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Raimundo Fitero

Saturados

Vaciando el contenido de las programaciones televisivas, se llega al estado ideal del director gerente de los entes: pensar que se trata de una cuestión contable y financiera. Los analistas de audiencias se fijan en los estratos sociales, en las edades, en los núcleos de población, todo ello encaminado a preparar mejor el campo de batalla publicitario que es la fuente principal de ingresos de todo el sistema audiovisual, con la excepción de los entes de titularidad pública que tienen doble moral, triple financiación y enchufes cuádruples por donde hacer circular sus ingresos de ida y vuelta.

Entendiendo la televisión como una cuestión económica, es decir como un simple soporte publicitario, lo que se pretende es concentrar el mayor número de telespectadores delante de la pantalla para que surta el máximo efecto la inversión. Pero, la pregunta de inicio de toda esta cadena es ¿cómo conseguimos las audiencias? Y es entonces cuando se escriben manuales, se hacen tesinas, cátedras y seminarios. Se sabe que existen anunciantes que no desean aparecer en las cadenas generalistas porque su producto en venta no es de consumo masivo. Pero otros productos no se venderían sin esas saturaciones de anuncios en todas las cadenas, sea cual sea su audiencia, eso sí negociando porcentualmente el pago de esos minutos, y hasta el lugar de colocación en la parrilla de los mismos.

Así que nos situamos en el día de hoy y empezamos a entender los desvaríos programáticos, la búsqueda desesperada de audiencias aunque sea a un coste fuera de norma y de su rentabilidad. Miren, los famosos que van a hacer el ridículo en MQB, la mayoría de ellos en manifiesta recesión como profesionales de la materia que les dio notoriedad pública, van a embolsarse cada semana unas cantidades de dinero desorbitadas, que no las acostumbran a pagar en las cadenas privadas. Ni se corresponde sus emolumentos con su valor actual de mercado. ¿Por qué se hacen en una cadena pública estos negocios tan privados? Nos tememos que no sea solamente por la búsqueda de audiencias. Transmiten una idea del mundo y de la vida absolutamente dulzona, es decir, ñoña, y con una estética rococó.

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