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Análisis | oscuro atentado en dili

Timor Lorosa'e vuelve a perder

 Desde que alcanzó su independencia, Timor Lorosa´e ha visto cómo los obstáculos se han sucedido en el camino de construcción nacional. La turbulenta historia de estos años refleja la dificultad que afronta este país para poder encauzar el destino del pueblo timorense sin injerencias externas.

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Txente REKONDO Gabinete de Análisis Internacional (GAIN)

Los ataques contra el presidente, José Ramos Horta, y el primer ministro, Xanana Gusmao, y la muerte de uno de sus supuestos atacantes, y líder de los rebeldes armados, Alfredo Reinado, han vuelto a traer a primera plana informativa y mediática al joven y pequeño estado asiático.

La sucesión de crisis que desembocó en los graves acontecimientos de 2006 han dejado una compleja fotografía del país. Así, hoy día nos encontramos con algo más de cien mil desplazados viviendo en campamentos que se han convertido, en buena medida, en una fuente de actividades delictivas y, en ocasiones, «base importante del apoyo a la oposición armada», con unas fuerzas policiales inexistentes, con unas fuerzas armadas divididas y debilitadas tras 2006, con un ciclo «de violencia de bajo nivel» que parece difícil de detener.

A ello hay que añadir algunos datos que hacen más preocupante la situación, el desempleo alcanza el 50% en la capital, Dili, los grupos y bandas campan a sus anchas, provocando incidentes y altercados. La ausencia de un programa para afrontar estas carencias sociales y económicas no hace sino empeorar aún más la situación.

Las promesas que posibilitaron a José Ramos Horta y Xanana Gusmao acceder a sus cargos, en una maniobra que algunos definieron como «golpe camuflado y premeditado», no se han cumplido. La población, que es la que más sufre esta coyuntura, se muestra desencantada y, sobre todo, hastiada por la presencia de tropas extranjeras, australianas en su mayor parte.

El fracaso de esas dos figuras políticas para encauzar la situación es una parte de la realidad, a ella hay que añadir el papel de la ONU, que tampoco ha sido capaz de realizar la prometida «reforma de seguridad», con la que pretendían normalizar la situación de las fuerzas armadas y policiales del país. Si a mediados de 2007 la excusa para detener la reforma fueron las elecciones, a finales de año se produjo el cese del responsable de la oficina de Naciones Unidas en la cuestión, sin que su puesto haya sido cubierto.

Hay dos frases que resuenan con fuerza en estos momentos en Timor Lorosa´e: «estos atentados eran algo esperado, sólo faltaba saber cuándo, dónde y cómo» y «los timorenses siguen matándose entre ellos, y eso es un terrible sino que parece no tener fin». Ambas evidencian la rabia y frustración de la población, al tiempo que permiten lanzar al aire una serie de preguntas en torno a lo sucedido.

La muerte de Reinado cierra en falso la crisis antes mencionada. Además, se están sucediendo noticias y rumores que no hacen sino alimentar aún más el mar de especulaciones sobre el espectro político y social del país. Algunas fuentes han apuntado incluso a que Reinado habría fallecido una hora antes del ataque contra Ramos Horta. El militar rebelde ha podido ser la ficha utilizada por otros agentes para buscar la desestabilización del país y, sobre todo, su muerte permite acallar una voz que tenía mucho que contar.

Como dicen algunos, «Xanana y Ramos Horta podrían haber comido el pan que el diablo había amasado», es decir «serían víctimas del monstruo que ellos mismos habían engordado». En esa línea, esas mismas fuentes recuerdan que el propio Xanana afirmó que Reinado «no representaba una amenaza, que no era peligroso y que no había acometido ningún crimen».

Los intentos del prestigioso Centro para el Diálogo Humanitario de cara a mediar en la crisis y ayudar a tender puentes entre el Gobierno y los elementos rebeldes habían fracasado. Los dos encuentros entre Ramos Horta y Reinado, el último el pasado mes de enero, no lograron el acuerdo. Además, a finales de año, el propio Reinado acusó al presidente y al primer ministro de «utilizar» la crisis de 2006.

Lo cierto es que según pasan las horas se abre el abanico de cabos sueltos y zonas oscuras en torno a lo sucedido. De momento, no sabemos nada sobre otras víctimas de los ataques, y parece claro que se quiere echar tierra sobre las negociaciones y contactos entre el militar rebelde y los dos máximos representantes timorenses.

Y en esta parte de la escena aparece Australia. Aquellos que defienden la teoría basada en los deseos estabilizadores australianos no cuentan toda la historia. Sydney apuesta desde hace tiempo por una estabilidad en Timor Lorosa´e, pero obedeciendo al patrón que les interesa a él. Por eso, desea seguir manteniendo sus tropas en el país y evitar que la joven democracia timorense pueda articular los pilares de un Estado nación. Si en 1999 las tropas australianas fueron bien recibidas, ya que neutralizaron los ataques de las milicias pro-indonesias, en la actualidad se han ido ganando el rechazo y el desprecio de buena parte de la población. Actitudes arrogantes y chulescas contra todos los estamentos del país no hacen sino ahondar en esa situación.

A ello se suma su «incapacidad» para «acabar con la amenaza de Reinado», algo que habrían hecho las fuerzas locales, mucho peor preparadas. ¿Cómo es posible que los rebeldes llegaran hasta del domicilio del presidente sin ser detectados por los australianos? Estas tropas muestran una actitud totalmente pasiva a ojos de los timorenses, por lo que muchos comienzan a preguntarse ¿qué es lo que verdaderamente hacen en su país? Ya casi nadie cree que su presencia busque asegurar la «estabilidad y la seguridad» de la población. Más bien obedece a la protección de sus intereses energéticos y políticos en la región, así como los de sus colaboradores locales.

En ese sentido, apuntan hacia buen aparte de la élite política timorense que ve con buenos ojos esa presencia militar extranjera, ya que les permite seguir «administrando» la situación y, al mismo tiempo. llenar sus bolsillos con las migajas que les dejan desde Sydney, eso sí, a costa de la mayoría del pueblo timorense.

Más allá de especulaciones y rumores, se hace necesario buscar a los beneficiarios de esta situación que, probablemente, sean quienes «justifican la presencia de tropas extranjeras», ésas que han sido «incapaces de detener a Reinado o de proteger al presidente y primer ministro del país». Si su incapacidad o dejadez es tan manifiesta, ¿qué puede esperar la población «de a pie» de esos militares australianos y de sus colaboradores locales?

Ahora, con la muerte de Reinado, éste nunca «llegará con vida ante un juez», y no podrá «señalar a los verdaderos arquitectos de la crisis». La utilización o manipulación de Reinado por terceras personas tal vez ya no pueda demostrarse. Como señalan desde Timor Lorosa´e, «ya nunca sabremos el resto de la historia, y alguien habrá respirado aliviado».

La independencia de Timor Lorosa´e culminó un proceso que supuso mucho sufrimiento y pérdida de vidas humanas a su pueblo, por lo que es hora de que los actores extranjeros dejen de azuzar las diferencias internas y permitan que el conjunto de la población sea dueña de su destino y, sobre todo, de las riquezas que tiene el joven Estado asiático.

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