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Raimundo Fitero

¿Sobre qué?

Según el celebrado anuncio televisivo, cualquier palabra que contenga «flex», te duerme de manera fulminante. Entonces, reflexión, en términos electorales, es una incitación a la somnolencia, al voto narcotizado. Es un voto zombi, que se hace con plena legitimidad democrática, incluso con ilusión, pero sin saber a ciencia cierta qué se está votando. Las siglas, las marcas, las personas promocionadas televisiva y mediáticamente, todas ellas embadurnadas de harinas y edulcorantes que intentan camuflar la baja calidad de la materia prima. Estoy convencido que los legisladores cuando instauraron el día de reflexión lo hicieron con la mejor voluntad, pero en estos momentos no se reflexiona ni para elegir el menú.

Pero después de estas campañas eternas, ¿sobre qué se puede reflexionar? ¿Qué ideas han aportado los políticos para que alguien reflexione sobre ellas? Lo bueno sería que los ciudadanos fueran reflexionando día a día, instante a instante, y se fuera conformando su idea, porque dejarse llevar por este mercado del voto, por esta teletienda de las promesas electorales es una de las estrategias de los aparatos de los partidos políticos para que se acabe con la participación política, es decir para que se adultere la democracia y todo se convierta en una especie de consejos de administración que aseguran estar respaldados por una especie de accionistas sin cara que son los votantes. Se busca un ciudadano televidente que compre y que haga un gesto mecánico de acudir a las urnas para perpetuarse, aunque siempre está en disputa algunos cientos o miles de cargos, unas cuantas vías de tren, autopistas y otros sujetos de la comisión que hace felices a unos cuantos.

Decía antes que no se reflexiona para elegir el menú, y resulta que veo la misma noticia en diferentes noticiarios de varias cadenas de televisión, y parece que hay unos miles de restaurantes que ofrecen menú diario que se han adscrito a un compromiso para ofertar platos saludables, inspirados en esa entelequia llamada dieta mediterránea. Y una de las medidas más curiosas es que no habrá saleros en las mesas. Me quedo reflexionando sobre esta cuestión desde mi hipertensión.

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