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¿Dialogar sí, negociar no?

Felix Placer Ugarte | Profesor en la Facultad de Teología de Gasteiz

La polémica Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española Ante las elecciones generales 2008 reafirma lo dicho en su documento de noviembre de 2006 “Orientaciones morales ante la situación actual de España”: «Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político (n. 68)». También se decía: «Los eventuales contactos de la autoridad pública con los terroristas han de excluir todos los asuntos referentes a la organización política de la sociedad y ceñirse a establecer las condiciones conducentes a la desaparición de la organización terrorista, en nuestro caso, de ETA».
Luego han llegado los matices. No se niega el diálogo; sólo la negociación. Así lo acaba de aclarar el obispo de Gasteiz, Miguel Asurmendi, remitiéndose al Presidente y Secretario de la CEE: «El diálogo sí es posible con organizaciones para poder llegar a un acuerdo y consenso en los márgenes que tiene. Diálogo sí, negociación no». Y citaba la Pastoral de los obispos de Bilbo, Donostia y Gasteiz, Preparar la paz. Allí afirmaban que «dialogar no equivale a claudicar». El diálogo, decían además, «lleva dentro de sí una dinámica que, en medio de tensiones inevitables, puede aproximar efectivamente las posiciones de los interlocutores. El diálogo es la avenida que conduce a la plaza mayor de la paz. Cerrarse al diálogo equivale a renunciar a la paz verdadera, que no consiste en la victoria, sino en el acuerdo».
Pero también debe recordarse al respecto la Carta Pastoral de los obispos vascos de las mismas diócesis, Diálogo y negociación para la paz (1987), donde refiriéndose  expresamente a la negociación se afirmaba: «Todo el mundo debe estar a favor de un camino que, por su misma naturaleza, tiende a sustituir el enfrentamiento violento y sangriento por el entendimiento alcanzado por medio del diálogo. Las personas y los grupos deberían dialogar y, tras el diálogo, negociar a fin de llegar a convenir la vía de salida pacífica y pacificadora al conflicto… Hay momentos en la historia de los pueblos… en los que ha de jugarse con una inevitable dosis de riesgo. Sólo la voluntad inquebrantable de buscar, por encima de todo, la paz en la verdad y en la justicia puede ofrecer la garantía humana de acertar».
Si el conflicto perdura y se acentúan las vías represivas, ¿por qué no mantener y alentar por parte de la Iglesia aquellas posiciones que buscan activar todos los medios éticos posibles, por encima de exclusiones y violencias, para lograr la paz tan deseada desde la justicia y respeto democrático a todas las opciones?

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