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Helen Groome Geógrafa

Fuera de la ley, de un plumazo

Bajo el pretexto de la seguridad, se dejan fuera de la legalidad los conocimientos y aplicaciones medicinales de toda la población que aún no compra medicamentos a las grandes transnacionales

Se ha «decretado» que únicamente 80 especies de plantas son de uso medicinal seguro a nivel mundial. Esta decisión puede parecer razonable a personas acostumbradas a medicarse en base a píldoras y jarabes comprados en farmacias occidentales y que entienden que así se les garantiza cierta seguridad. Pero la decisión tiene un trasfondo que implica mayor control y ganancia para las transnacionales farmacéuticas, con unas consecuencias que afectarán a toda la población mundial (menos a las personas dueñas de dichas empresas, se supone) dentro de más o menos tiempo.

Para empezar habría que señalar que el número de plantas con aplicaciones medicinales supera con creces las ochenta. Solamente en Euskal Herria pasan de cien las especies que tradicionalmente y aún hoy en día se emplean en la «medicina». Algunas son muy comunes, como la ortiga (tratamientos antirreumáticos...); otras más localizadas en nichos ecológicos de poca superficie, como la drosera (lumbagos, asma...). En otros continentes y climas, donde hay sistemas sociales que retienen un mayor conocimiento y contacto con la naturaleza, se encuentran comunidades indígenas que conocen aplicaciones medicinales de cientos de plantas diferentes. Por ejemplo, comunidades indígenas colombianas que conocen y emplean los usos medicinales de más de 1.100 especies de plantas. ¿Por qué de pronto se decide a nivel internacional que únicamente 80 especies de plantas tienen un uso «seguro» en la medicina?

Esta decisión la ha tomado el Codex Alimentarius, un órgano de Naciones Unidas creado en 1963 al que fue encargada la labor de desarrollar normas alimentarias para la protección de la salud de las personas.

No obstante, su última decisión confirma una tendencia histórica que está intensificándose en los últimos años. Una entidad internacional pública, poco conocida por la mayor parte de la población, de difícil acceso y cuyas delegaciones no es fácil conocer, introduce unas medidas que a priori pueden tener una justificación comprensible (en este caso procurar evitar el uso de plantas «venenosas» o peligrosas para fines medicinales con el fin de protegernos de nosotras mismas).

Sin embargo, es importante saber que la lista incluye las plantas más usadas habitualmente en la medicina por las grandes empresas farmacéuticas y que algunas de éstas son venenosas. Por otro lado, aunque la norma de Codex no es vinculante, hay países incorporándola en su legislación.

El resultado es que, bajo el pretexto de la seguridad, se dejan fuera de la legalidad los conocimientos y aplicaciones medicinales de toda la población que aún no compra medicamentos a las grandes transnacionales. Una vez más se percibe que una institución internacional pública la manejan a su antojo las transnacionales, en este caso pudiendo perjudicar la salud de millones de personas con el único fin de ganar más dinero. Ya lo hemos visto con las semillas campesinas, ahora les toca a las plantas medicinales. ¿Nos oponemos para que esto no siga?

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