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Bardenas no se vende

A las 18.40 del miércoles, SOS- Navarra apenas daba a basto para contestar las innumerables llamadas de ciudadanos alarmados por el estruendo de algo similar a una potente explosión y que algunos llegaron a identificar con un terremoto viendo temblar los cristales de sus ventanas. La explicación: un caza F-18 del Ejército español había roto la barrera del sonido cuando sobrevolaba la capital navarra. En abril de 2006, otro avión militar en pleno vuelo perdía un contenedor de dos mil kilos de peso, que caía a apenas 300 metros del hospital de Tutera, afectando al tendido eléctrico y dejando sin luz a 4.400 abonados y al propio hospital. Ese mismo año, otro caza se estrellaba a tan sólo dos segundos de vuelo del núcleo urbano de la población aragonesa de Ejea de los Caballeros.

Aviones estrellados, bombas perdidas, explosiones fuera del área de entrenamiento, una veintena de muertos en accidentes de aviación... es el inquietante rastro que dejan los más de cincuenta años de existencia del polígono de tiro de las Bardenas. Un rastro que, en ocasiones, se aleja cientos de kilómetros del perímetro acotado para las prácticas militares y que demuestra que la influencia de esta infame herencia franquista va mucho más allá del territorio que gestiona la veintena de municipios responsables de las Bardenas Reales.

Y, sin embargo, van a ser éstos y sólo éstos los que tomen una decisión sobre la prórroga o finalización del contrato con el Ejército español sobre los futuros aviones estrellados, bombas perdidas, explosiones, muertos... fuera de su territorio. Todo hace presagiar que, de nuevo y a pesar de la amplia oposición de la sociedad navarra reflejada unánimemente en el Parlamento, su decisión no podrá resistirse a la oferta económica que ponga sobre la mesa el Ministerio de Defensa. Pero están en juego otros quince años de militarización en una de las zonas más bellas de Euskal Herria. Es el momento de consensuar alternativas de índole social, económica, turística... para revitalizar las Bardenas al margen de las bombas. Para evitar que los pueblos congozantes tengan que volver a venderse al vil metal bélico.

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