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Damien Millet y Éric Toussaint Miembros del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo

¿Por qué los gobiernos del Sur siguen reembolsando la deuda?

La deuda es uno de los instrumentos que utiliza Occidente para asegurarse de que los países en desarrollo se mantienen dentro del orden internacional establecido por las grandes potencias. Los autores analizan este fenónemo y la influencia que tiene en el devenir de aquellos sólidos proyectos de izquierda que, como en el caso de Brasil, prometen «liberar al país del yugo impuesto por los acreedores internacionales» y al tocar poder matizan u olvidan sus promesas.

Desde la crisis de la deuda, a principios de los años ochenta, un gran número de países en desarrollo, especialmente los más pobres, se volvieron dependientes de los préstamos de las instituciones financieras internacionales. Así, dichas instituciones poseen un eficaz medio de presión para que prosigan sin cesar los reembolsos. Por eso los gobiernos del Sur que intentan oponerse al consenso de Washington no son legión. Por ejemplo, desde su independencia en mayo de 2002, inmediatamente se incitó a los dirigentes de Timor Oriental a endeudarse, pero afortunadamente se negaron.

Esas presiones se facilitan por medio de un sistema de negociaciones individuales que mantiene permanentemente al Estado endeudado en posición de debilidad frente a los acreedores perfectamente organizados: el FMI, Banco Mundial, Club de París, Club de Londres, etcétera. Por lo tanto, para los gobiernos de los países en desarrollo es más fácil optar por tomar los préstamos que rechazar todo el sistema.

Pero, ¿los dirigentes de los países en desarrollo realmente tienen la voluntad de oponerse al modelo dominante? Hasta ahora, durante los 25 últimos años, salvo raras excepciones, la mayoría de los gobiernos no ha tenido la voluntad de ir contra las políticas neoliberales. Muchos de ellos están vinculados por numerosos intereses a los centros de decisión de los países más industrializados. Una parte de los presidentes actuales, especialmente en África, llegaron al poder en la época de la Guerra Fría o son los herederos directos de aquellos. Algunos están en sus puestos porque contribuyeron a eliminar o destronar a jefes de Estado como Thomas Sankara, el presidente del Burkina Faso asesinado en 1987, que querían conducir sus países por una vía de desarrollo endógeno y de justicia social. Otros prefieren respetar la doctrina neoliberal ante el riesgo de ser desestabilizados o destronados.

Entre los que critican duramente la dominación que ejercen los países del G7 e intentan poner en marcha otras políticas, una gran mayoría sigue convencida de que es necesario seguir siendo creíble a los ojos de las finanzas internacionales y que tienen que realizar el desarrollo de sus países recurriendo, en gran medida, al endeudamiento interno y externo. Por supuesto, existen las presiones externas procedentes de las capitales de los países más industrializados, de las instituciones financieras internacionales y de los acreedores privados del Norte. Pero no hay que subestimar otro factor de conservadurismo que juega a favor de la continuación de un endeudamiento muy importante.

La mayoría de los gobiernos, sean de izquierda o de derecha, intentan atraer la buena voluntad de la clase capitalista local, la cual tiene todo el interés en que se perpetúe el mecanismo de la deuda. En efecto, este mecanismo le asegura (al igual que a los capitalistas de los países del Norte) copiosos beneficios, ya que prestan dinero al Estado y éste se lo devuelve a tipos de interés muy ventajosos. En la historia reciente, los casos en los que un Estado negó la deuda pública con respecto a los banqueros locales son rarísimos. Así, la mayoría de los banqueros prefieren prestar al Estado y a otras instituciones públicas beneficiándose de sus garantías, mejor que a los productores locales, sobre todo si son medianos o pequeños. Prestar dinero al Estado es mucho menos arriesgado y más rentable.

Varios presidentes actualmente en el poder ganaron las elecciones con la promesa de reducir las desigualdades sociales. Prometieron poner fin al comportamiento rentista y parasitario de los banqueros y liberar al país del yugo impuesto por los acreedores internacionales. Una vez que llegaron al poder adoptaron una actitud radicalmente diferente. A este respecto, la experiencia brasileña es emblemática. En la actualidad, los banqueros y el resto de la clase capitalista local se frotan las manos por la gestión amistosa del Partido de los Trabajadores (PT) en el poder y del presidente Inacio Lula da Silva.

«Si un adulto es de izquierda, es porque tiene problemas. Si un joven es de derecha, también es porque tiene problemas... Yo derivé hacia la socialdemocracia. Cuando se tienen 61 años se alcanza el equilibrio. (...) Es la evolución de la especie humana. El que es de izquierda se vuelve más centrista, más socialdemócrata y menos de izquierda. Y eso depende de la cantidad de canas (...) Critiqué durante muchos años al ex ministro Delfim Neto [responsable de Economía durante la dictadura militar, 1964-1985.] y actualmente es un gran amigo mío» (Lula, presidente de Brasil, diciembre de 2006).

Para completar el cuadro, numerosos dirigentes de los países del Sur proceden de importantes escuelas o universidades del Norte (Harvard, Columbia, Princeton, Yale, Stanford, Oxford, Cambridge, HEC, etcétera) y se han formado en el molde liberal. Antes de convertirse en gobernador del Banco Central de Brasil, Arminio Fraga Neto era gestor de un fondo de inversión del financiero Georges Soros. El marfileño Alassane Dramane Ouattara fue director del departamento de África del FMI de 1984 a 1988 antes de convertirse en primer ministro de la República de Costa de Marfil de 1990 a 1993, y después pasó a director general adjunto del FMI de 1994 a 1999. Durante la crisis de Turquía en febrero de 2001, el gesto más simbólico de las instituciones internacionales fue prestar (además de dinero) a Kemal Dervis, en la época vicepresidente del Banco Mundial, que se convirtió en ministro de Hacienda de su país (antes de dirigir el PNUD). El presidente mexicano elegido en 2000, Vicente Fox, también fue director de la filial mexicana de Coca-Cola. Alejandro Toledo era asesor en el Banco Mundial antes de llegar a presidente de Perú en 2001. Ellen Sirleaf-Johnson trabajó en el Banco Mundial antes de convertirse en presidenta de Liberia en enero de 2006. ¿Cómo vamos a asombrarnos de que la política que siguen se ajuste perfectamente a los deseos de Washington?

A las poblaciones del Sur nunca se les consulta realmente y se les mantiene cuidadosamente al margen. Sin embargo, es perfectamente posible para un gobierno democrático romper la cadena del endeudamiento. Para eso es necesario rechazar la deuda ilegal sobre la base de una auditoría de la deuda. El Derecho Internacional brinda instrumentos eficaces a los gobiernos del Sur para negarse a seguir pagando las deudas odiosas o, más ampliamente, ilegales. Pero hay que estar dispuestos a utilizarlos.

© Alai-amlatina

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