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Crímenes del franquismo

Cientos de vascos reposan junto a sus verdugos

Investigadores de Aranzadi ultiman los detalles para visitar el Valle de los Caídos, donde, según datos extraídos en el Archivo de Alcalá de Henares, reposan los restos de cientos de gudaris, milicianos y represaliados vascos trasladados en 1958 al mausoleo que ordenó construir su verdugo, Francisco Franco Bahamonde.

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Agustín GOIKOETXEA

Los investigadores Iñaki Egaña y Jimi Jiménez se preparan para visitar los archivos del Valle de los Caídos al objeto de recabar información sobre los restos de cientos de vascos que defendieron la legalidad republicana española en 1936 y cuyos huesos reposan a la fuerza en Cuelgamuros.

Estos miembros de la sociedad Aranzadi repasaron en noviembre de 2007 la documentación que al respecto atesora el Archivo General de la Administración española en Alcalá de Henares. A continuación, solicitaron el permiso, que les fue concedido en junio, siete meses después de su petición a Patrimonio Nacional, organismo autónomo dependiente del Ministerio español de Presidencia que gestiona el monumento funerario levantado por Franco. «Normalmente dan el permiso en unos días», subraya Egaña, para subrayar las trabas que han encontrado en su investigación de la memoria histórica.

El historiador donostiarra señala que tienen datos sobre enterramientos en el Valle de los Caídos. «Exactamente hay 146 trasladados de Araba, de ellos, según la prensa, 117 de la batalla de Legutio; 16 de Gipuzkoa; 134 de Nafarroa; y 213 de Bizkaia. No tenemos todos los nombres», aclara. Además, apostilla que en el caso de alaveses y navarros tienen constancia «de que no son del bando de Franco; del resto, sólo sospechas».

La existencia de restos de gudaris, milicianos y represaliados vascos en la cripta de Cuelgamuros no es una información nueva. ``Euzko Deya'', el 1 de abril de 1959, precisamente el día en que Franco inauguró el gigantesco mausoleo, recogió unas declaraciones del entonces gobernador civil de Araba al diario ``El Pensamiento Alavés'', en las que menciona que del cementerio de Gasteiz fueron trasladados a la sierra madrileña de Guadarrana los restos de 142 cadáveres y gestionaban el envío de 170 más. «Se hizo en dos camiones militares en los que se cargaron 29 cajitas con los restos correspondientes a otros tantos cadáveres, más 9 cajas múltiples con restos no identificados y que debían de proceder de los muertos en la batalla de Villarreal», señala.

Entre ellos, según sospechas fundadas de la bilbaina Dora Grass, se encuentran los restos de su padre, capitán del batallón Azaña, de Izquierda Republicana, a las órdenes del Gobierno de José Antonio Agirre, muerto en la batalla que se desarrolló entre noviembre y diciembre de 1936 en Legutio. «Hay tres cadáveres sin identificar, creo que uno es mi padre», apunta.

La información está bajo la custodia de los monjes benedictinos que gestionan la abadía. Algunas estimaciones fijan que hay entre 40.000 y 60.000 cadáveres alojados en nichos junto a las tumbas de Franco y Primo de Rivera. Algunas fuentes mencionan que habría más republicanos que franquistas, por lo que hay muchas peticiones de familiares para que se identifiquen.

Desde la Sociedad de Ciencias Aranzadi, Iñaki Egaña es de la opinión que no hay posibilidad de que los cuerpos de los vascos depositados en el Valle de los Caídos sean repatriados. «Será cuestión de probarlo pero, de momento, el Gobierno español no está por la labor. Los restos de los vascos, además, se llevaron colectivamente, se mezclaron en varias cajas», manifiesta.

Una gran operación de traslado

Esta operación de traslado de miles de cadáveres fue diseñada por el régimen después de los problemas y negativas de las familias de franquistas muertos en la guerra del 36 a desplazar los restos de los suyos a Cuelgamuros. Fue un acuerdo del Consejo de Ministros, puesto en práctica por el Ministerio español de Gobernación dirigido por Camilo Alonso Vega, que dio órdenes precisas para llevarla a cabo. Una carta del 31 de octubre de 1958 a los gobernadores civiles da fe del meticuloso plan para «rellenar» la fosa del Valle de los Caídos con miles de cadáveres de republicanos que yacían en las cunetas o junto a los muros donde fueron fusilados.

Los gobernadores y los puestos de la Guardia Civil se dedicaron a redactar diversos informes sobre fosas y enterramientos «irregulares», al objeto de exhumar los restos para enviarlos a Cuelgamuros. «Habían negado hasta entonces las ejecuciones, habían prohibido a sus familias acercarse a las zanjas ensangrentadas, habían vetado la investigación, pero no tuvieron rubor en reconocer que todo aquello existía», comenta Egaña para situar la operación en su contexto.

Entre los cuerpos que los investigadores tienen constancia de que fueron trasladados al Valle de los Caídos se encuentran los de cuatro vecinos de Cárcar desenterrados de un campo de Arizala, junto a otros cinco fusilados en Aiegi que llevaban 23 años sepultados junto a la carretera. Los cadáveres de Francisco Nagore y Jesús Azcona, presidente y secretario de la federación local de UGT de Lizarra, también estarían depositados en la fosa de la sierra madrileña.

Los investigadores tienen sospechas fundadas de que en la siniestra nónima podrían encontrarse los restos de ocho hernaniarras, entre ellos sacerdotes como Martin Lekuona, Gervasio Albisu o Celestino Onaindia. En 2003, al abrir una fosa en el camposanto donde situaban cuerpos de 200 fusilados en otoño del 36, la encontraron vacía, salvo «una caja idéntica a la oficial en la que se hacían los traslados».

Más tarde, investigando en el archivo municipal de Hernani, encontraron un informe de la Guardia Civil, de junio de 1958, en el que se citaba la presencia de varios curas en ese enterramiento. Uno de ellos era el tolosarra y jeltzale José Ariztimuño Aitzol, arrestado en alta mar cuando viajaba a Bilbo, encarcelado en Ondarreta y fusilado el 17 de octubre de 1936 junto a la tapia del cementerio de Hernani. «Desde el Valle de los Caídos, se nos dijo que no había habido traslados desde Hernani y que tampoco nadie que respondiese al nombre de Aitzol. Pero sabemos que casi dos tercios de los trasladados están sin identificar», comenta Egaña.

Fechas para el recuerdo: un esperpéntico mausoleo

Abril 1940

Comienza la construcción del monumento y basílica por parte de miles de presos republicanos, empleados como esclavos. Muchos murieron en las obras.

Octubre 1958

El Ministerio español de Gobernación insta a gobernadores y Guardia Civil a informar de enterramientos «irregulares» y trasladar los cadáveres en cajas numeradas.

Abril 1959

El dictador Francisco Franco Bahamonde, bajo palio, inaugura el complejo monumental de Cuelgamuros con el que pretende perpetuarse en la Historia.

2003

Investigadores de la sociedad Aranzadi descubren que una fosa del cementerio de Hernani se encuentra vacía y creen que los restos están en el Valle de los Caídos.

Noviembre 2007

Miembros de la Sociedad de Ciencias Aranzadi solicitan a Patrimonio Nacional que les permita investigar los datos de los enterramientos que existen.

Junio 2008

Tras siete meses de espera, cuando se otorgan en unas jornadas, los investigadores vascos reciben la autorización del Gobierno español para acudir al archivo.

Juan José Ibarretxe no contesta a los emplazamientos de los familiares

Familiares de víctimas de la guerra del 36, agrupados en la Plataforma para la Recuperación de la Memoria Histórica Vasca desde julio de 1936 a junio de 1937, se quejan de que el lehendakari, Juan José Ibarretxe, no haya contestado a dos cartas que le han remitido en mayo y octubre para informarle sobre las gestiones que están llevando a cabo para identificar los restos de sus allegados. Los afectados estiman que el Ejecutivo de Lakua, por encima de coyunturas electorales, debe apoyar las investigaciones relacionadas con los cientos de vascos cuyos cadáveres se encuentran por la fuerza en el Valle de los Caídos.

Los familiares entienden que el Gabinete Ibarretxe, «como heredero del de 1936», debe aportar recursos para llevar a cabo esta labor y lograr, en última instancia, que los restos de gudaris, milicianos y represaliados sean sepultados en la Casa de Juntas de Gernika para honrar su memoria. Los descendientes de las víctimas piden que el Gobierno de Gasteiz afronte el reto y «no trate de pasar página después de las escasas ayudas concedidas». A.G.

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