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El «cáncer del pino» obliga a talar 200 hectáreas de bosque en Gipuzkoa para atajar su expansión

Casi 200 hectáreas de pino han sido taladas en Gipuzkoa a matarrasa para evitar la expansión del «fusarium circinatum», más conocido como el «cáncer del pino». Este hongo fue detectado por primera vez en 1995 en Bizkaia, herrialde que también sigue afectado.

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Iñaki VIGOR

Dentro de Gipuzkoa, el hongo fusarium circinatum ha sido detectado en los términos municipales de Aia, Orio, Usurbil, Hernani, Oiartzun e Irun. Durante los dos últimos años, en estas localidades han sido taladas casi 200 hectáreas de pino radiata a matarrasa, y todavía quedan casi otras cien hectáreas para eliminar de esta misma manera. Este sistema se utiliza cuando la proporción de árboles afectados por la enfermedad es tan elevada que no merece la pena salvar sólo unos cuantos, sino que se elimina todo el arbolado y se realiza una repoblación con otras especies.

«Si los árboles afectados son sólo unos pocos, se hace una entresaca para eliminarlos y el resto se dejan en pie. Este tipo de talas se realizan conforme va apareciendo la enfermedad», explica Fernando Otazua en nombre de la Asociación de Propietarios Forestales de Gipuzkoa. Junto con las correspondientes asociaciones de Araba y Bizkaia, formaron una confederación que, a su vez, creó Basoa Fundazioa, integrada también por personas del ámbito universitario.

El término «cáncer del pino», sin duda impactante, ya es habitual en los medios de comunicación, pero no es del agrado de la Asociación de Propietarios Forestales porque supone «humanizar una enfermedad que es forestal». El hongo que la provoca, el fusarium circinatum, se detectó por primera vez en territorio vasco en 1995, concretamente en Bizkaia. Su expansión obligó a talar numerosas hectáreas en este herrialde, pero no se pudo evitar que también resultasen afectados pinares de Gipuzkoa y, en menor medida, de Nafarroa y Araba.

«De momento, está controlada»

En la actualidad se controlan en los tres territorios de la CAV un total de 12.615 hectáreas de pinares para detectar cuanto antes la enfermedad y tratar de evitar su propagación. «Se hace un seguimiento permanente de las zonas afectadas para ver cómo evoluciona la enfermedad. De momento, las zonas afectadas no han avanzado, y en las que se ha eliminado la enfermedad parece que va dando buen resultado -informa Otazua-. En Gipuzkoa existe mucha superficie de pinares, y ése es el motivo por el que se hace un seguimiento constante. Se trata sobre todo de una forma de lucha preventiva, aunque en las enfermedades forestales es muy difícil actuar. No es algo que se puede limitar, como ocurre con la ganadería, que se puede tener en un establo, sino que es un ámbito abierto y la enfermedad se puede transmitir mediante fenómenos atmosféricos. De momento, con las actuaciones que se vienen haciendo en los últimos años, se tiene controlada».

El herrialde con más superficie de riesgo es Gipuzkoa, con 7.670 hectáreas, seguido de Bizkaia y, en menor cuantía, Araba. En este último territorio han sido demarcadas cinco zonas en los términos municipales de Laudio (dos), Artziniega, Okondo y Zuia, mientras que en Bizkaia existen 21 zonas en los municipios de Ziortza-Bolibar, Markina, Aulestia, Arrigorriaga, Mendata, Iurreta (once zonas) y Muxika (cinco). En cuanto a Nafarroa, las zonas más afectadas son localidades del norte próximas a Gipuzkoa, como Goizueta, Arano, Igantzi, Bera e incluso Beintza-Labaien. En los últimos años miles de pinos han sido talados en estos municipios para tratar de atajar la enfermedad.

Importantes pérdidas económicas

Las pérdidas económicas que genera el fusarium circinatum a los propietarios de los pinares es importante, porque obliga a talar los árboles antes de que hayan alcanzado el desarrollo que los hace rentables. «Si una masa de árboles de 18 años hay que cortarla a matarrasa, es una faena terrible, porque para entonces ya has hecho todos los gastos. Luego sólo tienes que esperar a que engorde para obtener ingresos económicos. Pero si el corte se hace cuando los pinos aún son jóvenes, supone un perjuicio importante para el propietario», explica Fernando Otazua.

La madera de los árboles talados por la presencia del fusarium circinatum se puede aprovechar, pero es obligatorio su traslado a serrerías que cuenten con secaderos de alta temperatura para garantizar que el hongo desaparezca. Sólo así esa madera podrá comercializarse posteriormente.

Aunque la enfermedad del «cáncer del pino» es la que más eco está teniendo, en los pinares vascos también está bastante extendida otra enfermedad muy similar. Se trata de la sphaeropsis sapinea, también denominada diplodia pínea, y llegó a Euskal Herria antes que el fusarium circinatum.

«Sin hacer el pertinente análisis de laboratorio, no se puede determinar de cuál de estas dos dos enfermedades se trata», aclara este miembro de la Asociación de Propietarios Forestales de Gipuzkoa.

 

hectáreas

de pinares de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa están controladas para evitar la propagación de una enfermedad que también afecta al norte de Nafarroa.

El hongo se propaga a través del aire o la lluvia y puede causar la muerte del árbol en pocos meses

El hongo «fusarium circinatum» se propaga con facilidad a través del aire o la lluvia y, una vez introducido en el pino, puede llegar a matar el árbol en cuestión de pocos meses. Al igual que ocurre con la «diplodia pínea», esta enfermedad comienza secando primero las hojas del pino y avanza hacia adentro. Sin embargo, este mismo verano se ha detectado en algunos pinares otra enfermedad caracterizada porque las acículas aparecen muy enrojecidas. En este caso el árbol se seca de adentro hacia afuera, y las hojas se caen. I. V.

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