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FINAL DE LA LIGA DE CAMPEONES

El Manchester necesita de la angustia para mandar en Europa

El Manchester volvió a recurrir a un thriller para levantar su segunda Copa de Europa. Aquellos que creían que la forma en la que los red devils ganaron al Bayern de Munich en Barcelona, con dos goles en el último minuto, era imposible de superar en tensión, pueden estar acertados, pero lo de ayer se le acercó mucho. Tras una gran final, John Terry tuvo la final en el quinto penalti pero resbaló y con él las opciones de victoria de los suyos, dejando la gloria a los rojos.

MACHESTER UTD 1

CHELSEA 1

Jon ORMAZABAL | GASTEIZ

La tragedia de la muerte de 23 de los integrantes del equipo que murieron en 1948 en el aeropuerto de Munich tras jugar ante el Estrella Roja ha marcado la historia del Manchester. El equipo inglés se repuso de ese duro golpe y 50 años después, tras haber rozado el abismo en la siempre cruel tanda de penaltis, el equipo de la ciudad industrial inglesa dio un sopapo a un destino que se le venía encima y consiguió su tercer entorchado europeo con otra voltereta inusual. El destino, que fue cruel con Terry, por contra tuvo un guiño con el histórico Giggs.

Pese a tratarse de dos equipos que basan su juego en la velocidad, el respeto mutuo habitual en este tipo de partidos protagonizó los primeros minutos de la final. El Chelsea concedía la posesión de la pelota a los diablos rojos, pero se defendía cómodamente ante las tímidas intentonas del equipo de Manchester. Al margen de algún contado detalle de Cristiano Ronaldo y del aparatoso golpe recibido por Scholes en la nariz por el que tuvo que abandonar el campo momentáneamente, el miedo marcó los primeros veinte minutos de juego.

Esta sobriedad se rompió en el minuto 26, cuando Scholes, ya recuperado, y Brown triangularon por banda y el centro del lateral fue rematado de cabeza por Cristiano Ronaldo en el segundo palo con excesiva comodidad, aprovechando que Essien ni siquiera saltó.

Ronaldo abre el partido

El gol rompió la monotonía reinante hasta entonces y el choque se puso interesante, emulando a los grandes duelos de la Premier. La primera buena opción del equipo de Stanford Bridge llegó pasada la media hora en una indecisión de Ferdinand en la que el empuje de Ballack dio un susto a Van der Sar.

Respondió casi de inmediato el Manchester en una doble oportunidad que le pudo servir para sentenciar la final. Ronaldo seguía abusando de Essien por su banda y puso un gran centro a Tévez al que respondió magníficamente Cech. El portero checo tuvo que volver a emplearse a fondo en el rechace, para sacar una gran mano a un Carrick que quizá debió buscar el ángulo.

El apache Tévez tuvo otra buena oportunidad en un centro raso de Rooney tras resbalar Makelele pero no llegó por centímetros y, como sucede en este tipo de casos, perdonar le costó caro. Al borde del descanso, el Chelsea empató la final en una jugada afortunada. Essien quiso redimirse de sus errores anteriores y buscó el gol en un disparo lejano que, tras rebotar en dos defensas rojos, le quedó franca a un Lampard que tuvo la fe de seguir la jugada y obtuvo el premio del empate.

Impulsado por un gol de esos conocidos como psicológicos y cimentándose en su superioridad física -con un Makelele inconmensurable- el Chelsea tomó el mando del partido en la segunda parte. Poco a poco fueron metiendo a los de Ferguson en su área, que no conseguían conectar con Ronaldo para sacudirse la presión.

Los mayores apuros para los rojos llegaron en torno al minuto 75, primero en posible penalti de un Ferdinand roto a Malouda y poco después en un gran remate de Drogba desde fuera del área que fue escupido por el poste derecho de la portería defendida por Van der Sar. Sin embargo, al equipo londinense no le dio para más y el partido se fue a la prórroga.

Tampoco hubo tregua en la prórroga, el Chelsea seguía siendo superior pero ambos tuvieron sus opciones. Primero el Chelsea en un remate de Lampard al larguero y poco después el Manchester United en una buena penetración de Evra, que cedió a Giggs y su remate fue desviado con la coronilla por el capitán John Terry.

Las oportunidades decrecieron en la segunda mitad de la prórroga, ya que el juego se diluyó entre calambres y tanganas. En la más tumultuosa, el Chelsea perdió a uno de sus lanzadores para la tanda de penaltis, Didier Drogba y lo pagaron de una de las formas más crueles que se recuerdan en la historia del fútbol continental.

Ferguson o el éxito de la continuidad

Sir Alex Ferguson supone una excepción en un fútbol actual que se ha convertido en un triturador de entrenadores, con claros ejemplos sin tener que ir muy lejos. Abanderado de la figura del manager que se está imponiendo en los grandes clubes -el escocés no dirige todos los entrenamientos diarios del Manchester, pero es quien tiene la última palabra en las grandes y pequeñas decisiones, tácticas y estructurales-, el escocés ha firmado una de sus mejores campañas, Liga y Champions, en su vigesimosegunda temporada al frente del equipo de Old Trafford.

En Inglaterra nadie pone en tela de juicio las tácticas que emplea el "boss" del United. En Old Trafford, Sir Alex Ferguson se ha labrado un currículo admirable escribiendo a base de trofeos la historia de un club campeón.

La imagen del escocés es la del técnico serio -ayer un periodista español le sacó de sus casillas con el interés del Madrid en Cristiano Ronaldo-, poco o nada dado a bromas, que masca chicle sin cesar y celebra cada gol con la pasión de un adolescente.

No obstante, es el el segundo entrenador más veterano de la historia que llega a una final de la Copa de Europa ya que ayer tenía 66 años y 142 días, por detrás del belga Raymond Goethals que, con 71 años y 231 días lo hizo con el Olympique de Marsella ante el Milán, el 26 de mayo de 1993. No obstante, nadie se atreve a decir que Ferguson no batirá este record.

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