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Jesus Valencia Educador Social

Ribetes políticos de una decisión episcopal

El Opus es aguerrida fuerza de choque, perseguidora de la izquierda allá donde surja. Los neocatecúmenos tienen un estilo más sencillo y cercano al pueblo, pero nunca a sus reivindicaciones y luchas. Unos y otros aportan base social a la reaccionaria jerarquía eclesiástica

En julio de este año, once sacerdotes navarros remiten un documento a su arzobispo. En él le expresan su deseo de dialogar sobre el estado de la diócesis y sobre algunas cuestiones concretas que les alarman.

Respecto a lo primero, aprecian en la iglesia local graves problemas: ausencia de diálogo, sectarismo creciente, exclusivismo ideológico, fundamentalismo doctrinal, margi- nación de quienes no coinciden con la religiosidad oficial, irreprimible oposición a la secularidad interpretada en clave de dualismo maniqueo.

Como temas concretos, citan la desactivación de los órganos colegiados, la desatención al euskara, el abandono de la pastoral social, la inscripción de bienes en el Registro de la Propiedad tal como se ha hecho. Pero la gota que colma el vaso es la sospecha fundada de que se intentan «privatizar» algunas responsabilidades ineludibles de la diócesis: dejar la formación del clero en manos de grupos supra y extradiocesanos. A los pocos días, alcanzaba ya los setenta el número de curas navarros que habían suscrito el documento.

Aunque el asunto está planteado en términos eclesiales, reseñaré algunos matices políticos que, a mi entender, subyacen al hecho. El arzobispo, al que le ocasionó gran disgusto el documento, no demostró ni urgencia ni entusiasmo por aceptar la invitación. Y cuando lo hizo, no facilitó el diálogo franco y cordial que reclamaban los firmantes.

Dejando a un lado los toques personales de monseñor, hay que destacar su gozosa pertenencia a dos instituciones a cual más jerarquizada: el Ejército y la Conferencia Episcopal Española. Ninguna de las dos promueve diálogos enriquecedores pero ambas tienen un objetivo común: garantizar la españolidad de Nafarroa a la que han convertido en cuestión de Estado.

Un arzobispo que se debe a las dos instancias está obligado a seguir preservando dicha españolidad (el documento de los curas cita expresamente el intervencionismo español para evitar que el Centro Superior de Estudios Teológicos de Nafarroa se adscribiera al País Vasco).

Respecto al Opus y a los neocatecúmenos, ambos grupos son diferentes pero con elementos comunes. Los dos nacieron en España y se han extendido por el mundo expan- diendo teología conservadora. El Opus es aguerrida fuerza de choque, perseguidora de la izquierda allá donde surja. Los neocatecúmenos tienen un estilo más sencillo y cercano al pueblo, pero nunca a sus reivindicaciones y luchas. Unos y otros aportan base social a la reaccionaria jerarquía eclesiástica. ¿La promoción de ambos grupos en Nafarroa no será parte de la colonización (termino con gran carga política) que denuncian los 70 curas? Estos son muy plurales pero hay algo en lo que coinciden: su pertenencia al pueblo navarro (entendido por unos en sentido restringido y por otros, en sentido amplio) como clave de su hacer pastoral.

Como era de esperar, el arzobispo ha vuelto a privilegiar a los neocatecumenales desoyendo a los 70 abades. Así y todo, su gesto me sugiere el eco nunca apagado de los infanzones: expresión de conciencia nacional; defensa de las libertades patrias frente a poderes autoritarios y, con frecuencia, foráneos.

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