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Maite SOROA

Ahora toca sacar la pata

A Oroitz Aldekoa-Otalora y Agurne Salterain los pusieron en carteles, detuvieron con espectáculo incluido y la prensa no tuvo empacho en cantar las alabanzas a la operación policial. Luego el castillo de naipes se desmoronó y ayer alguno parecía especialmente cabreado con «sus fuentes de toda solvencia». El editorialista de «El Correo Español» y «El Diario Vasco», por ejemplo, pedía explicaciones «imprescindibles» y «urgentes» a Balza.

Según el escriba, la liberación de los dos jóvenes «terroristas» vascos «dejó ayer en evidencia tanto este calificativo como la relevancia dada a su arresto por parte del consejero de Interior del Gobierno vasco, aunque las declaraciones del abogado de ambos, afirmando haber iniciado los trámites para su entrega voluntaria ante la Audiencia Nacional nada menos que el pasado 14 de enero ofrecen una versión no del todo verosímil». O sea, una de cal y una de arena.

Lo ocurrido, sin embargo le parecía casi normal, con algún matiz: «El caso no habría resultado necesariamente extraño si Aldekoa y Salterain no hubieran pasado a formar parte de un mismo cartel identificativo junto a personas a las que se les imputa una trayectoria criminal muy activa. Es esto último, junto a la trascendencia que la detención del domingo llegó a adquirir en los medios de comunicación -sugerida desde las instituciones y no desmentida por éstas- lo que obliga a los responsables concernidos por el caso a dar cuenta de su respectiva actuación». Y a los medios por hacerse eco de información policial sin contrastar. Algún día tenían que pillarse los dedos, ¿no creen?

Pero los hay que no se resignan. «Deia» citaba «fuentes de la investigación» para seguir tratando de mantener la presunción de culpabilidad de ambos jóvenes en base a la declaración policial de Gorka Lupiañez. De las denuncias de salvajes torturas de éste no decía nada el rotativo jeltzale, picado con que la Audiencia Nacional hubiera puesto en libertad a los detenidos por Balza cuando hasta los del 18/98 han sido encarcelados «sin haber podido demostrarse las acusaciones por las que se les ha condenado». Patético.

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