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Rafael Larreina Secretario de Política Institucional de Eusko Alkartasuna

Lizarra-Garazi: apuesta con futuro

Acatar «sine die» las disposiciones de una legalidad al servicio del PSOE y del PP supone renunciar a la superación del Estatuto y a la articulación de un nuevo marco donde la regla de oro sea el respeto absoluto a la voluntad de la sociedad vasca

Diez años son una eternidad, sobre todo en política, y en Euskal Herria más. Sin embargo, y a pesar de que a lo largo de todo este tiempo la política vasca ha registrado multitud de acontecimientos, algunos sin duda históricos, los principios sobre los que se basó el Acuerdo de Lizarra-Garazi siguen hoy plenamente vigentes y nos dan las pistas adecuadas para abordar con éxito en un futuro ojalá cercano y, de una vez por todas, la resolución del conflicto político vasco.

La Declaración de Lizarra-Garazi significó una apuesta por la resolución del conflicto mediante la sustitución de la violencia por la decisión democrática de la sociedad vasca, por el respeto a la voluntad popular mayoritaria. En otras palabras, por el reconocimiento del derecho de autodeterminación.

Lizarra-Garazi fue un punto de inflexión para nuestro país. Puso el derecho a decidir en el centro del debate político y ahí sigue diez años después. Las dos grandes iniciativas políticas desarrolladas desde entonces, la aprobación del Nuevo Estatuto Político y la convocatoria de la consulta popular, incluso el proceso de negociación abierto tras el alto el fuego de ETA de marzo de 2006, se han asentado, en su esencia, en la reivindicación de la autodeterminación y en la necesidad de que el Estado español reconozca el derecho de la sociedad vasca a decidir su futuro.

Lizarra-Garazi lo cambió todo. Ya no iba a ser posible eludir el verdadero debate, el problema de fondo, como hasta entonces habían hecho el PP y el PSOE. Ya no iba a ser posible reducir el conflicto vasco a una mera cuestión de violencia terrorista. Y, sobre todo, una inmensa mayoría de vascos y vascas asumió definitivamente que sólo a ellos y ellas les corresponde decidir sobre su futuro y que eso es incompatible con la actividad de ETA. En Lizarra-Garazi fijamos los principios que habrán de llevarnos, espero que más pronto que tarde, a la resolución definitiva del conflicto. En ésas estamos aún hoy, intentando dar la palabra a la sociedad para configurar un escenario en el que todos los proyectos políticos sean posibles democráticamente, incluida la independencia que propugna Eusko Alkartasuna.

El tiempo nunca pasa en balde, mucho menos todavía cuando estamos hablando de diez años, pero los principios suscritos en 1998 en Lizarra-Garazi mantienen hoy toda su vigencia como receta para la solución: fin definitivo de la violencia, respeto a la decisión de la ciudadanía vasca y aceptación de que el tránsito hacia un nuevo marco, imprescindible, ha de partir del reconocimiento del actual entramado administrativo e institucional.

Diez años dan para mucho y, a pesar de los pesares, hemos dado pasos en la buena dirección. Nuestro reto, y para ello trabajamos en Eusko Alkartasuna, es lograr la adhesión social a esos principios y conformar mayorías políticas lo más amplias posibles que permitan dar pasos concretos, firmes, efectivos y sin marcha atrás hacia la independencia de Euskal Herria, incluso pasando por encima de eventuales prohibiciones y vetos del Gobierno español de turno.

Nuestra voluntad es inequívoca. Garantizar nuestra supervivencia como pueblo e incrementar progresivamente nuestro nivel de vida sólo será posible si superamos el actual marco estatutario, agotado y finiquitado, y vamos a un nuevo escenario en el que, con los límites propios de un mundo globalizado, vascos y vascas seamos los únicos dueños de nuestro futuro, los que dispongamos a voluntad de todos los instrumentos a nuestro alcance para mejorar nuestra calidad de vida.

Frente al inmovilismo del PSOE y del PP, frente a la imposición de un marco estatutario al que se le saltan las costuras y en el que ya no cabemos, la salida es dar pasos unilaterales, siempre alejados del recurso a la violencia, que cuenten con el respaldo de la mayoría de la sociedad vasca. Lo hemos intentado por la vía del acuerdo (Nuevo Estatuto Político y consulta popular) y lo seguiremos intentando en el futuro porque esa puerta siempre debe estar abierta, pero hasta ahora sólo nos hemos encontrado con los portazos del PSOE y del PP.

Acatar sine die las disposiciones de una legalidad al servicio del PSOE y del PP que ahoga sistemáticamente las legítimas aspiraciones de nuestro pueblo puede facilitar acuerdos de gestión con socialistas o populares y la conservación de determinadas cuotas de poder pero, de hecho, supone renunciar a la superación del Estatuto y a la articulación de un nuevo marco donde la regla de oro sea el respeto absoluto a la voluntad democrática de la sociedad vasca.

Ni obediencia permanente a España ni respuesta violenta; ambas estrategias, tan distintas, desembocan en el mismo mar: en la consolidación y perpetuación del actual sistema de relaciones Euskadi-España, un sistema que nos coloca en un plano de inferioridad y nos lleva a nuestra progresiva desaparición como pueblo.

La salida de este laberinto político que es nuestro país pasa por la actualización de los principios que guiaron Lizarra-Garazi. Eusko Alkartasuna mantiene intacta aquella apuesta desde el convencimiento de que sólo la suma de fuerzas soberanistas (políticas, sociales, sindicales...), la adhesión democrática de la mayoría social y la renuncia definitiva a la utilización de métodos violentos harán posible la superación de todos los obstáculos que pueda interponer el Estado en cada momento y la puesta en marcha de dinámicas irreversibles, en primera instancia, hacia el reconocimiento del derecho de autodeterminación de la sociedad vasca y, posteriormente, hacia la independencia.

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