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Basquet Country

La cultura del acuerdo, lo llaman

Imanol AMIANO

Para este viaje no hacían falta alforjas. Después de dos meses de reuniones, dicen, la FEB, la ACB y la ABP firmaron ayer en alegre comandita la renovación del marco de contratación para las próximas cuatro temporadas. Un acuerdo a tres bandas ilegal, auspiciado para más inri por un órgano oficial del Estado español como es el CSD, que se pasa por el forro de las alforjas, por ejemplo y sin ir más lejos, nimiedades como la libre circulación de trabajadores de la UE -«¡Circulen!, ¡circulen!»-.

«Un proceso largo, con momentos de tensión...», ha dicho un Joe Llorente que me caía bastante mejor cuando era jugador -y eso que era del Madrí-, ...en el que «hemos barajado muchas opciones y nos hemos quedado con lo que ya teníamos». O sea, un jugador español seguirá teniendo más caché que otro de otro país de la Unión sólo por serlo -español, digo-, aunque sea peor en su trabajo.

«A mí me hubiera gustado que jugasen once seleccionables en cada equipo», suelta un Pepe Sáez que -gastando un moreno típico de arduas negociaciones despachiles- es el presidente de una federación en cuya liga mayor, la LEB, campan por sus respetos viejas glorias, asimilados, nacionalizados y extranjeros de pura cepa a tutiplén: «Es un marco que ha demostrado que las nuevas generaciones que llegan desde abajo tienen sitio».

«A veces es mejor mantener el (marco) que se ha demostrado que funciona bien», reconoce Eduardo Portela. El grifo cerrado aquí, se abre allí. La zona FIBA Europa, una entelequia/salchicha comunitaria que se estira a voluntad y/o conveniencia.

Porque se trata de eso. Que las patas de la silla sobre la que se asienta el culo del baloncesto español mantengan el equilibrio. No vaya a ser que se les caiga el pastel a la cara. «La cultura del acuerdo», lo llaman.

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