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ALPINISMO Pasión por la montańa

«Los tres grandes» del veterano Jesús Ayestaran

El alpinista donostiarra Jesús Ayestaran es de los pocos montañeros vascos que se ha hecho con las tres cimas más altas de América: Aconcagua, Ojos del Salado y Pissis. Este último, con 71 años.

Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA

- Hola, Jesús. ¿Qué tal te va la vida?»

- «Pues bien. Hace unos días he estado escalando en Aiztondo (Uharte Arakil). Y, si te digo la verdad, he gozado un montón».

Tras unos minutos al teléfono para concertar la entrevista que centra estas páginas, tuve unos instantes de satisfacción y, por qué no, de gran orgullo por lo escuchado. Sí, fueron momentos que motivan al más apagado, y es que Jesús Ayestaran, Suso para los colegas, todavía se sigue moviendo, como él bien sabe, en la roca. Dos o tres vías, una cuantos largos... y para casa. El donostiarra, histórico alpinista vasco, cuenta en la actualidad con 71 años. Y si bien, sentimos verdadera admiración por las proezas que hizo en su tiempo, ¿qué tenemos que sentir con la actividad que desarrolla en la actualidad?

Suso no es el único veterano alpinista de la generación de los 60-70 que sigue en activo; son muy pocos por aquello de la edad, pero oírle hablar de sus últimas escaladas y ascensiones nos imaginamos que no deja indiferente a nadie.

Lo de sus escaladas en la escuela de Aiztondo casi ha sido la excusa que nos ha servido de presentación de cara a la idea que teníamos entre manos. Y es que el montañero donostiarra, dejando las actividades técnicas un poco más de lado, nos ofrece un interesante recital de motivación y de ganas por experimentar en la actualidad más aventuras alpinas. Su último ticket de altura lleva por nombre «Los Tres Grandes», es decir, las tres cimas más altas de América: Aconcagua (6.962 m), Ojos del Salado (6.893 m) y Pissis (6.882 m). Una trilogía que únicamente han conseguido unos pocos montañeros vascos.

Si bien a esa sequía de ascensiones vascas hay que darle su consabida mención, en el caso de Ayestaran, el plus añadido es el de la veteranía. Sí, el tercer grande que cerró el círculo, el Pissis, lo ha subido con 71 años de edad.

Nada premeditado

Como buen alpinista, lo de culo inquieto le va a las mil maravillas. Siempre anda de aquí para allá. Da lo mismo una caminata tipo senderista, que una escalada en roca en Pirineos, que un monte de una altura considerable... lo suyo es no parar y vivir nuevas experiencias que le enriquezcan.

Le preguntamos cómo surgió esa idea de «Los Tres Grandes» de América, y es que, a diferencia de hoy en día, no es un reto que inspire a muchos montañeros. Suso nos responde que la trilogía nunca la ha tenido como objetivo: «Normalmente no tengo ideas preconcebidas. Lo de la trilogía ha ido surgiendo casi de casualidad. Ya en 1993 hice la cima de Aconcagua con mi amigo Manu Otermin. Once años más tarde, estuve en el Valais con las dos amigas austriacas con las que coroné el Denali. Me plantearon ir al Aconcagua, y les dije que ya lo tenía ascendido. Pero ya sabes cómo son las charlas entre alpinistas... Me convencieron para ir al Aconcagua, pero para aprovechar el viaje les convencí que en el paquete tenía que ir el Ojos del Salado. Para aclimatar, primero subimos el Ojos del Salado; era el 2005. Como estábamos en forma, nos fuimos enseguida al Aconcagua y cayó en tan sólo cinco días».

Casi como si no fuera con Suso, a la edad de 68 años subía al volcán más alto del mundo, Ojos del Salado, y días más tarde firmaba su segundo Aconcagua. No nos extraña pues que Ayestaran no dejara en el olvido el tercero de la trilogía. Tres años más tarde de ese doblete, el montañero donostiarra volvía a Argentina: «Ya tenía dos y, por lo tanto, sólo me quedaba el Pissis. Felipe (Uriarte) siempre me estaba calentando con esta montaña, y después de tanta insistencia empecé a considerar esa posibilidad. A mí siempre me ha gustado montar yo mismo los viajes; y así, hice ciertas gestiones para montar un grupo, pero fracasó; no sé por qué pero esas montañas no atrae a casi nadie. Al final, tuve que echar mano de la agencia de Felipe, y me dijo que iban dos catalanes y un vasco que residía en Córdova (Argentina). Voy o no voy; y al final fui. Su plan era Ojos del Salado y Pissis. Yo el primero ya lo había subido, pero no me importaba intentarlo otra vez, ya que es precioso. Además, me vino muy bien para aclimatar para el Pissis. Y el pasado enero, por fin, cayó el tercero de los grandes».

Con 71 años, Ayestaran cerraba el ciclo sudamericano, subiendo el Pissis, y repitiendo dos de las tres cimas (Aconcagua y Ojos del Salado) más altas de América.

¿Tres o cinco?

Pero lo bueno de esta historia, y que en cierta forma no entraba dentro de las previsiones de estas líneas, es que este veterano también cuenta con los montes más altos de Norteamérica, el Denali (6.194 m) y, en México, el Orizaba (5.610 m). Así que el donostiarra tiene en su haber un plantel americano de cinco estrellas.

El Denali se lo embolsó con 61 años: «A diferencia de `Los tres Grandes', el techo de Norteamérica fue mucho más duro. Ya el primer día de expedición, la avioneta te deja en pleno glaciar rodeado de nieve y más nieve. Luego tienes que coger todos los bártulos, meterlos en el trineo y tirar hasta el campo base. Sin ningún lugar a dudas, el Denali es la montaña de América».

El Orizaba, en cambio, caía a los 67 años. La experiencia en este volcán activo de0 México tampoco le dejó indiferente. Pero quizá la trilogía ha tenido otro caché: «El Aconcagua es una gran montaña. Se junta mucha gente, pero bueno... Te metes en el Valle de Horcones y tienes 37 kilómetros hasta Plaza de Mulas; este recorrido es una delicia. Si vas con gente que congenias mucho la expedición es otra historia. Lo malo del Aconcagua es el que el camino lo tienes trillado, hay un sinfín de montañeros, tienes médicos en Plaza de Mulas y hasta en Nido de Cóndores. Ojos del Salado y Pissis, en cambio, son otra aventura. Me parece más meritorio subir estas dos últimas cimas que el Aconcagua. En esa dos montañas no hay caminos ni infraestructuras; te tienes que buscar la vida. Me encantan las distancias que hay que recorrer para acercarte a la montaña. Estoy hablando de más de 60 kilómetros de valle. Y, además, el paisaje desértico, de muchos colores... es realmente impresionante. Son dos joyas que recomiendo subir».

Dicho así, a Suso no se le escapa las miradas al Ojos del Salado y Pissis. Y de esas dos se queda, si hay que elegir, con la primera porque requiere más tiempo y más aproximación: «Es mi montaña preferida. Por ejemplo, para ir al Pissis, la camioneta te deja a 4.600 metros de altura; y al Ojos, en cambio, empiezas a andar desde los 3.500. Vas con los mulos hasta el campo base. Ésta es más montaña que el Pissis. Yo la subí por la vertiente argentina, y hay quienes suben por la chilena».

A pesar de ir recorriendo y tachando cimas y más cimas, da lo mismo la altura que tengan, Ayestaran nos deja muy claro que mientas haya gasolina seguirá yendo a esos montes altos. Para el año que viene ya está gestando alguna idea que se acerca a las montañas citadas, pero estamos en verano, y no será nada difícil ver al alpinista donostiarra recorriendo alguna pared o cresterío pirenaico.

Suso ya no mira a su edad de reojo, pero no se esconde a la hora de asegurar que la veteranía es un peso añadido a la mochila: «A veces te creas un complejo con el tema de la edad. Durante las salidas de estos últimos años, a los acompañantes más jóvenes siempre les he dicho que mi presencia no les supondrá ninguna complicación, ya que seguiré a mi marcha, y ya está. Nunca les escondo la edad que tengo, y si no puedo seguir me paro. En la expedición al Pissis, por ejemplo, a mis compañeros les seguí sin problema. Eso sí, la culminación de «Los Tres Grandes» ha sido una riqueza sentimental para ir pensando ya en poner punto final a esta dilatada carrera por las cumbres. No en vano suena ya sin sordina la triste música del ocaso, la de la despedida de las grandes empresas. Y del libro de Narosky, comprado en Catamarca, recordé uno de sus aforismos: La riqueza material es la menor de las riquezas. ¡Sí, hay otras riquezas que dan sentido a una vida y por las que vale la pena apostar!».

dos joyas

Para el alpinista donostiarra, Ojos del Salado y Pissis son dos joyas que recomienda subir. Al contrario que en el Aconcagua, en éstas no hay caminos ni infraestructuras; son otra aventura, te tienes que buscar la vida.

riqueza

Ayestaran nunca oculta la edad que tiene, «y si no puedo seguir, me paro». Considera que la culminación de «Los Tres Grandes» ha sido una riqueza sentimental para ir pensando ya en poner punto final a esa dilatada carrera por las cumbres.

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