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CRÓNICA Tras la marcha a las Bardenas

Militares golpean y humillan a marchistas en las Basdenas

La marcha del domingo contra el polígono de tiro de las Bardenas terminó a golpes y vejaciones para un grupo de chavales que se retrasaron al estar esperando que les fueran a buscar. Militares y guardias civiles, cuya presencia había sido rechazada en el transcurso de la movilización, se ensañaron con ellos.

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Jasone MITXELTORENA

La marcha anual contra el polígono de tiro de las Bardenas tuvo lugar el pasado domingo, y pese a la notoria presencia de fuerzas armadas españolas, la movilización transcurrió sin mayores incidentes. Sin embargo, un grupo de chavales que aguardaba ante las instalaciones militares a los amigos que habían ido a por sus vehículos para que pudieran regresar en coche a Arguedas y Valtierra sufrió una pesadilla tras la movilización. Los testimonios de los chavales dan fe de que la agresión se dio sin previo aviso y sin ningún desencadenante.

«Salieron como locos. Si nosotros éramos unos diez, teníamos a cinco de ellos por cada uno. Empezaron a insultar, a empujar, a golpearnos...». Dos jóvenes de Arguedas fueron detenidos y llevados al cuartel de Valtierra. Tras cinco horas que pasaron esperando declarar ante el juez, fueron puestos en libertad. Les acusan de «desobediencia grave a la autoridad».

Estos incidentes no trascendieron a los medios de difusión. «Diario de Navarra» habló de «un incidente puntual», y algún medio aragonés también lo mencionó, pero ni fuentes policiales, ni agentes políticos ni los convocantes de la marcha se pronunciaron.

Amenazas de muerte

V.R.M. cuenta que él era uno de los que había acudido en busca del coche. Cuando volvió a por sus compañeros, presenció un gran despliegue de militares y guardias civiles, que retenían al grupo de diez o doce personas que él había dejado allí. Relata a GARA que los agentes forcejeaban con una chica, que varios de sus amigos corrían intentando escapar, otros que se hallaban en el suelo... «Vinieron a por mí, y me pidieron los papeles del coche. Después me gritaron que no querían verme más allí, que si volvían a verme en las Bardenas me iban a matar», relata este joven de Valtierra. Añade que «yo era el único que veía lo que estaba pasando. A mis compañeros les tenían como en un círculo, mirando hacia fuera y al suelo, y les iban dando cachetazos. Les cortaron las rastas con un puñal, riéndose de ellos...».

V.R.M. regresó para dar el aviso, y se muestra agradecido con los miembros de la plataforma que llegaron desde Ejea de los Caballeros, en Aragón, ya que le acompañaron de vuelta al lugar. Por el camino recibió la llamada de uno de sus amigos indicándole que los habían deja- do. Una vez con ellos, acompañó a tres hasta el hospital.

Uno de ellos, Sergio, también vecino de Valtierra, relata que «estábamos esperando el coche que nos tenía que recoger, cuando de repente escuchamos una orden de salida desde la base, y salieron de allí un montón de coches, corriendo a saco donde nosotros. Yo estaba con mi chavala, y empezaron a empujarla, a registrarnos... Nos quitaron hasta las zapatillas, cortando las correas. Nos tuvieron de rodillas, y nos daban porrazos en la cabeza, patadas con las botas de punta de acero... No podías decir nada, y te daban tanto por hablar como por callar. A mí me cortaron una rasta».

Trato vejatorio

Sobre las lesiones, explica que «se preocuparon de no reventarnos la cabeza, y no dejar marcas. Yo tengo un moratón en la espalda, y me duelen las rodillas, los tobillos...». Tres han presentado el parte médico junto con la denuncia que interpusieron ante la Policía Foral. Otros cuatro también presentaron denuncias, aunque no pudieron acreditar las agresiones por no tener marcas visibles.

Uno de ellos, Alberto, explica que estaban sentados cuando vieron que venían a por ellos. Echaron a correr. Ya alcanzados, empezó el infierno: «A algunos empezaron a identificarnos, pero a otros directamente les daban. Te pegaban con la mano abierta, te pisaban los tobillos... Me quitaron los calcetines y los metían en el barro, gritaban que éramos unos mierdas... Nos trataron como a perros».

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