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crónica | carrera hacia la casa blanca

Obama y Clinton, a la caza de los «superdelegados»

El teléfono de los «superdelegados» del Partido Demócrata no deja de sonar. Lo mismo ocurre con los mensajes electrónicos o los sms de los móviles. No dejan de llegar. El objetivo, lograr como sea el respaldo de esta figura clave que data de 1982. «Todo el mundo nos está bombardeando con correos», comentaba hace unos día en «New York Times» Donna Brazile, dirigente demócrata.

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La nominación de los candidatos a la Casa Blanca, especialmente en el campo demócrata, se ha convertido en una auténtica batalla por demostrar quién tiene más dinero y más apoyos, y quién puede aguantar hasta el final de la contienda a golpe de talonario. Si en el Partido Republicano, el veterano de guerra John McCain se perfila ya como claro candidato, en el bando rival Barack Obama y Hillary Clinton siguen con su particular batalla. Ella empezó esta carrera como clara favorita, con medios, analistas y encuestas a su favor. Pero, unos y otros fallaron, y ahora, el senador de Illinois le ha cogido la delantera. Aunque las últimas votaciones le han beneficiado, ninguno de los dos ha llegado al número mágico. Todo indica que sus votantes deberán esperar hasta la Convención demócrata de agosto en Denver para saber quién obtiene los 2.025 delegados.

Así las cosas, los ojos de Obama y Clinton están puestos desde hace mucho tiempo en los «superdelegados», un figura creada en 1982. Se les conoce también por el nombre de insider (persona que tiene acceso a información confidencial). En total son 796, entre los que se incluyen miembros del Congreso, gobernadores, ex presidentes y dirigentes del partido.

Sobre ellos está cayendo un bombardeo de mensajes y llamadas, que se acentuará conforme se acerque agosto.

La ex primera dama cuenta con el estimable apoyo de su esposo y ex presidente Bill Clinton, que no ha dudado en pedir, a través del teléfono, la recompensa por los favores hechos durante su etapa al mando de la Casa Blanca. Aparte de estas llamadas, ha tenido una activa participación en la campaña, apareciendo en la mayoría de actos públicos junto a su hija Chelsea. Los Clinton han recurrido a la imagen de familia feliz para ganar terreno y votos.

La estrategia de Obama está siendo algo más austera. A su lado tiene a varios ex gobernadores y ex candidatos presidenciales como John Kerry.

«¿Cómo hacer el amor a un superdelegado? Esa es la cuestión», resume Marty Kaplan, profesor de Comunicación de la Universidad de Carolina del Sur y uno de los responsables de la campaña presidencial de Walter Mondale en 1984.

El teléfono de Vince Powers, dirigente del Partido Demócrata en Nebraska, comenzó a sonar en cuanto se supo que su «protegido» John Edwards abandonaba la contienda electoral.

Primero, le llamó alguien del equipo de Clinton, luego lo hizo el propio ex presidente estadounidense. A todos les dio la misma respuesta; respaldaría a a quien ganara en su Estado.

Obama fue a Omaha dos días antes del escrutinio. Venció y se llevó el voto de Powers.

Pero, los «superdelegados» también pueden jugar muy malas pasadas, ya que no están comprometidos con ningún candidato y pueden cambiar de opinión en el último momento, para desesperación del afectado. Eso le ocurrió en 2004 a Howard Dean, ex gobernador de Vermont. Su nombre subía como la espuma en las encuestas de Iowa. 130 personalidades, entre ellas, Al Gore, le dieron su apoyo pero, los sondeos se equivocaron y Dean acabó en tercer lugar, lo que casi le hizo perder los estribos. Al final, el respaldo de los «superdelegados» fue a parar a John Kerry, que se hizo con la candidatura.

Los titulares del domingo recogían precisamente esta cuestión; si éstos deben elegir al candidato en función de su opinión o si deben ajustarse al veredicto de las urnas.

«Si ganamos en la mayoría de los estados y obtenemos el mayor número de delegados simples, sería problemático para los superdelegados anular la decisión de los votantes», comentó recientemente Obama.

Una reflexión no compartida por Clinton, para quien «va en contra de la definición histórica» de esta figura clave.

 

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