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El circo sigue y se vaticinan muchas funciones de infarto

Dabid LAZKANOITURBURU

Decía el ex presidente y consorte Bill Clinton hace unas semanas que la cuestión del liderazgo demócrata quedaría zanjada en el supermartes. Un día después, al equipo de campaña Clinton no le cuadran las cuentas y augura una convención nacional demócrata no apta para cardiacos en agosto en Denver.

La ex primera dama no acaba de arrancar y debe su pírrica ventaja al aparato del partido y a la figura de los superdelegados, esos que bien podrían asestarle una puñalada de última hora con su libertad de voto.

Por contra, Obama se crece día a día y ha superado con nota la cita del 5 de febrero, donde la conjunción grandes estados-minoría hispana no ha dado a Hillary Clinton los réditos que esperaba desde que se inició la carrera.

El regreso en una semana a las primarias en pequeños estados puede volver a encumbrar al senador por Illinois y dar alas a su candidatura. No falta razón a quienes dudan -dudamos- de que un negro pueda disputar la Casa Blanca. Lo que no añaden es que la candidata Clinton tendría en su caso similares posibilidades de vencer, y no sólo por ser mujer, sino porque despierta recelos atávicos tanto en el seno del electorado demócrata -a la vista de los resultados hasta ahora- como en el republicano.

Posibilidades que menguarían aún más si, como todo apunta, tuviera que enfrentarse al republicano John McCain, con quien rivaliza por el llamado «centro» en el mapa político estadounidense. Un «centrismo» que impide al senador republicano despegarse del todo, de momento, de los candidatos integristas Romney y Huckabee.

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