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escalada Batalladores después de los 40

Los viejos roqueros nunca mueren

Alfonso Subías escala su primer 8a («Jozua-Etinenne») con 60 años. Con 50, Maurizio Zanolla se lleva «Bimbaluna» (9a/+). Y Luis Santamaría hace un 8b en la Pedriza con 48 años. Han superado los 40, pero no se amilanan ante un encadenamiento de dificultad.

Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA

Finales de enero. Escuela de Etxauri. Entre los sectores Kale Borroka y Arrano Beltza. Sobre todo, grado por todas partes. Dos grupos fanáticos de diferentes generaciones. Los dieciochoañeros y veinteañeros están a lo suyo: apretando a muerte. El octavo grado con letra superior a la «a» es lo que tienen entre manos. Un pegue, dos, tres... Maldiciones varias. Grado, grado y grado. Más pegues y más exabruptos. La motivación y la adrenalina les inunda. Alguno toma un descanso. Otro, en cambio, la tiene a punto: «Si me quedo de la microrregleta del bloque intermedio la tengo hecha». El apretón es espectacular; el chillido de la victoria, aún más. El encadene está muy cerca. Ya está. Su primer 8b+ ha caído. Tan sólo tiene 22 años.

A la izquierda del sector. En Arrano Beltza. Otra generación. Dos cuarentones y un cincuentón. Termo de café. El séptimo grado con sus letras correspondientes. Lucha constante. Pegues esparcidos. Improperios sin demasiados decibelios. El cincuentón esta motivadísimo: «Ésta me sale, por mis huevos que me quedo de la ñapa y encadeno». Exhalaciones profundas, algún que otro gruñido... y encadene. 50 años y 7c al bolsillo. Felicitaciones. Hace frío. Otro termo de café. El 8a está cada vez más cerca.

Este episodio, aunque no sea demasiado habitual, sí se da de vez en cuando, tanto en escuelas de escalada deportiva de aquí como en las internacionales. En esta ocasión, a los primeros, a los más jóvenes, les haremos el «feo» de no citarles más en estas líneas; y es que, un día sí y otro también copan los titulares más importantes de estas páginas.

No es una cuestión de discriminación positiva. No. Hay quienes entrados en años saben y siguen apretando tanto o más como esa caballería de hormonas disparadas. La edad en la deportiva puede que sea un freno en las aspiraciones que se ponen. Sí, así lo decide la naturaleza humana. Pero, como ocurre con la chavalería, hay viejas glorias que nos dejan realmente atónitos. Rompen con los acordes de la biología y se erigen en verdaderos batalladores del grado. ¿Por qué no un octavo a partir de los cuarenta? Parece impensable para muchos, pero, tal y como lo confirman todos los amantes de la dificultad pura y dura, la clave está en la cabeza.

Lo que queda más que claro es que la vieja guardia, leyenda o no, sigue ahí; dando el callo. Si no, que se lo pregunten a Alfonso Subías, que con casi 60 años ha entrado en el octavo grado gracias al encadenamiento de Jozua-Etinenne en La Pedriza. O, por qué no, también le podemos trasladar las dudas de muchos a Maurizio Manolo Zanolla, que a las puertas de los 50 ha firmado Bimbaluna (9a/+) en Saint Loup, Suiza. O a otro un poquito más joven, a Luis Santamaría, quien acaba de llevarse un 8b de La Pedriza, Kalahari Kombat.

Tres ejemplos de estas últimas semanas. Sin duda, hay más. Así que, ¿el grado va ligado a la edad?

Rompiendo moldes

Aunque hay excepciones como la del italiano Manolo, los encadenamientos de las viejas glorias no son tan mediáticos como los realizados por los jóvenes. Pero están ahí, dándolo todo. Y con el primero que nos quitamos el sombrero es con Alfonso Subías. Como si no fuera con él, va y se embolsa su primer 8a: Jozua-Etinenne, en el sector Cancho Butrón de La Pedriza. Pero lo bueno es que ha sido con casi 60 años.

No ha necesitado de los biceps de la nuevas generaciones para poder solventar desplomes interminables o techos salvajes. No ha batallado con las habituales vías de moda de caliza; no, lo suyo es otra bola. Le va otro estilo de escalada; totalmente diferente al vertical, desplomado o superdesplomado de la actualidad. Le va más lo tumbado; no la caliza, sino el granito. Esas placas más tumbadas, donde la cabeza y la técnica van de la mano. Y justo en la meca de las placas graníticas del Estado español, en La Pedriza, Subías, con casi 60 años, entra en el octavo grado.

Todo está dicho, o casi todo. Sólo nos queda leer su relato del día D: «33 metros de placa, la roca fría, pies precisos, manos cuando no las necesitas, cuando las necesitas poco o nada. Las chapas por encima y por debajo, siempre demasiado lejos. En mi cabeza miedos y los consejos de mis amigos. ¡Carga! ¡Aprieta! Mi respuesta: ¡no tengo manos! Ellos: ¡sin manos! Yo: ¡no se me queda el pie! Ellos: ¡que sí, créetelo, cárgale! Pienso que están locos, pero que, como pase lo duro, la saco. Encima del muro supero lo duro, no respiro; uf, magnesio. ¡A que me caigo ahora! 10 metros, 7 metros, magnesio, 3 metros, pánico, horrores, voy cruzado de pies, pillo dos ñapas con las yemas, me sobra el magnesio, sólo necesito un poco de suerte, exterior cruzado al pie derecho y chapo la cadena. Sí, sí, sí... ¡Ja! Pero ellos no saben que donde me muevo yo bien es en el V+. Ahí no me han visto escalar».

Leyenda viva

Diez años menos tiene Maurizio Manolo Zanolla. El escalador italiano, no contento con escribir parte de la historia de la escalada libre de la década de los 80, es decir, del embrión del que surgió la deportiva, no ha dejado de escalar, de apretar y de codearse con la elite internacional. Hace dos años, por ejemplo, se estrenaba en el noveno grado con Bain du sang (9a, Saint Loup, Suiza). Dos años más tarde, rozando los 50, se lleva su vecina Bimbaluna (9a/+) el pasado 20 de enero. Una línea abierta por François Nicole en el 2004 y con la única repetición hasta ese momento a cargo de Josune Bereziartu un año más tarde. Dos líneas paralelas, en el mismo muro calizo, con una Bimbaluna de 20 metros, 6 seguros y 35 movimientos. Canto pequeño, pies técnicos y placa un poco desplomada.

Zanolla le tenía ganas, y para ello ha necesita de cinco viajes a la escuela suiza: «Es una larga historia. Fui con un colega a Cornalba, pero allí no paraba de llover. Me propuso ir a Saint Loup. No era mi intención probar Bimbaluna, ya que lo que me apetecía era hacer búlder. Al segundo día casi la caso con la cuerda por arriba. Tuve que volver a casa. Lo malo es que la tenía muy lejos, a unos 800 kilómetros, y el tiempo en Suiza no es nada estable. Ya en el siguiente viaje me caía arriba. En otro me quedaba sorprendido con la facilidad que escalaba. Ya la tenía cerca, pero me di cuenta que me faltaba energía. Y en el quinto y definitivo viaje me la he embolsado».

Tanta «facilidad» le ha llevado a no concretar demasiado la dificultad de la vía; es decir, no se «moja» mucho: «No sabría decir qué grado tiene. Es un terreno con el que congenio. La he encadenado mucho más rápido que otras vías duras que he hecho. Y, por lo tanto, podría hacer pensar que ese grado propuesto es excesivo. Evaluar una vía es muy subjetivo; depende de muchas cosas. Me parece difícil de graduarla porque no tiene continuidad, porque no exige mucha fuerza física y porque es muy aleatoria. Es una vía técnica, y otro estilo de escalada».

Lo que no tiene duda es lo que le ha aportado Bimbaluna: «Ha sido especial, porque la he escalado en un momento importante. Ha sido una expresión creativa casi genial, y me quedo con las sensaciones que he percibido con la velocidad del encadenamiento. Adam Ondra ha firmado recientemente un 8c a vista y un 9a+ trabajado con 15 años. Es el más joven en hacer eso y yo el más viejo».

Vanguardia pedricera

El tercer protagonista en discordia es Luis Santamaría. La Pedriza es su escuela; un pedricero en toda regla. 48 años a sus espaldas y cae otro 8b: Kalahari kombat. Siempre rondando los riscos de granito, subiendo una y otra vía, aportando con sus guías a esta emblemática zona de escalada, dándole a la adherencia en su estado más puro, dificultad y combate, siempre superándose... Así es Santamaría, una de las verdaderas joyas de La Pedriza.

Y como si no fuera con él, cae otro 8b de adherencia, de esos que pone los pelos de punta, porque apenas se distinguen las formas, si las hay, de la placa en cuestión: «Pues no sentí nada especial. Como en otras ocasiones, los compañeros me felicitaron y nada más. La típica historia entre colegas que se toma de forma natural. Mi familia pasa olímpicamente de los encadenes. Mi mujer me pregunta cuando llego a casa que qué tal, y yo digo que bien. Bien aunque haya encadenado un 8a u 8b. También tengo que añadir que no he tenido obstáculos ni inconvenientes para escalar por parte de la familia».

Como buen fanático, sabe que irá a por algo más duro. Por lo menos, ya se le ha visto probar vías todavía más difíciles; incluso propuestas inhumanas: «Si me preguntan si voy a intentar un 8b+, pues ya se sabe que esto de la escalada es una pasión y un vicio sano. Una vez que te has enganchado quieres seguir ahí, y si puedes hacer cosas más difíciles mejor que mejor. Sin duda, la mentalidad es fundamental. Además, la escalada en La Pedriza al ser muy técnica depende menos del físico y suele haber pocas lesiones. Yo seguiré escalando con la misma ilusión y motivación».

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