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Familia de Gorka Lupiañez

La familia de Gorka Lupiañez espera que la denuncia de la tortura reactive compromisos

Han pasado tres semanas desde que conocieran, a través de los medios de comunicación, que Gorka Lupiañez había sido detenido por la Guardia Civil, y sus familiares apenas comienzan a retomar sus vidas. Les ayuda el haber comprobado que su hijo y hermano se recupera ya «de su paso por los infiernos».

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Txotxe ANDUEZA

Seguramente no había escenario más adecuado para hablar de lo vivido por la familia Lupiañez desde que el pasado día 6 Gorka fuera detenido por efectivos de la Guardia Civil que el caserío que entre todos están construyendo, entre otras cosas, porque ése era el sueño del joven ahora encarcelado en Soto del Real. Una conversación llena de matices, de emoción y rabia, de cariño y enfado, de mucha tristeza también, aunque bien pudiera resumirse en unas pocas pero significativas palabras, que los familiares subrayaron una y otra vez: impotencia, debilidad, fuerza, esperanza y agradecimiento.

Lutxi Mintegi, madre de Gorka, subraya el sentimiento de impotencia que han sentido desde el mismo momento en que tuvieron noticia de la detención: «Sabes que le están torturando y no puedes hacer nada, nadie te dice dónde está, nadie hace nada para evitarlo». Andoni Lupiañez recuerda la debilidad que les generó la angustia de «cada día y cada minuto en que no hemos sabido nada y la dureza de su testimonio en la primera visita», pero también la fuerza que les ha dado «el apoyo de la gente de la calle y ahora ver que Gorka está recuperándose». El padre, Juanra Lupiañez tiene la esperanza de que la denuncia de la tortura sirva para que más gente conozca lo que ocurre y se comprometa. Y Gorka, por su parte, en la comunicación que este mismo sábado tuvieron en la cárcel madrileña, expresó su agradecimiento a quienes han apoyado en la calle a su familia, ayudándoles a hacer frente a esta difícil situación.

Una llamada a La Salve

Gorka Lupiañez fue detenido en la tarde del día 6, pero sus familiares no supieron nada hasta el mediodía del 7, cuando acababan de participar en una encartelada de solidaridad con los presos, junto a la Azoka de Durango. Alguien había oído algo en algún medio de comunicación sobre la supuesta detención. «Ésa fue toda la noticia que tuvimos; ninguna llamada, nadie nos dijo oficialmente nada». Enseguida se pusieron en marcha, solicitando en el Juzgado el habeas corpus, que les fue denegado al día siguiente «como ya esperaba, porque, como le dije a la secretaria del Juzgado que me entregó la respuesta, no tenemos ninguna confianza en la Justicia».

Ante la falta de noticias, Lutxi Mintegi empezó a hacer gestiones de todo tipo. Llamó al cuartel de La Salve, al Ararteko, a Amnistía Internacional... sin resultado. «En La Salve ni siquiera me confirmaban la detención, hasta que le dije a quien cogió el teléfono que era terrible que todo el mundo dijera que mi hijo estaba detenido y a mí se me negara esa información. Me dijeron que llamara más tarde y a la media hora me confirmaron que era él el detenido. Yo les dije que tenía miedo de que le pasara algo y me respondieron: `No se preocupe, se está cumpliendo la ley, lo están custodiando'».

También el Ararteko llegó sólo hasta esa confirmación de la detención. Tanto él como Amnistía Internacional necesitaban, para poder iniciar cualquier tipo de gestión, el texto de la denuncia. «Al parecer, sólo pueden moverse después de que le hayan pegado, pero nadie puede evitar lo que pudimos confirmar que había estado pasando».

Al contrario que en las dos ocasiones anteriores en las que el joven acabó, de una u otra forma, en manos de los distintos cuerpos policiales, ahora no han acudido al Ayuntamiento. «Hemos tenido en todo momento al lado a los concejales de EAE-ANV, pero nada más, porque ya no nos fiamos».

Juanra Lupiañez, por ejemplo, coincidió en el desfile de Olentzero con el alcalde de la localidad, y ese encuentro no hizo sino confirmarle la falta de voluntad de los mandatarios locales. «El alcalde se me acercó y me dijo que estaba sorprendido porque no había- mos ido a visitarle, y le respondí que no queríamos darles la oportunidad de que dijeran que habían hecho todo lo posible, que no creíamos en los políticos». Andoni, que ha sido el portavoz de la familia en las ruedas de prensa en las que han denunciado lo ocurrido a su hermano, añade su convencimiento de que en otros casos el alcalde no espera en su despacho la visita de las víctimas: «Incluso cuando se trata de cosas materiales, como la quema de un cajero, estoy seguro de que no se quedan a la espera de las quejas para denunciar y hacer gestiones. ¿Cómo pueden tener tan poca vergüenza?».

«Gracias al apoyo de la calle -prosiguen-, podemos seguir adelante; sólo gracias a ese montón de gente que ha estado todo el tiempo a nuestro lado, ofreciéndonos toda su ayuda. Y gracias también a la fuerza que te da el propio hecho de denunciar, de hacer frente a la situación, de plantarles cara aunque sepas que no va a tener ninguna repercusión en manos de la Justicia».

«¿Dónde están nuestros derechos?»

Desde la primera ocasión, aseguran, han tenido clara la necesidad de denunciar. «La primera vez fue cuando unos ertzainas le secuestraron y le llevaron al monte. Le amenazaron y le dijeron que no contara a nadie lo ocurrido. Ese mismo día nos lo dijo, hablamos sobre el tema, y al final decidimos denunciarlo. Y cada vez hemos tenido más claro que no podíamos callarnos, que había que hacer público el testimonio para quien quisiera oirlo».

«Éramos conscientes de que le habían torturado -dice Lutxi con un hilo de voz-, pero es muy duro oír a tu hijo contar lo que le hicieron». Y añade: «Mi hijo ha estado secuestrado, luego ha sido torturado... y todos nosotros, ¿dónde están nuestros derechos? No hemos sabido en ocho días nada sobre él; nadie ha venido a decirnos dónde estaba, cómo estaba. Ha sido una impotencia total. Los políticos dicen que están al servicio de todos los ciudadanos... Pero mis derechos, los de mi marido y los de mis hijos han sido machacados, y nadie ha venido, ni todos esos que dicen que están trabajando por la paz y a favor de las víctimas. Víctimas hay en todas partes, y al menos a nuestro lado no han estado».

Lutxi Mintegi habló con representantes de Amnistía Internacional precisamente el 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, y unos días más tarde, coincidiendo con su cumpleaños, dirigió una carta pública a su hijo detenido, en la que hacía patente su desolación tras los días de angustia por no saber de su paradero, por la «enorme soledad que sentimos en Madrid cuando fuimos a intentar estar con él cuando pasara a declarar en la Audiencia Nacional» y «el terrible cansancio en ese viaje de vuelta a casa sin haberlo conseguido, porque le prolongaron la comunicación también tras su ingreso en prisión».

Juanra opina que esa sensación de impunidad, «de que pueden hacerte cualquier cosa en cualquier momento», da miedo. Y todos ellos denuncian con cierta amargura a los políticos que no hacen nada por acabar con la tortura, y a los medios de comunicación que no se han hecho eco de sus denuncias: «Han llenado páginas con supuestas acusaciones contra él, pero no acudieron a las ruedas de prensa, y la mayoría no reflejó el testimonio y la denuncia de torturas».

«Si yo fuera político -asegura Juanra-, no podría levantar la cara del suelo de la vergüenza. Que en un país que se dice democrático, en Europa, se torture... Aquí no hay políticos, ni hay justicia, ni hay nada». Y es que ninguno de ellos puede dudar, a estas alturas, de que la tortura existe, «no sólo porque me lo ha contado mi hijo, sino porque yo lo he visto en su cara. Y como le han torturado a él también lo han hecho con muchos, muchos otros», asegura Lutxi.

Desde el conocimiento directo que están teniendo de la existencia de esta práctica, subrayan una y otra vez la importancia de la denuncia, «no por nosotros, que ya nos han hecho el daño, sino para ayudar a que no vuelva a suceder. Sabemos, y es muy duro decirlo, que judicialmente no tenemos nada que hacer, pero es importante que la sociedad conozca lo que ocurre en esos sitios».

«Aún se oyen mis gritos en Madrid»

Poco a poco, Gorka Lupiañez va recordando más detalles de los cinco días incomunicado a manos de la Guardia Civil. Está redactando un completo testimonio para acompañar su denuncia. En la visita que la familia realizó este sábado, le han encontrado «bastante mejor». Pero también pudieron conocer nuevos elementos en torno a su paso por las dependencias policiales, como el hecho de que al menos en tres ocasiones le inyectaron alguna sustancia en espalda y cuello.

La madre del joven dijo en un momento de esta entrevista que no hay que ir a Irak para ver torturas, «las tenemos aquí». Y la similitud con las denuncias de los detenidos iraquíes tiene más sentido del que parece. De hecho Gorka, que empieza a recuperar su voz a pesar de que, según reconoce, «todavía se oyen mis gritos en Madrid», relató a sus familiares el sábado que, en un momento de los cinco días de detención, sus captores le dijeron que él era «su trofeo» y se dedicaron a hacerse fotos con él, desnudo y con un antifaz, haciendo poses, poniéndose encima de él... «Te queda la esperanza -dice amargamente Andoni- de que algún día esas fotos salgan por alguna parte».

Ahora que han podido comprobar que el apoyo de los compañeros presos en Soto y el tiempo están ayudando a recuperarse a Gorka, también la familia ve restablecida su fuerza. Tienen la esperanza puesta en la capacidad de su hijo y hermano para hacer frente a todas las dificultades. El primer paso fue, como reconoce Andoni, «cuando fue capaz de contarnos todo lo ocurrido en la primera visita; tiene una capacidad especial para hacer frente a todas las dificultades». Y en ese empeño no le va a faltar el apoyo de toda su familia, como deja claro, una vez más, su madre: «Estamos con Gorka hasta el final. Es nuestro hijo y siempre contará con todo nuestro apoyo».

«Desde el momento de la detención, todo está bien atado para ocultar la tortura»

Lo ocurrido desde el arresto hasta su ingreso en prisión, lleva a la familia de Lupiañez a una conclusión: «En cuanto tuvimos noticia de la detención, fuimos al Juzgado a solicitar la aplicación del habeas corpus. Al día siguiente nos lo denegaron. El abogado pidió que se le hiciera un análisis de orina y de sangre... y no se lo hicieron entonces ni en la cárcel, a pesar de que, como le dijo asombrado uno de los médicos de Soto cuando Gorka solicitó una analítica, debían haberle practicado esas pruebas médicas al ingresar en prisión. Cuando la Guardia Civil lo llevó a declarar ante el juez incomunicado y con un abogado de oficio, éste dijo ante el juez que era evidente que Gorka había sido torturado, y pidió su libertad. El juez, sin embargo, decidió enviarlo a prisión. Además, excusándose en la situación de incomunicación, negó al abogado la petición de estar con Gorka para recoger su testimonio completo de lo ocurrido. Cuando ingresó en prisión, Gorka contó al médico lo sucedido, y le pidió que recogiera su testimonio. Éste no vio necesidad de tal cosa porque `le veía bien', a pesar de que no miró las heridas dentro de su boca, ni el hematoma que cubría todo su pubis, ni las calvas que le habían ocasionado a base de arrancarle el cabello... Al final, te das cuenta de que, desde el mismo momento de la detención hasta el final, todo está atado para ocultar la tortura». Tx. A.

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