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Raimundo Fitero

Desgaste

Cuesta mucho acoplar las pulsiones de la razón a las razones de las pulsiones políticas y judiciales. En el zoco electoral, no solamente juegan a ver quién va a rebajar más los impuestos, sino quién es el más chulo, el más duro, el más represor, más torturador, más capador de libertades. El mono al que le dan todas las hostias es a la izquierda independentista vasca, con la que han llegado a la conclusión de que todo vale, porque sus socios tripartitos, están encantados con que alguien les barra de las mesas electorales a quienes les pueden restar unos cuantos miles de votos. Así es esto, un desgaste de toda noción de ética democrática. Una decadencia absoluta.

Por ello nos dedicamos a mirar a otras realidades tan corruptas, pero menos nocivas para la salud social. Pongamos que nos sorprenden con la defenestración de «Aquí hay tomate». En unos días se va tras cinco años un programa que ha creado, desgraciadamente, un estilo. La basura masticada, regurgitada, mostrada como una solución para crear costra. Yo diría que si se mira con un poco de agitación mental, programas como el tomate pueden ser una suerte de vacuna. Después de este programa, ¿quién se cree nada de los asuntos del corazón? La desmitificación por sublimación. Y sin entrar en mayores profundidades, este anuncio que ya había tenido sus advertencias hace unos meses, responde a un desgaste evidente de su penetración y canalización de audiencias, y a demostrar una vez más, que nada es eterno. Excepto «Goenkale» y David Barbero, que ahí está, todos los días con su «Forum».

Vimos lo que hace Cuatro, igual que Tele 5, aunque dice que es el original, pero que es una franquicia como tantas otras, buscando nuevas figuras del entretenimiento. Todo es igual, no hay variaciones, el mismo esquema, casi el mismo tipo de aspirantes a artistas, una retórica similar, y quizás podamos darle como un mejor tratamiento estético, especialmente en los montajes de continuidad, porque después las actuaciones, no dan para más de lo que dan, que es muy poco, por mucha gracia que nos hagan. En «El Hormiguero» vimos a Silvestre Stalone, un hombre recauchutado que se ducha con botox.

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