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Raimundo Fitero

Liberación televisada

El mayor de los abrazos para Ingrid Betancourt, el mejor de los deseos para que pueda acomodarse rápidamente a su nueva situación, la solidaridad y el reconocimiento de su sufrimiento se colocan por delante de cualquier contingencia. Pero una vez cumplida la primera instancia humanista, entramos en una suerte de espiral del espectáculo televisado, de la sospecha elevada a categoría de género de resistencia mental ante el agobio de tanta y tan aparatosa propaganda.

Estoy siguiendo esta liberación televisada a través de diferentes cadenas, provenientes de todas las partes del globo, y debo confesar que me causa asombro, en primer lugar, la reiteración de imágenes y de consignas iguales, como si todas las emisoras, en sincronía perfecta, fueran parte de una colosal coreografía informativa y bailasen al mismo ritmo marcado desde algún lugar no tan reconocible como en una primera mirada pareciera. Se presentó esta liberación de la política franco-colombiana y otras catorce, sin un resquicio de duda, como una espléndida acción militar. A continuación, todos llevaron el ascua a su sardina y se volvió a anatemizar la resolución de los conflictos por la vía del diálogo y la negociación. Se reforzaba al presidente Uribe, uno de los peores males que ha sufrido Colombia, y que está pasando por apuros de legalidad.

Pero surgieron las dudas razonables. ¿Es cierto o no que estaba el candidato republicano a la presidencia de EEUU con Uribe? Yo he visto esta noticia y su desmentido, y hasta antes el desmentido que la noticia. Al igual que lo que ayer informaba este periódico: el pago a las FARC de una cantidad elevada de euros para simular esta liberación militar. El desmentido, lógico y obvio, llegó casi de manera simultánea desde París, pero Ingrid está ya en la foto universalizada con Sarkozy, y para completar la opacidad y hacerlo todavía más complejo todo, si esta mujer decidiera volver a presentarse sería elegida con muchas probabilidades, la presidenta de Colombia. Sigo atento a las pantallas, pero con un séptimo sentido para descubrir la verdad, la media verdad, la media mentira y la mentira entera. Por si acaso existe.

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