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Iñaki Lekuona Periodista

Sinfonía de notas blancas

Ala ministra francesa de Interior le encanta la armonía y lo armonioso. Pero esta vez ha desafinado. Su proyecto Edvige ha chirriado tanto que ha tenido que cambiar de partitura. El objetivo de MichelleAlliot-Marie es el de autorizar a los servicios de información a que fichen sin complejos a adolescentes susceptibles de «amenazar la seguridad pública». Y donde dice adolescentes léase infantes de 13 años para arriba.

Se pretendía incluir en las fichas policiales informaciones personales como la orientación sexual, el origen «racial o étnico», la confesión religiosa, el estado de salud o la opinión política, todos ellos rasgos criminales de enorme relevancia, como cualquiera puede comprobar. Ahora, tras el desconcierto general y el toque de batuta de sus superiores, la ministra se ha visto obligada a presentar su nuevo proyecto, el Ervirsp, cuyo primer artículo prohíbe expresamente incluir los rasgos antes enumerados. Aunque ahí está el artículo 2 que permite «en casos excepcionales» derogar el precedente.

No sé por qué se ha armado tanto barullo con esos proyectos. Total, no se hace más que legalizar algo que se viene practicando desde hace décadas en el seno de la oscura actividad de los Renseignements Généraux, los servicios de información o Policía política de la República. Y como desde el primero de julio los RG y la DST -servicios de contraespionaje- se han fusionado, qué mejor momento para bendecir públicamente una medida que parece nueva pero que es tan vieja como la historia de los RG.

Estos amigos de los niños vienen escribiendo desde hace años y con monacal minuciosidad las llamadas notas blancas, fichas en las que los agentes redactan de manera anónima datos íntimos de los ciudadanos de la República, especialmente políticos, empresarios y periodistas, pero también militantes de todo tipo. Calculan los entendidos en el tema que podrían existir cerca de 800.000 notas blancas, o sea, más del uno por ciento de la población. Y cuando se pregunta: ¿y esto para qué?, la respuesta es una sinfonía de que desafina en todas sus notas: la seguridad. La seguridad, pero de quién. Seguro que hasta el propio Nicolas Sarkozy tiene una ficha.

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