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Los restos de Poblet no son los del Príncipe de Viana

Un estudio genético de la momia conservadada en el monasterio de Poblet (Tarragona) y atribuida a Carlos de Évreux, Príncipe de Viana, ha confirmado que no corresponde a este personaje histórico. Tampoco los restos guardados en Segovia son los de su madre, la reina Blanca I.
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Investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona y de la Universidad de Granada, bajo la dirección de la historiadora Mariona Ibars, dieron a conocer ayer los resultados de los análisis realizados durante los últimos diez años en el panteón de los reyes de la antigua Corona de Aragón en el Real Monasterio de Poblet, Patrimonio de la Humanidad. Un trabajo que viene a confirmar las sospechas repecto a unos restos sobre los que se cernían dudas desde hace tiempo y aclara de paso que tampoco los despojos conservados en el monasterio de Santa María de Nieva (Segovia) son los de la madre del príncipe, la reina navarra Blanca I, fallecida en 1441.

Como apuntó Assumpció Malgosa, del departamento de Biología Animal, Vegetal y Ecología de la UAB, se ha confirmado que la momia atribuida al príncipe está compuesta «de tres individuos diferentes», que consisten en un fragmento de la columna y dos segmentos corporales momificados. El análisis «ha demostrado que los restos fueron manipulados para reconstruir un cuerpo a partir de fragmentos de otros». De hecho, se confirmaba también informaciones anteriores que hablaban de que una de las partes de la momia podría ser femenina y que había sido serrada para «encajar» en el cuerpo. «Se observan marcas de cortes de sierra en la columna del segmento inferior», agregó Malgosa.

El segmento superior, que conserva la cabeza con la cara destrozada, el tronco y un brazo, perteneció a un hombre de entre 35 y 40 años, pero no sería Carlos de Évereux, según este trabajo, que ha cotejado los datos genéticos de la momia de Poblet con los de los restos atribuidos a Blanca I t con los de familiares como la zarina Alejandra de Rusia, el duque de Edimburgo y Johanna de Habsburgo (capilla de los Médicis).

Según Miguel C. Botella, profesor del departamento de Antropología Física de la Universidad de Granada, en 1837, durante una revuelta popular que arrasó el monasterio de Poblet, los protagonistas de aquellos hechos profanaron los panteones del templo y esparcieron por el suelo los huesos. Años después, un cura de L'Espluga de Francolí los recogió en sacos y los llevó a la catedral de Tarragona, donde el diplomático y escritor Eduard Toda, que impulsó como presidente del Patronato de Poblet la restauración del monasterio, los estudió durante la Segunda República. «En esos sacos había los huesos mezclados de 110 individuos pertenecientes a la Corona de Aragón y a familias nobles, y al parecer Toda seleccionó los restos que estaban momificados y reconstruyó el cuerpo», dijo el profesor Botella. Este «baile» de restos a causa de vaivenes históricos no es algo inusual (en 1863, el párroco y el alcalde de Yesa recogieron los restos de los primeros reyes navarros enterrados en Leire y que se hallaban esparcidos por el suelo).

Descendientes y ADN

Para confirmar que los restos de Poblet no corresponden al Príncipe de Viana, ha sido necesario obtener el ADN de los diferentes segmentos momificados y compararlos con los cuerpos que, «sin lugar a dudas», corresponden a familiares del príncipe, identificados en un estudio genético. En este sentido, los estudios de la ascendencia y descendencia femenina de Blanca I han permitido seguir la transmisión del ADN mitocondrial (que sólo se transmite por vía materna) a lo largo de 800 años, desde el 1200 hasta la actualidad. Esto ha sido posible gracias a la descendencia de la reina Ana de Jagellón-Foix, tataranieta materna de Blanca I y sobrina en cuarto grado del príncipe.

Los datos han permitido llegar a la identificación del ADN mitocondrial del príncipe, que no se corresponde con el obtenido en ninguno de los segmentos conservados en Poblet. Además, y como ya se sospechaba desde su «descubrimiento», tampoco corresponde con el de los restos hallados en 1994 en Santa María la Real de Nieva y que se atribuían a Blanca I de Nafarroa.

Un personaje de vida fascinante

Carlos de Trastámara y Evreux (Peñafiel, 29 de mayo de 1421-Barcelona, 23 de setiembre de 1461), infante de Aragón y de Nafarroa, príncipe de Viana y de Gerona (1458-1461), duque de Gandía (1439-1461) y de Montblanc (1458-1461) y rey titular de Nafarroa (1441-1461). Su reseña biográfica da una somera idea sobre la apasionante historia de este hombre de letras, mecenas y que podría ser considerado como el primer historiador del Reino navarro, que murió joven tras luchar contra su propio padre por el trono que le correspondía. Lo cierto es que su historia hoy en día daría para un «culebrón»: al morir su madre, la reina navarra Blanca I, Carlos, que creció en castillo de Olite, se convirtió en heredero universal de los Estados de Nafarroa y de Nemours. Pero una cláususa del testamento materno marcó su vida: exigía el consentimiento de su viudo, el infante aragonés Juan de Trastámara, a que Carlos tomase la corona. Blanca buscaba así asegurar la paz entre padre e hijo, pero le salió rana: utilizando esa triquiñuela, el rey consorte viudo se negó a renunciar a la Corona, pese a que su hijo era el verdadero heredero según las leyes navarras. Facciones enfrentadas, batallas, odio entre padres e hijos, muertes sospechosas (las de Carlos y su hermana Leonor, también fallecida muy joven), y hasta la teoría de que Colón, en realidad, era hijo ilegítimo del Príncipe de Viana son algunos de los someros datos de la vida de un personaje que no tiene desperdicio.

A.E.

UN PUZZLE

Se sabía que los restos habían sido manipulados. Incluso que uno era de mujer y se había serrado para que «encajara»

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