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Josu Iraeta Ex diputado de Herri Batasuna

El Cid Cabalga

En estas condiciones, una llamada a las urnas es mofarse de la democracia, y sólo sirve para saciar, legitimar y proteger al imperativo del poder y sus colaboradores El gobierno de Zapatero está tejiendo estrategias regidas lejos del cultivo de la inteligencia y el sentido común. Busca cumplir con una conciencia que sólo es fiel al imperativo categórico del poder

La aceptación de una serie de verdades, reales o supuestas, sin otra base que la autoridad o la confianza que se otorga a quien las comunica, es tan habitual, resulta tan ineludible en la adquisición de conocimientos, que bien podría calificarse como un «acto de fe laico».

De ahí lo asombrosa que va resultando la propensión que tienen muchas personas a entender la realidad, no como la ven o perciben, sino como se la cuentan otros. Así pues, el acto de fe no es ya creer lo que no vemos, sino creer que lo que estamos viendo es como nos lo cuentan.

Un ejemplo brutal, pero real, de lo que afirmo en estos párrafos iniciales lo han vivido recientemente en la bonita localidad navarra de Lesaka con las detenciones de dos de sus vecinos.

Esta reflexión puede derivar, claro, pero yo pretendo subrayar que este puñetero «acto de fe laico» tiene su génesis en la desconfianza personal, en la falta de criterio, en la debilidad y falta de madurez de uno mismo, aceptando siempre la supuesta autoridad externa. Y esto es peligroso; muy cómodo, cierto, pero peligroso.

Es dañino y peligroso, porque se prescinde de la propia capacidad, aceptando y adoptando como verdad lo que nos va entrando por la puerta de la falsedad, que nosotros, de manera displicente mantenemos abierta.

El gobierno de R. Zapatero está tejiendo estrategias regidas lejos del cultivo de la inteligencia y el sentido común. Busca cumplir con una conciencia que sólo es fiel al imperativo categórico del poder. Razón suficiente para que él y su gobierno, experto -como su antecesor- en violar derechos y aplastar libertades, haya olvidado que el simple hecho de votar es condición necesaria en democracia, pero no suficiente para asegurar la calidad moral del sistema. Pues una democracia constitucional debe sustentarse en la pluralidad de partidos, en elecciones libres y competitivas, en la división de poderes, en la soberanía popular. Es decir, en la garantía de los derechos fundamentales y libertades públicas.

En el sistema que opera hoy en el Estado español la historia de los últimos treinta años demuestra que la elección de sus gobiernos no se proyecta desde el plebiscito de las masas, sino en la supuesta imparcialidad de los jueces.

Los parlamentos que suponen la médula del sistema son simples apariencias, sucedáneos, que sirven como eco al poder insaciable. La división de poderes, en la práctica política queda absolutamente difuminada, muy lejos de la realidad. En cuanto a garantía de derechos y libertades, en un lugar como el Estado español, donde escasean los jueces independientes, es imposible que la justicia que imparten pueda ser justa. En estas condiciones, una llamada a las urnas, es mofarse de la democracia, y sólo sirve para saciar, legitimar y proteger al imperativo del poder y sus colaboradores.

Es evidente que en este conflicto político casi nada es lo que parece. Para el gobierno de R. Zapatero, la táctica aznarista sigue siendo válida. Así pues, no existe el llamado conflicto vasco. El único conflicto radica en ETA. Por tanto sólo hay un camino, combatir y derrotar a ETA.

A este aprendiz de «Cid Campeador», que nueve siglos después nació en Valladolid, residiendo hoy en La Moncloa, quizá debiera recomendarle la lectura de «El Arte de la Guerra», una obra del general chino Sun Tzu, considerado el mejor libro de estrategia de todos los tiempos.

Este libro de dos mil quinientos años de antigüedad, es uno de los más importantes textos clásicos chinos, en el que a pesar del tiempo transcurrido, se demuestra su vigencia y utilidad actual. Máxime si extrapolamos las estrategias bélicas que aporta al mundo de la política, que es de hecho el deseable campo de batalla del presente.

Esto se debe a que la obra de Sun Tzu no es únicamente un libro de práctica militar, sino un tratado que enseña la estrategia de aplicar con sabiduría el conocimiento de la naturaleza humana en los momentos de confrontación. Es pues, una obra para comprender las raíces de un conflicto y buscar una solución.

Ahí va, Sr. R. Zapatero, una «perla» -para mí preciosa- y sobre la que usted y su gobierno debieran reflexionar, dedicada por un autor dos veces milenario: «La mejor victoria es vencer sin combatir y ésa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante».

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