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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Una vez más, el mundo al revés

A los fachas les pasa con su fachosidad lo que a los fumadores con la tos o el humo: que no se pueden esconder. Aunque sólo fumen en el baño a hurtadillas. Ayer leía a Jose María Marco, en «Libertad Digital», que es donde disfruta de la libertad suficiente para negársela al resto de la población.

Se quejaba el tal Marco de la legalización de la manifa de Bilbo y proclamaba que esa cita «es el último efecto, por ahora, de una de las falacias más escuchadas en España desde la Transición: la de que el derecho de expresión o de reunión lo ampara todo siempre que no se pase a la acción. El ejemplo machaconamente repetido es el de que se puede decir que se está a favor de la secesión de las Vascongadas, por ejemplo, o que España no es una nación, siempre que no haya violencia alguna que secunde esta aseveración». Empieza fuerte el tío, ¿verdad?

Para explicar tan particular punto de vista, el facha propone «considerar hasta qué punto un ataque abierto a la nación no entrañará también un ataque al derecho de expresión y de reunión. En la práctica, es lo que está ocurriendo en buena parte de nuestro país. ¿Alguien cree que exista de verdad la libertad de expresión, de reunión y de voto en las zonas gobernadas por los nacionalistas o por las coaliciones nacional-socialistas?». Se lía en su propio argumento.

Para terminar su particular teoría del mundo al revés, el columnista arenga a sus lectoras y lectores: «Se notará, finalmente, el contraste entre ese sacrosanto respeto, tan exquisitamente preservado, a las libertades de quienes quieren destruir España, y las llamadas a poner una mordaza -incluidas sanciones- a los que no están de acuerdo con esa deriva. En otro orden de cosas, no muy lejano, vivimos en un país donde está prohibido cursar la enseñanza básica en el idioma oficial, pero en el que las manifestaciones a favor de la secesión están ultraprotegidas. ¿Qué democracia es esta? Será popular, de las antiguas repúblicas soviéticas, o socialista, pero no liberal». ¡El peligro rojo! Seguro que tras escribir su columna se fumó un puro y se quedó tan tranquilo. Lo dicho, como los fumadores, sólo que esta fachenda no anda a hurtadillas.

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