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Eszenak

Daulte y Veronese nos miran feroces

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Josu MONTERO

Escritor y crítico

Titular algo, lo que sea, es una cuestión ardua. Son pocos los que lo hacen bien. Uno de mis favoritos es el dramaturgo argentino Daniel Veronese, creador de títulos rotundos, audaces y enigmáticos a un tiempo. «Formas de hablar de las madres de los mineros mientras esperan que sus hijos salgan a la superficie», «Crónica de la caída de algunos hombres de ella», «Unos viajeros se mueren», «Eclipse de auto en camino», «Circonegro», «XYZ», «Sueño de gato» o «Luz de mañana en un traje marrón» son títulos de algunas de las espléndidas obras de este porteño. O la última: «Espía a una mujer que se mata», versión del «Tío Vania» de Chejov que podremos ver a finales de este mes en Iruñea, Gasteiz (festival) y Barakaldo. Al pausado Chejov de los tempos lentos le enchufa Veronese a 45 o incluso a 78 RPM y le deja sin aliento.

Como si de una conjunción planetaria se tratara, se produce aquí estos próximos días un insólito alineamiento de festivales de teatro: Getxo, Bilbo (BAD), Gasteiz y Santurtzi, lo que nos procura placeres teatrales difíciles de obtener en otras circunstancias. Si me he acordado de Veronese y de sus títulos es porque tenemos a mano la ocasión de disfrutar de dos de los tres o cuatro mejores creadores escénicos argentinos de la actualidad -¡y eso es mucho!-: Daniel Veronese y Javier Daulte.

Daulte abre hoy mismo la edición 29 del Festival de Santurtzi. «Nunca estuviste tan adorable» es un caramelo envenenado, una comedia feroz en la que las cosas nunca acaban siendo lo que parecen. Daulte se curra una comedia y luego araña con sus afilasas uñas el barniz con el que la ha pintado para que chirríe bien y la dentera haga que tengamos que arrugar el morro. Pero es que además la historia que nos planta es la de su propia familia; ¿qué es lo que ocurrió antes de que yo estuviera aquí?, parece plantearse. Dos momentos: los felices y prósperos 50 bonaerenses y los 70, cuando el bebé Daulte berrea en su cuna; y una década escamoteada cuyo hueco ha de llenar el espectador. La corrosión del tiempo está en el centro de la trama. «El tiempo es el gran antagonista», afirma Daulte.

Pero lo más interesante no son aquí esos estragos del paso del tiempo, sino la visión que del pasado -vivido en primera persona o no- tenemos en el presente. De sobra sabemos ya de la herramienta interesada y manipuladora que es la memoria, bien adiestrada en barrer siempre para casa. Y todo ello servido con los desconcertantes cambios de rumbo tan característicos del porteño; con esos diálogos a caballo entre la aparente banalidad, el absurdo y la revelación que nos conmueve; y con inesperados y ácidos números musicales: «My baby don´t care for me» o «Runaway». La vizcaína Anabel Alonso está vibrante en el papel de Blanca, la abuela de Daulte; una mujer tan frívola y egoísta como encantadora.

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