará el nuevo año y sirenas de barcos, fuegos de artificio y similares enterrarán el 2007. Entonces saldremos a las puertas de las casas a echar un balde de agua, para que se lleve todo lo malo y comenzar de nuevo con nuestros sueños bien limpios. Y hasta los más incrédulos, en un momento de debilidad, le pediremos a Elegúa -el que abre los caminos- para que nos conceda todos nuestros deseos.

El silencioso y tranquilo amanecer del día uno nos confirmará que acabamos de estrenar un nuevo año, otro más, y que este 2008 puede ser también soleado, a pesar de amenazas y profecías externas. Y ya para el día tres iremos recobrando la normalidad, retomando nuestras vidas exactamente donde las dejamos el 2007, cargados de buenas intenciones y propósitos, como debe ser.

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