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Jon Odriozola Periodista

Penelopismo siniestro

Se pide la condena del «terrorismo» como quien pretende condenar la ley de la gravedad. Ridículo. Aquí no se está para condenar, que es asunto de curas, sino para hacer política

Si el derecho a la vida fuera un valor absoluto -y a eso aspiramos los humanistas que no somos teólogos-, no habría más que prisioneros, pero no Historia. Y es que es la violencia la partera de la Historia, socolor de los profesionales en rasgarse las vestiduras. Bellos platóni- cos hay que buscan, de manera idealista pero encomiable, la moral. Pero lo que hay es la doble moral -dizque doble rasero- para juzgar según y cómo bajo el capitalismo y su fase superior el imperialismo. La moral de la clase dominante habla del derecho a la vida mientras su sistema chorrea sangre por los poros. Es la anécdota del pirata y Alejandro Magno: porque tengo un solo bajel, me llamas pringao, mientras que a ti, que tienes cien, te dicen emperador. Lo mío es barbarie y lo tuyo civilización...

Si el llamado «conflicto vasco» fuera una guerra, habría prisioneros por ambas partes (como en Colombia). Pero no es así. Sólo una parte tiene prisioneros políticos. Por lo tanto, la vocación de ETA no es militar, sino política: no quiere derrotar al «enemigo», sino que entre en razón, es decir, que se reconozca el derecho universal y democrático a decidir qué coño quieren los vascos (y vascas). La otra parte, por el contrario, entiende el contencioso en clave militar y de rendición, ergo antipolítico (en la Grecia clásica podría faltar una acrópolis en la ciudad pero jamás el ágora), pues interpreta que la unidad de España es innegociable (como antes Cuba, Filipinas...). Cuando ETA comete un atentado no lo hace contra la democracia sino para que la haya. Ese día dejará las armas.

Todo el mundo está a favor de la vida (otra cosa son las condiciones de vida y trabajo) y condena la violencia. Desde el Papa hasta un cabronazo como yo a quien suspendían en el cole por negarse a atravesar insectos con un alfiler. Pero, ¿es eso todo? ¿No será mejor, como suele decirse y se dice bien, ir a las raíces del conflicto? ¿Quién alarga el sufrimiento? La Biblia cuenta que Josué (un sádico criminal, por cierto) mandó parar al Sol y, oye, qué cosa, se paró. Se pide la condena del «terrorismo» como quien pretende condenar la ley de la gravedad. Ridículo. Aquí no se está para condenar, que es asunto de curas, sino para hacer política. Nadie en su sano juicio, salvo Millán Astray, está en contra del derecho a la vida y, si bien el atentado de Arrasate es reprobable, no lo es menos que un ministro de Interior anuncie, al inicio de la campaña electoral, que ETA va a intentar matar y, en lugar de evitarlo con medidas políticas, hable de medidas represivas para competir por cuatro votos disputados a la alienada opinión pública. ¿Es este el nivel, la talla y el talante político o no dan más de sí y, en ese caso, habrá que barrerlos con una escoba revolucionaria? Me temo que se está utilizando a ETA como excusa para presentarse, no ya como campeones de las libertades, sino como mártires de una inexistente democracia.

ETA, sustancialmente aunque sí adjetivamente, no es causa de nada. A lo sumo concausa de la causa causada (y no es un juego de palabras). El máximo responsable es el Gobierno, que no hace nada. Ni siquiera «política»; al revés, deshace cualquier iniciativa de la izquierda abertzale o el mismísimo plan Ibarretxe. Unos tejen y otros destejen en un penelopismo siniestro.

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