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José Luis Orella Unzué Catedrático senior de Universidad

Nueva democracia vasca

Escrito antes de que se hiciesen públicos los contactos entre directivos de BBK y Kutxa para realizar una fusión a dos, este artículo analiza la negativa de los partidos unionistas a la fusión de las cajas de ahorro de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. También se menciona la negativa de Zapatero a reconocer al Pueblo Vasco. Si las razones para ello son puramente políticas y no económicas, culturales o sociales, y si se utiliza el marco autonómico para sabotear su propio desarrollo, Orella propone -de manera muy provocativa- que habrá que pensar alternativas distintas para el desarrollo de los territorios vascos. Alternativas que den lugar a «una nueva geopolítica de los vascos».

Desde el comienzo del verano el Partido Socialista Obrero Español, por boca de José Luis Rodríguez Zapatero, desbarató la posibilidad de que el ideal del Pueblo Vasco se denominara Euskal Herria. Para este señor no existe Pueblo Vasco, no hay fundamento para hablar de nación vasca y los vascos no se pueden organizar en una entidad de siete territorios que se llame Euskal Herria. A finales de este mismo verano el Partido Socialista de Euskadi, por boca de su secretario general Patxi López, se ha opuesto por razones no económicas ni de viabilidad, sino por puras apreciaciones políticas, a que se configure una fusión de las tres cajas de ahorro de Euskadi afirmando que, mientras el lehendakari persista en sus devaneos soberanistas, no hay posibilidad de seguir conformando una unidad de tres territorios que se llame Euskadi.

Ante este freno por parte socialista a que Caja Vital colabore en la fusión, los presidentes de BBK y de Kutxa han previsto que las dos cajas podrían integrarse en las asambleas generales del próximo otoño. Los presidentes de Kutxa y BBK, Xabier Iturbe y Xabier de Irala, respectivamente, llevan varios meses trabajando en una fusión a dos, después del desmarque del máximo responsable de Caja Vital, Gregorio Rojo, quien, de ser uno de los principales promotores de la integración de las tres cajas, tras su reelección se ha decantado a favor de líneas de cooperación y alianzas puntuales entre las tres entidades, en clara sintonía con la posición del secretario general del PSE, Patxi López.

El PSE ha optado por una opción política que prescinde de la necesidad de fortalecer y hacer más competitivas las entidades de ahorro vascas frente a la dura realidad del mercado financiero y, mucho más, en una situación de grave crisis económica como la actual.

El nuevo esquema de fusión a dos es perfectamente posible y no es necesaria una modificación de la actual Ley de Cajas de Ahorro Vascas, ya que sólo se necesita contar con el suficiente apoyo de votos de los compromisarios de las respectivas asambleas generales para modificar los estatutos de Kutxa y BBK y propiciar su integración.

Otro de los elementos que van a ayudar a la integración entre Kutxa y BBK es que el proceso a dos es mucho más fácil, dada la ausencia de Caja Vital, lo que permite su desarrollo dentro de unos parámetros de cierta igualdad, a pesar del mayor peso de la caja vizcaína. De esta forma, con la ausencia de la caja alavesa, se eliminan los problemas originados por la aplicación de criterios de territorialidad y paridad, dado el diferente tamaño de las tres cajas y que, de una forma u otra, se recogían en el proyecto de fusión a tres que estaba previsto hace dos años.

Según el esquema que se iba a aplicar en la integración del conjunto de las cajas de la CAV, las tres entidades tendrían igual peso en la nueva entidad fusionada, a pesar del diferente tamaño de cada una de ellas. Así, Caja Vital aportaría sólo el 14% de los activos, mientras que Kutxa lo haría con el 36%, y el 50% restante correspondería a BBK.

La nueva caja resultante de la fusión ocuparía el sexto lugar en el ranking estatal de cajas de ahorro por activos totales, con más de 50.000 millones de euros, y la cuarta por beneficios con un resultado superior a los 520 millones. Contaría con una cartera importante de participaciones industriales como Iberdrola, CAF, Euskaltel, Ibermática, Petronor, NH, Natra, Zeltia, ACB e Itinere, al tiempo que se convertiría en el accionista de referencia del Banco Guipuzcoano, al controlar el 24,4% de sus acciones.

Ultimamente el buen gestor ciudadano y alcalde de San Sebastián Odón Elorza se ha metido a analista partidista y afirmaba: «Yo confío en la decisión política de la ciudadanía vasca para poner fin a una etapa en la que el nacionalismo gobernante ha pretendido contaminarlo todo, confundiendo país con proyecto nacionalista y reduciendo la vitalidad de la sociedad vasca con premisas excluyentes».

Pero ¿qué piensa el Partido Popular como convidado de piedra y que ha perdido su protagonismo y guía política en Araba? Leopoldo Barreda defiende que la integración se base en razones empresariales y no políticas, pero no quiere saber nada de la fusión a dos, porque favorecería al PNV.

Se ve que tanto a socialistas como a populares vascos lo que les duele es que Euskadi crezca económicamente porque en el ranking europeo les separa de España. Ésta es la verdadera razón de su oposición a la fusión de las cajas vascas.

Estas circunstancias económicas y políticas deben empujar a una nueva geopolítica de los vascos. Si no son viables ni Euskal Herria ni Euskadi, habrá que programar un entramado de relaciones bilaterales porque las condiciones de supervivencia nos las impone Europa, que ha marcado unos mínimos de territorio y de demografía para reconocer regiones. Y la primera relación bilateral sería la económica entre Bizkaia y Gipuzkoa con la fusión de sus respectivas cajas. Por su parte, Araba podría pensar en potenciar su Rioja Alavesa con una relación bilateral con La Rioja, así como Nafarroa con Aragón.

Pero esta nueva perspectiva nos lleva a un replanteamiento de normalidad democrática. La tradición histórica del Estatuto Vasco de 1936 en su artículo 10 señalaba que los representantes del órgano legislativo regional se elegirán en razón de uno por veinticinco mil habitantes. Pero desde el Estatuto de Gernika, la democracia de Euskadi se ha aplicado excepcionalmente con criterios de territorialidad y equidad, ya que en el artículo 26 se dice: «El Parlamento vasco estará integrado por un número igual de representantes de cada Territorio Histórico elegido por sufragio universal, libre, directo y secreto».

Aplazada temporalmente del proyecto de Euskal Herria y de Euskadi la cláusula de la unidad, desaparece también la obligación de la territorialidad y de la equidad. Por lo tanto, habría que reformar el Estatuto Vasco de 1979 volviendo a la verdadera y normal democracia que dota a cada votante vasco de un voto demográficamente paritario.

Esto exigiría dos graves consecuencias: la primera, la transformación del Parlamento vasco en su participación territorial sin protagonismos excepcionales de Araba; la segunda, que, superando una interpretación dislocada y coyuntural de una democracia antinatural, los centros de poder político y legislativo se situaran cerca de las Cajas de Ahorro fusionadas, la BBK y la Kutxa, que en el futuro serán sus motores económicos y culturales. Esto último conllevaría además por razón de sintonía política y, sobre todo, económica que el Gobierno Vasco se implantara en Bizkaia, mientras que el Parlamento vasco pasara a residir en Gipuzkoa.

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