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Maite SOROA

Federico mete la cuchara

A Federico Jiménez Losantos le ha dado ahora por calentarle la cabeza a Rajoy y, en comandita con Pedro J. Ramírez, dispara sus dardos más envenenados desde su tronera de «El Mundo».

Ayer se despachaba a gusto contra el líder del PP: «Afortunadamente, yo no soy Mariano Rajoy, pero si lo fuera nunca habría dejado pasar la oportunidad de que Juan Costa fuera el ninot indultado de la falla búlgara. Casi lo único que separaba la democracia interna del PP de la democracia orgánica del franquismo, es decir, de Fraga, era la posibilidad de una oposición más o menos tolerada aunque jibarizada y que no tuviera posibilidad alguna de ganar». O sea, que no hay democracia en el PP y Fraga es un facha. Eso ya lo sabíamos aunque Losantos se lo haya callado hasta ahora.

A Rajoy le llama «el caudilliño» y advierte que harán el paripé con cuatro o cinco falsos críticos. Para darle más empaque a la cosa: «Ahora, los anfitriones búlgaros tendrán que obligar a un número suficiente pero insignificante de compromisarios para votar en blanco o no a Mariano. Lo que no sé es si se van a dejar los compromisarios. En Bulgaria era casi imposible conseguirlo. Por simple estética, a los fautores de la dictadura comunista les parecía mejor que al menos una centésima parte del cuerpo electoral del Partido Único fingiera oponerse a la aplastante hegemonía del comunismo, pero no había forma humana de convencer a cualquiera de los insignificantes dentro de los fieles, o de los significativos dentro de los fidelísimos, para prestarse a votar contra su líder natural, que es como se llama a sí mismo Gallardón reeditando la famosa `mayoría natural' del Fraga de Alianza Popular (que nunca fue mayoría, naturalmente». Gallardón, otra de sus obsesiones.

El asunto es que Juan Costa ha renunciado a presentarse y Losantos está disgustado: «Como a Rajoy le convenía la coartada Costa, supongo que Gallardón no ha dejado que el que debe calentarle la silla hasta septiembre del año que viene pierda un adarme de su poder. La coartada era rajoyesca, no gallardonesca». ¡Jesús, qué lío!

 

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